Quedó de Adorno
(%=Image(9457791,»L»)%)“Después de Auschwitz no se puede escribir poesía”, decretó el sociólogo Theodor Adorno con la tristeza de quien concluyó que los más nobles sentimientos del ser humano no podrían imponerse a la peor pesadilla simbolizada por lo que significó ese campo de exterminio nazi. Desde entonces, varios filósofos y escritores debaten la famosa frase y algunos, como el húngaro Imre Kertesz – sobreviviente del Holocausto – asegura lo contrario: “Tras Auschwitz sólo queda la poesía, sólo queda resistir con palabras ciertas”.
(%=Image(1620008,»R»)%) La metáfora de Adorno no incluye la ficción, como bien demuestra la perversa conferencia organizada recientemente por el actual régimen iraní con el fin de negar el Holocausto y manipularlo con fines políticos. Somos testigos de un odio profundo y mediático contra los judíos, gitanos, discapacitados y otros grupos étnicos y prisioneros políticos masacrados industrialmente en campos de concentración, puesto en escena por funcionaros del gobierno del populista islamista Ahmadinejad, presidente persa, que con un gran cinismo confirma que la malignidad que una vez representó el nazismo se transforma – como la energía y el uranio con el que irresponsablemente juega – en nuevas maneras de antisemitismo y racismo.
(%=Image(4340497,»L»)%)Pamuk Días antes, el escritor turco Orhan Pamuk con el Nóbel de Literatura en Estocolmo, por una obra que – entre otras cosas – valientemente reivindica una verdad que su país se niega a reconocer hasta hoy en día: el genocidio perpetrado por turcos contra armenios a principios del siglo XX. Las declaraciones de Pamuk sobre este tema lo han obligado a exilarse de Turquía.
Hitler llegó a decir alguna vez – presumiendo la victoria del III Reich – que nadie recordaría el Holocausto así como nadie preservaba la memoria del genocidio armenio. Afortunadamente, el mundo musulmán cuenta con hombres de la talla de Pamuk y el abogado Khaled Mahameed – fundador del primer Museo del Holocausto destinado a la población árabe de su ciudad, Nazaret -, que se niegan a barrer la memoria colectiva de víctimas bajo la alfombra de la Historia.
En Teherán la verdad se convirtió en adornó de una ideología de odio, ahora que su régimen, en un intento de desposeer la esencia y magnitud del Holocausto, consuma la más depravada de las “des-poesías”.