Occidente y la guerra
«La guerra es mala, pero la esclavitud es peor»
(Winston Churchill)
Desconozco alguna persona que disfrute las guerras, aunque presumo que tales personas existen. Ciertamente no pertenezco a este último grupo. Ahora bien, un somero conocimiento de la historia me indica que hay guerras necesarias, y no pocas son inevitables. Basta pensar en la guerra contra Hitler. No obstante, la civilización occidental, en su condición actual, parece haber olvidado la historia. Estoy convencido de que si en la Europa de hoy se le preguntase a la gente: ¿Qué prefiere usted, la guerra o la esclavitud?, una decisiva mayoría respondería: ¡La esclavitud! Ello se debe en parte a las comodidades materiales de la sociedad consumista, al impacto de la televisión y sus noticias contaminadas por la «corrección política» de la izquierda bienpensante, y también al relativismo moral, que sostiene que todo dá lo mismo y por lo tanto impide un firme compromiso con cualquier esquema coherente de valores.
Para infortunio del Occidente complaciente y pacifista, el 11 de septiembre de 2001 fue oficialmente declarada una guerra total, de raíz religiosa, por parte del radicalismo islámico contra la civilización liberal, democrática y capitalista en su conjunto, y no exclusivamente contra Estados Unidos e Israel. Esta guerra venía de atrás, pero ese día se reveló a las conciencias con inequívoca luminosidad. Sin embargo el paso del tiempo, y la ausencia hasta el presente de nuevos ataques de igual magnitud teatral, han debilitado en los distraídos electorados occidentales (incluido el estadounidense) la impresión inicial, y ya a
estas alturas muchos dudan si las imágenes de las Torres Gemelas derrumbándose reflejaron una realidad, o fue algo que vieron en alguna de las versiones de «Misión Imposible» o «Matrix». De la guerra total contra la democracia liberal dijo Hussein Massawi, un líder de Hezbolá: «No estamos luchando para que ustedes nos den algo. Estamos luchando para eliminarles».
Cabe en ese sentido recordar que el pasado día domingo 23 de julio el Presidente iraní, señor Mahmoud Ahmadinejad, ratificó a Israel su consejo de «empacar pronto las maletas» y salir del Medio Oriente. Poco antes había afirmado que «El problema básico del mundo islámico es la existencia del régimen sionista, y el mundo islámico debe movilizarse para removerlo». Como es bien sabido, el Jefe de Estado iraní considera que Israel debe «desaparecer del mapa», y la organización armada que Irán financia y equipa en el sur del Líbano, ante la absurda pasividad del gobierno libanés, no es sino la punta de lanza en la ofensiva destinada a cumplir tan anunciada meta. Pero a pesar de que todo ello es de sobra conocido, apenas Israel procura poner fin a la amenaza mortal que crece en su vecindario saltan de inmediato la ONU, la Comunidad Europea, y todos los medios de comunicación de la izquierda bienpensante para solicitar un «inmediato cese al fuego». Uno se pregunta: ¿un cese al fuego sin condiciones, un cese al fuego que permita que Hezbolá y Hamas prosigan sus diarios ataques contra Israel? ¿Cómo puede tomarse en serio a la ONU, y a los hipócritas en los gobiernos, francés y español, entre otros, que claman contra la guerra mientras prosiguen sus negocios con Irán?
Durante la Primera Guerra Mundial Estados Unidos perdió 116.000 soldados; en la Segunda Guerra las bajas alcanzaron 405.000; en Corea 37.000 y 58.000 en Vietnam. Comparemos esto con Irak, donde las bajas norteamericanas no alcanzan 3.000 (todas ellas dolorosas, por lo demás, así como las iraquíes), y sin embargo el Partido Demócrata y toda la prensa «liberal» empiezan a solicitar una fecha definitiva para el retiro de las tropas estadounidenses, sin tomar en cuenta el inmenso significado del esfuerzo que allí se lleva a cabo para generar un cambio político hacia la modernidad, que abra al mundo islámico puertas de
democracia y tolerancia. Este es un proyecto que requiere décadas y el empeño de generaciones, pero Occidente no está para eso: lo que deseamos
son gratificaciones inmediatas y resultados instantáneos. Occidente quiere huir de los retos que impone un mundo islámico en acelerada transformación. Pero Occidente no podrá eludir el desafío.
No creo factible que el Presidente iraní y sus seguidores se convenzan de las virtudes de la convivencia. Considero que Israel debe tomarse en serio sus amenazas. Pienso que Kofi Annan, Javier Solana, Vladimir Putin y Hugo Chávez no son los mejores intérpretes de lo que Israel debe hacer para sobrevivir. Me temo que la guerra entre Estados Unidos e Irán se hará inevitable, pues es suicida permitir que Mahmoud Ahmadinejad coloque sus dedos en el botón nuclear. Lamento profundamente todo esto, no me agrada ni entusiasma, pero no vislumbro la manera de cambiarlo. Occidente tiene que responderse a sí mismo: ¿Hay o no guerras necesarias?