¡Otra vez sopa!
«Me falta una verdad,
me sobran cien excusas»
Joaquín Sabina
Este peculiar gobierno, que tanto se nos parece y que soportamos desde hace ya demasiados años, ha vuelto, en estos días, a su inveterada costumbre de desplegar enormes cortinas de humo para impedir que la población vea qué sucede, realmente, en la cúspide del poder y en los pestilentes espacios en que ésta se mueve.
La obviedad de la operación contra Macri –dispongo del texto completo de la sentencia de Cámara que ratificó su procesamiento, y lo pongo a disposición de quien lo solicite- no hace más que recordar como Kirchner armó otrora la embestida contra Enrique Olivera, uno de los políticos más prístinos y señoriales que han pisado el ruedo local. Pese a lo grosero de su armado, la denuncia de la existencia de cuentas en el exterior, luego probadamente falsa, lo ejectó de la contienda electoral.
Fracasó luego el kirchnerismo, apoyándose en el entonces Juez Faggionatto Márquez (a quien su desempeño en esta causa le costó la indigna carrera judicial que había recorrido hasta entonces), en otra burda operación contra Francisco de Narváez, intentando involucrarlo en la olvidada «causa de la efedrina».
Al voluble Luis Juez le costó dos meses de vida desentrañar la similar madeja construida a su alrededor para desgastarlo, también sobre la base de inexistentes cuentas externas.
Los argentinos estuvimos un largo tiempo discutiendo un tema como el del matrimonio gay, que no figuraba en la agenda de ninguno de nosotros, salvo aquéllos poquísimos a los que su situación personal impulsaba a tomar esa bandera, mientras Gobierno y opositores dejaban de tratar temas prioritarios y urgentes, como la inseguridad, la corrupción y la inflación.
Terminado ese tema, comenzó el enorme circo del affaire Macri, indexado por la actitud canallesca de su padre -¡qué bien estuvo Federico Pinedo cuando, remedando al oficialismo en época electoral, acuñó su frase: «Mauricio es Macri, y Franco es Kirchner»!- que continúa ocupando primeras planas y pantallas.
Y ayer, como frutilla del postre, por cierto absolutamente previsible, ya que será la próxima «epopeya» del pingüino, el tucumano Manzur, proveniente de las huestes de Alperovich, cometió el sonado error -¿o mala intención para medir la reacción?- de despenalizar, por resolución ministerial, muchas hipótesis de aborto.
Mientras tanto, por detrás de esas humaredas –¡cómo recuerdan a la quema de pastizales en la crisis del campo!- mediáticas, doña Cristinita y don Franco hacen pasar, bajo nuestras narices, el fabuloso negociado de los trenes comprados a China, sin precios conocidos y sin licitación, por la bonita suma de diez mil millones de dólares, una cifra parecida a la que, según el Gobierno, haría falta para dar una mínima justicia a los jubilados.
Rápidamente recordé el episodio, ocurrido años atrás, cuando el hoy expulsado del paraíso Ricardito Jaime fue a Portugual y a España de visita. Recorriendo los depósitos ferroviarios, encontró locomotoras y vagones de pasajeros que, por su antigüedad y por los materiales contaminantes empleados en su construcción, estaban a la espera de que algún país, a cambio de una importante indemnización comunitaria, aceptara cargar con esa chatarra.
Pero don Jaimito, muy suelto de cuerpo, se encargó de comprar ese material, importándolo al país. De más está decir, dadas las recientes revelaciones acerca del personaje, que nunca funcionaron, salvo contadas excepciones que, además, hubo que reacondicionar y adaptar previamente.
El matrimonio gay, el affaire Macri y, ahora, la momentáneamente frustrada legalización del aborto, siguen ocupando los titulares escritos y televisados y, además de ese episodio ferroviario, continúan tapando la realidad.
Esa realidad que, por ejemplo y para confirmar las peores profecías apocalípticas, se está llenando de violencia política. Las hordas kirchneristas, que se habían ensañado con Das Neves, con Solá y con Duhalde, perfeccionaron su accionar el fin de semana pasado, al establecer verdaderas vallas humanas de energúmenos para evitar que Chiche recorriera los barrios carenciados de Derqui y Pilar.
Tampoco ha tenido condigna difusión la denuncia formulada por ocho ex secretarios de Energía, que han desnudado los procederes mafiosos de Kirchner y su banda, que no trepidaron en importar fueloil, innecesario y carísimo y, además, altamente contaminante; el aire de Buenos Aires se llena todos los días de azufre por obra y gracia de la utilización de ese malsano combustible en las centrales Costanera y Puerto, pero nadie reacciona.
Para armar el escenario en el cual desarrollar los negociados con Venezuela, la primera espada de Kirchner –me refiero a De Vido- inventó la importación del fueloil, disfrazado de chavista.
El insumo sólo tiene de caribeño el domicilio de la compañía que lo intermedió, perteneciente a Marc Rich, un famoso delincuente indultado por Clinton.
Ese fueloil, como dije, era innecesario, puesto que Argentina exportó más de lo que importó; era carísimo, no sólo en términos absolutos sino, básicamente, en la relación precio-calidad. Y para permitir su importación, se obligó a Daniel Cameron, actual Secretario del área, a reducir sensiblemente las exigencias medio-ambientales vigentes.
Pero, claro, resultaba indispensable hacerlo para crear el fideicomiso, ése que permitió las maniobras en el mercado negro bolivariano denunciadas por el corajudo Sadous y el cobro de las coimas de Uberti y de Olazagasti, de De Vido y, en definitiva, del propio Kirchner. Allí está la verdadera razón de las muchas valijas voladoras y de los muchos vuelos privados a Caracas.
Detrás de las cortinas de humo, pasaron sin pena ni gloria el enriquecimiento ilícito de la parejita imperial, el financiamiento de la campaña por la mafia de los medicamentos, las valijas oficiales con cocaína en Barajas, las coimas de Skanska, la bolsa de Felisa Micheli, los desaparecidos fondos de Santa Cruz, la curiosísima «argentinización» de YPF, los negociados del juego, la expansión del «mercado» del paco y miles de otras lindezas que nos habrán legado los Kirchner con su «modelo».
Con el éxito mediático de don Néstor que, desde Olivos, continúa manejando e imponiendo la agenda, una sociedad totalmente apática y desmotivada a fuerza de televisores y autos en cincuenta cuotas, aparece como inerme e inane, incapaz de reacción alguna.
Todos los días presencia el circo montado para juzgar a los militares, olvidando que nuestros peculiares campeones de los derechos humanos guardan pavoroso silencio ante las atrocidades de Fidel y de Huguito. ¿Alguien recuerda alguna manifestación de los Kirchner en defensa de la libertad de los disidentes cubanos o de los opositores venezolanos?
La ciudadanía tiene que convivir, cotidianamente, con atroces episodios de inseguridad, que llena de muerte y de sangre el ánimo de los argentinos, mientras don Anibalito sigue hablando de «sensaciones». Y con aumentos de precios en los productos de primera necesidad, que licúan sueldos y jubilaciones y subsidios «universales» a un ritmo de 30% anual, mientras don Amadito sigue hablando de «reacomodamiento». Y con escasez de garrafas «sociales», con las cuales los más pobres pagan el gas muchas veces más caro que los ricos. Y con escándalos de corrupción que superan cuanto ha visto la historia argentina.
Sin embargo, como un David Copperfield nativo, don Néstor sigue desplegando sus trucos, y los argentinos de toda laya consumiéndolos, en lugar de discutir los temas verdaderamente importantes para la República. Esperemos, contra toda esperanza, que los senadores acepten convertir en ley la reforma al Consejo de la Magistratura, ya que ese debiera ser el principio del fin de este criminal reinado.