¿Por qué es un imperativo derrotar el golpe en Honduras?
En Honduras se libra una batalla estratégica entre fuerzas imperialistas y democráticas del continente. La consolidación del golpe podría afectar incluso el proyecto de Obama
No hace falta la bola de cristal para “descubrir” que detrás del golpe militar en Honduras, están los tradicionales intereses imperialistas internacionales y sus intenciones de contener el nuevo fantasma que recorre América Latina: la ola democrático-revolucionaria que avanza al impulso del proceso bolivariano en Venezuela y el ALBA (ahora convertida en “Alianza”).
Honduras era el eslabón más débil del ALBA, un portaviones norteamericano anclado en medio de Centro América, fronterizo con Guatemala, El Salvador y Nicaragua y costas en los dos aséanos (Pacífico y Atlántico). En sus reflexiones del pasado 17 de julio, el compañero Fidel explicó como el territorio hondureño y sus Fuerzas Armadas, fueron las bases principales de apoyo a la lucha contra el gobierno sandinista.
En la estrategia de los tanques pensantes de la derecha norteamericana, que refleja como ningún otro esquema los planes imperiales, Honduras juega en Centro América, lo que Colombia para Sur América, los ejes a partir de los cuales esperan desplazar sus influencias hacia el Norte en dirección a Guatemala Chiapas y hacia el Sur (Plan Pueblo-Panamá y Plan Colombia-Iniciativa Andina).
Los interesados en llevarla a cabo tendrían pues que jugar todas sus cartas a sostener sus alianzas político-militares con estos dos países. El gobierno de Zelaya era un estorbo, su entrada en el ALBA, su acercamiento a las ideas bolivarianas de Chávez y las perspectivas de cambios más profundos en la Constitución hondureña a partir de “la 4ta urna”, crearon una situación desesperada al imperialismo y sus acólitos hondureños. El golpe parecía inevitable.
El Imperialismo es un pulpo multiforme que va más allá de gobiernos y mandatarios, se trata de la fase final del capitalismo ya internacionalizado que por necesidad propia del sistema trata de expandir sus dominios económicos y para ello se vale de todos sus medios políticos, diplomáticos y militares. Martí, que vivió en el “monstruo”, se propuso con la independencia de Cuba impedir que los EE.UU. se extendieran, con esa fuerza más sobre nuestros pueblos de América. Hoy, el lugar específico donde hay que impedir esa extensión se llama Honduras.
La permanencia de los tradicionales mecanismos de decisión interna del gobierno norteamericano, donde continúan muchas “piezas” de la vieja maquinaria republicana y se mantienen “aceitados” los dispositivos que actúan y se “disparan” de acuerdo con los esquemas diseñados en casi 30 años de gobiernos conservadores, desde que Reagan asumió la presidencia en 1980; es lo que explica, en parte, las contradicciones y titubeos de la actual Administración Obama ante el golpe, entrampada entre su discurso e intenciones “democráticos” y la realidad objetiva del sistema imperialista que representa.
El Presidente de EE.UU. ha reiterado públicamente sus deseos de que sea restablecida la democracia en Honduras, pero cuesta mucho trabajo creer que él no estaba informado de lo que estaba ocurriendo en ese país. Si realmente ese es su interés, tendría que pasar por encima de fuertes intereses tradicionales del establishment, que no por estar fuera de la presidencia están fuera del poder y el gobierno, así como una eventual revisión de la heredada estrategia prediseñada por el Imperio para la zona. Para cualquier jefe de estado, desmarcarse del sistema que lo soporta, demanda una alquimia para la cual hacen falta además de voluntad, nuevas estrategias políticas económicas y sociales integradas y otros cuadros capaces de llevarlas a cabo.
El factor resistencia popular que muchas veces desestima el imperialismo como sistema internacional de opresión, es lo único que puede inclinar la balanza en uno u otro sentido en Honduras. Sería de ilusos esperar que Obama, con la Clinton o su gobierno asuman una posición determinante contra el golpe, si el pueblo hondureño no demuestra con todas sus fuerzas su disposición a sostener la democracia y si la repulsa internacional no permanece fuerte y unánime.
En Honduras se libra una batalla estratégica entre los sectores más reaccionarios del imperialismo internacional y las fuerzas democráticas del continente. El actual gobierno de Obama está obligado a mostrarse como abierto partidario de la democracia que dice defender y representar o quedarían cuestionadas sus “buenas” intenciones para la región. Esa es la principal contradicción que hay explotar en la posición de EE.UU., basamento que subyace claramente en las recientes reflexiones de Fidel donde explica lo que debe demandarse al imperio y en la primera que publicó sobre el golpe en Honduras, cuando señaló que se trataba de una prueba para la nueva administración.
Si el golpe se llegara a consolidar, podría estimular las corrientes más cavernícolas y conservadoras en todo el continente con todo su costo social, político y económico para los pueblos de la región y los procesos democrático-revolucionarios iniciados en varios países. También en Honduras, la democracia norteamericana está siendo cuestionada y los planes y estrategias de Obama para mejorar las relaciones de EE.UU. con el Sur pudieran resultar afectados por lo que allí prevalezca.
Así mismo, podría quedar replanteada la estrategia de algunos grupos revolucionarios para hacer avanzar políticas progresistas que podrían comenzar en la misma Hondura. Una respuesta violenta por parte de la izquierda, podría servir a la extrema derecha, para tratar de legitimizar de nuevo el uso sistemático de la violencia por la derecha continental, desestabilizar las estrategias democráticas que actualmente prevalecen en el movimiento revolucionario, reeditar las viejas diferencias entre los revolucionarios sobre los métodos de lucha y justificar un incremento de las tensiones en la región que precipiten la “necesidad” de un aumento en la presencia, las acciones y los gastos militares norteamericanos en el continente.
Ya en esa dirección, los golpistas acuden al expediente chovinista, en busca de aliados internos y externos contra la supuesta amenaza de invasión de fuerzas nicaragüenses o venezolanas. El truco, no por manido, debe ser denunciado sistemáticamente y rechazado. Es el pueblo de Honduras el que decidirá sus destinos.
Un papel importante corresponde en esta lucha a la izquierda y a los demócratas de EE.UU., que tienen aquí una importante oportunidad para unirse y poner un pare, una luz roja o stop, a la reacción y a los poderes tradicionales de la derecha de ese país que abiertamente respaldan a los golpistas.
Para liberar al pueblo de Honduras de la salvaje acometida derechista y también por todas estas otras razones, es un imperativo derrotar el golpe militar y es tan importante la solidaridad internacional con la lucha del pueblo hondureño, el que debe sentirse apoyado plenamente por todos los pueblos y gobiernos latinoamericanos y de todo el mundo y percibir el permanente rechazo y aislamiento internacional de los golpistas. Todo lo que se haga en ese sentido será poco.
¡Viva la resistencia del pueblo hondureño!
¡Abajo el Imperialismo!
¡Fuera los golpistas!