Opinión Internacional

Obama y el espíritu reformista Norteamericano

Estados Unidos, como toda superpotencia, ha cometido excesos, trágicos errores e incluso, acciones criminales, y sin embargo -como afirma el filósofo francés Bernard-Henri Lévy- “los norteamericanos han sido a lo largo de su historia, infinitamente menos colonizadores que los ingleses, los franceses, los belgas, los holandeses, o desde luego, los rusos”.

Reconocidos los defectos de los EEUU, la elección de un hombre de color para la presidencia de ese país es propicia para conocer que esta confederación de estados nació con una institucionalidad que sigue intacta gracias a la sapiencia de sus fundadores que nunca ambicionaron revoluciones, sino, reformas basadas en debates y consensos.

Esta es la esencia del modelo político norteamericano y de la identidad de un país que no se basa en un noción geográfica, ni en un pasado común, ni mucho menos en la religión sino, en una “idea de querer ser” que ellos denominan el “American Dream” y que trata de aspirar a sueños de igualdad, de oportunidades y de tolerancia, sin distinciones de ningún tipo.

El triunfo de Barack Obama es quizá el más emblemático de los muchos ejemplos que demuestran como la sociedad norteamericana, lentamente, impone lo que su constitución manifiesta como “ese ideal siempre perfectible”, pero nunca totalmente factible, porque de otra manera dejaría de ser un ideal.

El acceso de un afroamericano al puesto de mayor poder de los EEUU se inició con la proclama de emancipación de esclavos por parte de Lincoln, lo cual condujo a la única guerra civil de su historia cuya culminación se consumó con el triunfo de los estados progresistas sobre los racistas. Sin embargo, este fue solo el comienzo de un largo y doloroso proceso de evolución pleno en sucesos que, en su momento, parecieron anecdóticos pero que en conjunto se transformaron en una ola de cambios que traerían a la palestra pública a hombres como Martin Luther King y muchos protagonistas del Movimiento por los Derechos Civiles de EEUU. Un ejemplo de lo anterior lo dio John McCain – en el discurso de reconocimiento de su derrota electoral – cuando rememoró un episodio de 1901 cuando el presidente Roosevelt invitó a cenar al educador y portavoz de la minoría negra sureña, Broker T. Washington, en lo que fue un escándalo para casi toda la elite política de la época escandalizada ante la visita de un negro a la entonces blanquísima Casa Blanca.

Obama llega al poder por medio de lo que los norteamericanos conocen como el progresismo, que desde comienzos del siglo 20 se manifestó en forma de movimientos de reforma por los derechos del voto a la mujer; reforma del sistema económico que creó a la Reserva Federal en 1913 (¡transformando al país en un capitalismo con regulación estatal!), así como la reforma de sindicatos y gremios de campesinos (con el destacado liderazgo del hispano César Chávez)
De esto se tratan los EEUU: de lo que viene desde el poder, pero más, de lo que viene de su sociedad, como todo lo que se desató un día de 1955 cuando una mujer negra, Rosa Parks, se negó a ceder su asiento del autobús a un hombre blanco; de los miles de hippies irreverentes que sacudieron la conciencia de su nación contra la guerra de Vietnam y de sus medios de comunicación revelando el escándalo de Watergate y causando la caída de un presidente.

El triunfo de Obama tiene sus huellas en estos precedentes, y también en el de los primeros afroamericanos que enfrentaron prejuicios raciales – cada uno en su entorno – como Jacky Robinson en el baseball, Jesse Owens en el atletismo, Sydney Portier en Hollywood – abriendo sus puertas a actores negros tras recibir un Oscar en 1962 – y como tantos artistas, músicos y profesionales que hicieron familiar presenciar, más tarde, a Jesse Jackson, Collin Powell y Condoleezza Rice en los corredores del poder.

Barack Obama simboliza en toda su plenitud a todos estos pioneros de su raza y de cualquier otro grupo étnico y religioso, cristalizando el sueño de M. L. King cuando avisoró el día en que “todos los hijos de Dios, hombre negro y hombre blanco, Judíos y Cristianos, Protestantes y Católicos” unirían sus manos.

Con todos sus defectos, el modelo estadounidense demuestra que no hacen falta guillotinas, ni revoluciones que se traguen a sus hijos, ni dictaduras, ni ejecuciones sumarias, ni confrontaciones étnicas, para crear una sociedad que este por encima de muchos de sus dirigentes de turno.

Fundado hace 28 años, Analitica.com es el primer medio digital creado en Venezuela. Tu aporte voluntario es fundamental para que continuemos creciendo e informando. ¡Contamos contigo!
Contribuir

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba