Presidente Uribe, chapeau!
«El fin del fin», dijo el Jefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Militares de Colombia, General Freddy Padilla. «El fin del fin», ratificó el Comandante del Ejército, General Mario Montoya. Y es que el rescate de los rehenes Ingrid Betancourt, los tres estadounidenses y los once militares y policías es «el fin del fin» de cualquier presencia que hayan podido tener las FARC.
Han sido dos golpes mortales para los terroristas de las FARC en sólo cuatro meses. El primero fue la acción en la que resultó muerto Raúl Reyes, una de las principales fichas del secretariado, hecho que sin duda fue un duro golpe para los terroristas y en el que de paso se recuperó intacto todo el registro de los computadores, con valiosísima información sobre la guerrilla, sus aliados, sus métodos y sus financistas. Segundo, la impecable operación que rescató ilesos a Ingrid Betancourt y a sus compañeros. La guerrilla quedó desnuda. O como dicen los colombianos, quedó «empelotada»…
Porque hagan lo que hagan, digan lo que digan, tienen las de perder. Si entregan a los secuestrados, la gente ratificará que perdieron la poca fuerza que les quedaba, que dicho sea de paso, es lo mejor que pueden hacer: acogerse a las condiciones del gobierno y darle a Colombia finalmente la paz que desea y se merece. Si por el contrario, deciden ajusticiar a los rehenes, serán execrados por todo el mundo y el gobierno colombiano los liquidará. Lo mismo sucederá si secuestran a otra persona conocida para empezar a chantajear de nuevo. Con el rescate de Ingrid Betancourt las FARC quedan fracturadas. La estrategia de la infiltración es magistral de toda magistralidad, porque hoy todos sospechan de todos.
Y este éxito en la lucha contra la guerrilla se debe, principalmente, a la tenacidad, al valor y a la inteligencia con que el Presidente Álvaro Uribe ha sabido manejar la situación. Desde el primer día de su primer gobierno, Uribe identificó el camino que debía seguir y lo siguió, a pesar de las presiones de diferentes grupos, nacionales e internacionales, sobre todo las de los familiares de los secuestrados. Manejó con mano izquierda las acusaciones que por todos los países a los que fue a pedir auxilio le hizo Yolanda Pulecio, madre de Ingrid Betancourt, que no fueron poca cosa. No se dejó llevar por la rabia pues entendió que las acusaciones no eran sino el desespero normal de madre que desea más que nada en el mundo rescatar a su hija sana y salva. «Yolanda no me quiere mucho», dijo jocosamente la noche del rescate en su alocución al país. Pero eso ya no debe ser así, a juzgar por la sonrisa que le dedicó la señora Pulecio al escuchar sus palabras.
El Presidente Uribe ha cumplido su deber de mantener incólume la soberanía de su país y la autoridad de su gobierno, amparando a toda la población contra la violencia asesina de grupos irreductibles.
Uribe supo hacer oídos sordos a las voces que pedían reconocimiento y beligerancia para las FARC. También ignoró con gran tino a las que se quejaban de violaciones planificadas y premeditadas de su soberanía. Nunca cejó en su empeño de no ceder ante los delincuentes. Buscó ayuda en donde pensaba que podía obtenerla: en Francia encontró una gran aliada que ofreció hasta recibir a los guerrilleros que voluntariamente depusieran sus armas. Y a pesar de sus abismales diferencias, también le pidió ayuda al Presidente Chávez.
Uribe se excusó con Ecuador cuando tuvo que excusarse. Asumió riesgos y estuvo dispuesto a enfrentar sus consecuencias. Y cuando triunfó, no lo hizo en nombre propio, sino que siempre se mantuvo ponderado, discreto y sin aspavientos y compartió el triunfo con todos sus ministros, las Fuerzas Militares y la Policía Nacional.
Uribe es hoy un héroe ante el mundo y merece serlo. Me uno al pueblo colombiano en esta hora de alegría. Ingrid Betancourt dijo que el Presidente Uribe supo jugárselas por los colombianos. Como es también jugárselas por todos los que deseamos vivir en paz, Presidente Uribe, me quito el sombrero… o como dicen los franceses, chapeau!