Propuestas alucinantes
Hemos visto en estos días las agitadas carreras de Armando Benedetti en Caracas. Tras el encuentro de Santa Marta entre los presidentes Juan Manuel Santos y Hugo Chávez, el presidente del nuevo Senado colombiano se precipitó a la sede del poder en Venezuela para discutir (¿y negociar?) con las altas esferas del hermano país y lanzar desde allí mensajes optimistas y hasta las más extrañas propuestas. De ese periplo, para el cual no recibió mandato del Senado, Benedetti regresó convencido de que las relaciones diplomáticas con Venezuela están, ahora si, por buen camino y que hasta hemos encontrado, súbitamente, la solución a la cuadratura del círculo que el gobierno del presidente Álvaro Uribe no había siquiera imaginado: para que las relaciones entre Colombia y el régimen autoritario de Hugo Chávez sean óptimas sólo basta una cosa: “no hablar más de las Farc en Venezuela”. Benedetti reiteró: “[Bogotá] estudia que (sic) el tema de las Farc sea excluido de las relaciones exteriores con esa nación [Venezuela]”.
En otras palabras, el tema más grave de seguridad nacional que tiene Colombia desde hace más de diez años, el terrorismo de las Farc y del Eln y los apoyos que esas organizaciones reciben de Venezuela y de sus aliados, puede ser solucionado por arte de magia. Eso es lo que quiere el doctor Benedetti que aceptemos. Pero Colombia no es un país de avestruces. No hablar de las Farc en Venezuela no evaporará el problema. Esa actitud ayudará, por el contrario, a que las Farc y el Eln se santuarisen aún más en ese país. Y eso conducirá a nuevas atrocidades.
De sus conversaciones con Hugo Chávez, Benedetti dijo: “No puedo contar muchas cosas”. No contó nada, en realidad. Sin embargo, lo tratado por él en Caracas es vital para el país. Por ejemplo, los dos gobiernos conformarán, dijo, una “comisión de defensa y seguridad”. ¿Qué objetivos, qué contenido y qué alcance tendrá esa comisión? Colombia no sabe nada hasta ahora. Pero debería saberlo. La opacidad al respecto ayuda exclusivamente al cambiante e imprevisible jefe del régimen venezolano.
En Caracas, un periodista de El Nacional le preguntó a Benedetti: “¿El Congreso de Colombia tratará la demanda de Uribe al presidente Chávez?”. La respuesta de Benedetti fue escalofriante: (…) “Fue llevada a la Corte Penal Internacional. No es una demanda del Estado, es una demanda del anterior presidente de la República.”
¿No es una demanda del Estado? De un plumazo, Armando Benedetti, sin autorización de nadie, pretende abolir un esfuerzo de lucha del Estado colombiano contra las Farc y sus apoyos en Venezuela.
¿Quién mandató a Benedetti para que comprometiera de esa gravísima manera la política del Estado colombiano? ¿La política exterior de Colombia no es potestad del poder ejecutivo?
En su inopinado embeleco chavista, Benedetti fue aún más lejos. Para “generar confianza” entre los dos gobierno, dijo, se podrán crear “municipios binacionales” en la frontera con el vecino país. Esa idea cuenta, aseguró, con el aval de Cilia Flores, la presidenta del Congreso venezolano.
En realidad, tampoco se sabe qué quiso decir con eso Benedetti, pues el lanzó la cosa sin dar detalles. La prensa colombiana creyó que él había hablado de “municipios binacionales”. Empero, la prensa venezolana (Globovisión y la Afp) creyó oírle hablar de algo más amplio: de “estados binacionales” entre Colombia y Venezuela.
Ya sean municipios o estados (departamentos, en la nomenclatura colombiana), la idea anunciada por Benedetti es sorprendente: no hay antecedentes a los cuales pueda uno acudir para sopesar la cosa. El concepto de municipios o departamentos “binacionales” solo remite, en el estado actual del debate, a una cosa: a municipios o departamentos que quedarían bajo la autoridad de dos gobiernos. Es decir, departamentos o municipios cogobernados por dos poderes nacionales diferentes.
¿En qué países hay o hubo algo parecido?
Lo más extraño es que a su regreso a Bogotá la prensa no se atrevió a hacerle a Benedetti una sola pregunta al respecto.
Sin embargo, los media de los dos países habían registrado ese curioso enunciado: no era un error de comunicación. Benedetti, en efecto, habló de “estados binacionales”. Pero ante el silencio que guardó, y ante el vacío conceptual que dejó, lo único que queda es darle vueltas al asunto para saber a qué tendremos que atenernos.
Imaginemos por un instante lo que significaría la adopción de esa propuesta.
Siete departamentos colombianos tienen fronteras con Venezuela: la Guajira, César, Norte de Santander, Boyacá, Arauca, Vichada y Guainía. En ese conjunto, que recubre una superficie de 284 898 km², se hallan los yacimientos petrolíferos colombianos, sin hablar de otras riquezas. Además, según el censo de 2005, allí viven 4 407 360 colombianos. Si esos departamentos son declarados “binacionales”, es decir abiertos a una proyección del poder político, militar y económico de Venezuela, Colombia perdería la soberanía (o tendría que compartirla), en el 25% de su territorio. ¡Y tal injerencia afectaría directamente al diez por ciento de la población colombiana!
El cogobierno en los departamentos “binacionales” introducirá la ruina y el caos total en una cuarta parte de Colombia. Es eso lo que quizás pretenden los países del Alba y el Foro de Sao Paulo, pues la idea viene de Caracas. Lo que es aterrador es que esos planes inauditos hayan encontrado eco, de alguna manera, y no un claro rechazo, en el presidente del Senado colombiano.
No se puede olvidar lo que ocurrió en 1952. Una declaración irresponsable de Alfredo Vásquez Carrizosa, ministro colombiano de Relaciones Exteriores de la época, fue aprovechada por Venezuela para ocupar las islas rocosas colombianas de Los Monjes con el pretexto de instalar un faro para la navegación. Ese acto ilegal violó la Carta de Naciones Unidas, la carta de la OEA y, sobre todo, el tratado de 1939 entre los dos países. Pero violando a su vez la norma constitucional que prohíbe la variación del territorio sin la previa aprobación del Congreso, el gobierno de Roberto Urdaneta Arbeláez terminó por ceder esas islas a Venezuela.
Nadie olvida esa traición y los problemas que eso generó y genera hasta hoy en las relaciones entre los dos países.
Lo de los departamentos “binacionales” es una iniciativa del Caracas chavista que podría tener repercusiones mil veces superiores a lo de Los Monjes, contra los intereses de Colombia, pues el presidente del Senado colombiano no tuvo una actitud clara de rechazo a esa estrafalaria propuesta.
Una serie de municipios o estados “binacionales” en la frontera con Venezuela equivale a dotar a las Farc y al Eln de una nueva zona “despejada”, seis veces más grande que la cedida por la administración Pastrana en 1999 a las Farc.
¿Por eso es que Hugo Chávez exige silencio total sobre las Farc en Venezuela? Armando Benedetti debe explicarle al país que negoció exactamente con Hugo Chávez y debe rechazar pública y explícitamente toda idea de que Colombia tenga municipios o departamentos, o cualquier otra entidad geográfico-política, compartidos con el régimen militarista y comunista de Venezuela