Opinión Internacional

¿Prisionero de los uniformados?

1 En momentos cruciales, la presidenta Rousseff manifestó no entender la causa de las manifestaciones. No la culpo. Cuando se reunió con los solventes directores de las protestas, afiliados al Movimiento Pase Libre (MPL), se tropezó con una pregunta: ­¿Usted conoce las bases de nuestro Movimiento? ­No, dijo resignadamente Dilma ¿Qué esperanza podría caber si la cabeza del poder admitía no tener idea del volcánico problema? La presidenta se ha prodigado en reuniones con autoridades regionales y locales y sectores de la sociedad civil. La causa inductiva fue el aumento de tarifas de transporte. Convocada en Porto Alegre, la protesta se nacionalizó con velocidad de rayo. La corrupción del PT, reiterada, cínica e impune es particularmente irritante.

Pero en Venezuela, territorio de la corrupción más elevada del Hemisferio, nadie imagina que el asalto a caudales públicos desate revoluciones.

Según la analista Beatriz Bisso lo determinante es la desigualdad. Afecta a millones, pese al crecimiento de Brasil.

«Sarajevo» (en realidad capital de la histórica Bosnia-Herzegovina) significa, en el lenguaje común, «punta de iceberg», motivo desencadenante. En esta crisis aparentemente lo fue la preparación en Brasil del Mundial y las Olimpíadas. Tanta inflada exhibición de riqueza resultó irritante. La gente percibió el brutal contraste. Nadie la había consultado para justificar el colosal gasto con fines ­así lo sintió en la piel­ más bien ornamentales o de prestigio de la cumbre del poder. Una chispa ­diría Mao Zedong­ capaz de encender la pradera.

2 Lo de Venezuela es impresionante. La poderosa relatividad de las causas haría inexplicable las continuadas, diarias, desesperadas protestas sociales por causas como las que han decretado el hervidero brasileño.

Esa curiosa pero efectiva relatividad de la que nos habló Alberto Moravia en sus consideraciones sobre la pobreza. Venía de Pekin y con la absurda seducción ejercida por el totalitarismo sobre muchos intelectuales, predicaba a favor de la Gran Revolución Cultural de China, esa horrenda fiesta de sangre y brutalidad.

­¿Son pobres los chinos?, le pregunta el reportero ­Según la idea que tienen en Occidente de la pobreza sí, son pobres ­¿Y esa pobreza no lo ha impresionado? ­Me ha causado alivio ­Pero hombre, la pobreza equivale a degradación y privación ¿Y a usted le ha causado alivio? ­Sí, alivio. En China todos son pobres y sin embargo no cabe llamarlos así porque no lo saben puesto que no hay ricos. Riqueza y pobreza son relativos. Por eso en China están conformes.

Para bien de las letras, Moravia recobró lucidez y seriedad. Estará entre los firmantes de la declaración de protesta de los intelectuales por el bárbaro maltrato al poeta cubano Heberto Padilla.

De alguna manera sin embargo, la «relatividad» del sufrimiento social explicará por qué lo que moviliza a centenares de miles en Brasil no lo haga con tanta intensidad en Venezuela. Y no obstante, los problemas de Venezuela le sacan codos por encima a los de la tierra de Rousseff.

Pero por la misma razón la crisis que sacude el modelo de Maduro es mucho más profunda y de difícil solución. Pronto sabremos si el Partido de Lula y Dilma ha sido reducido a la minoría. Quizá no o todavía no. Pero de Maduro puedo afirmarlo con absoluta seguridad. Desde el 14 de abril, tras perder un millón de votos y crecer la MUD en la misma proporción, el Gobierno ha sido mortal para todos los estamentos sociales: tres devaluaciones en cuatro meses, la inflación enrumbada a un 50% cuando difícilmente alguna otra economía de América se aproxime al 10%.

Y sigue el elenco de negras noticias: recesión, inseguridad y crímenes callejeros, desabastecimiento, deuda pública, asesinato de empresas básicas estatizadas, destrucción de capacidad productiva industrial y agrícola y en consecuencia deplorable conversión de Venezuela en economía de puertos. Y luego la diabólica crisis universitaria, la salud, y la decadencia de las misiones ­panaceas alguna vez útiles aunque a costos hiperelevados­ y demás formas alternas que pretendieron cimentar el socialismo.

3 Ignoro cuál será el capítulo final de las confrontaciones sociales en los dos países, pero se ve con claridad la diferencia de estilos en su abordaje. Dilma se aferra al diálogo, sin jaquetonería ni descalificaciones. Por ese camino puede obtener logros muy importantes. Hacer participar a tirios y troyanos en la solución de problemas nacionales es el camino posible para evitar desencuentros terminales.

¿Y Maduro? Pendulando entre pequeñas sugerencias de diálogo y ostentosas agresiones contra la oposición, ha retrocedido peligrosamente. Se tomó la crisis para sí. No deja entrar a nadie más. Y como carece de poder de convocatoria, pone su seguridad en manos del Ejército. No sabe de historia. Olvida que los militares son pésimos en el manejo de la seguridad ciudadana y tienden a consolidar las posiciones ganadas. Por mucho que se proclame presidente, aislándose Nicolás lo será cada vez menos. ¿Prisionero de los uniformados? No lo sé. Tal vez.

Insistir en la división del país, arremeter contra Capriles y soltar la jauría contra populares líderes de la oposición, responder con plomo y gas a las protestas legítimas de estudiantes, profesores, pobladores, trabajadores. No permitirse liberalidades con los presos políticos. Insistir en la mordaza de medios y el asedio contra sus valientes trabajadores.

Todo eso, Nicolás, es obtuso y suicida.

Estás al tanto del drama pero en lugar de promover el diálogo como lo hace Dilma, te encasquetas el casco de soldado para borrar del mapa a la mitad del país.

¿Acaso se te secó el cerebro?

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