Obama triunfo de la cultura
El mundo, ese espacio redondo aun no enteramente descubierto o que tiene demasiados misterios qué revelar, observaba con múltiples atenciones la elección presidencial de los Estados Unidos. La cuestión es simple, como se le mire, sin importar el color de los cristales empleados, cuanto allí ocurra con tanta o mayor gravedad le ocurre al resto del mundo. Me gustaría minimizar, pero, pienso en los diabéticos sin insulina; qué sería de la China. Lo se amigo lector, la China existió miles de años antes de que ese gigante existiera, mas o menos de la misma edad que Venezuela, pero la China de hoy necesita a ese Gargantua insaciable para que le compre sus mercancías, en el exacto sentido en que Marx la definió en comienzo de El Capital; podríamos seguir y en privado hasta el Presidente HRCHF admitirá que si bien podemos vender petróleo a quien queramos –aleluya – qué bueno es que ellos lo compren, porque mientas mas ellos consuman el excremento del diablo, tanto mejor puede hacerse socialismo del XXI, pues el socialismo para que sirva demanda demasiados dólares y de menos dolores. Es probable que verdad sea que para el pobre el excremento del diablo es un castigo, mientras para los yankees una bendición que les permite la energía para mover su aparato productivo, militar, recreacional, servicios, etc., para seguir andando en el mundo, salvo que ese andar poco o nada tiene que ver con los caminos que al andar se hacen según sea el caminante de Machado, sino que el avío que llevan es muy grande y sus cámaras pueden ver lo oculto de casi todo el mundo y matar pueden sin razón alguna e inventar razones para matar. Mas, ah!, por cosas de este mundo, que siempre así ha sido, el bien y el mal, para simplificar, andan juntos y cada uno se convierte en el otro, según el tiempo, el espacio, la gente, en una palabra. Los imperialistas romanos nos dejaron tecnologías, derecho civil, mil mas cosas, pero sobre todo nos permitieron que por esas cosas que a los imperios les ocurren, hablásemos castellano, otros, francés, italianos los más cercanos, pero también rumano y portugués. Me siento orgulloso de ese imperio, muy agradecido, sin él yo no existiera. Pero también agradecido a este, por más o menos lo mismo que aquellos romanos hicieron. Etc.
Pues bien parte de esa expectativa, incluso de esperanza, surge de la consciencia humana que espera que esos inmensos recursos materiales, pero sobre todo los científico técnicos y la rectificación política se puedan emplear para la paz y la paz implica progreso material y cultural, o, cuando menos, que se le limen las garras a tan riesgoso tigre. Que no repita sus descomunales errores y sus monstruosos crímenes. Y ello será posible, en primer términos, por el empeño que los propios norteamericanos inviertan en esa dirección y, por los otros desarrollos científicos, tecnológicos, culturales, del resto del mundo, en segundo término. Y habrá un tercer término, lo que nosotros, y nosotros son acá lo que aquellos no son, podamos hacer y hagamos.
Un poco de historia no anda mal. La constitución de los Estados Unidos ha sido el más alto laboratorio del quehacer humano consigo mismo desde sus primeros tiempos. Irlandeses, italianos, ingleses, alemanes, etc., llegaron allí, a diferencia de los españoles que llegaron acá, para hacer su vida, hacerla!, los españoles, carecieron de propósitos, salvo los impuestos por la religión y la avaricia del poder imperial. Se reconocieron sus diferencias y se identificaban en la fuerza del trabajo y en la reafirmación de sus ideologías culturales. Esto los identificaba, los une pero también los diferencia, la tarea es entonces, cómo constituirse en un conjunto heterogéneo con unidad de propósitos. Este se logrará, años mucho más tarde, por el desarrollo de su literatura, de su pensamiento filosófico, y los desarrollos políticos, que tienen desde su Independencia un importante modelo, la democracia (que para no molestar a dogmáticos)que bien pudiera adjetivare como burguesa. Y mas allá fueron, hacer democrático también el modelo de producción, en cierto grado, con sus límites, una relativa identidad entre democracia y capitalismo. Relativa identificación que no es propia para casi ningún otro modelo en el mundo. Baste pensar en Alemania, en Francia, Japón, para solo dar los mejores ejemplos. Y será justamente ese proceso del desarrollo democrático y del modo de ir haciéndose su economía la que permitirá a los negros (a otros también pero no viene al caso) ir pasando de mano de obra esclava a mano de obra libre, en la economía; de marginal a ciudadano, en del plano político. De allí la trascendental importancia que ha alcanzado la libertad de los negros, complejo proceso, pero que se inscribe en esa lucha política, la de hacer del negro un ciudadano. Y en esos lo negros no andaban solos, no andan solos.
Sin ultimar detalles solo ejemplos, debemos andar desde Abraham Lincoln hasta Martin Luther King. Del Ku klux Klan a Harvard. Del recoge pelotas hasta el pelotero insigne, del limpiador del campo hasta el centro del Básquet. Del Jazz a Koplan y Berstein. De Causius Clay y Feyman. Ruego disculpas, caro lector, pero al dar estos ejemplos extremos, solo quiero poner la atención en el debido proceso. Casi como se habla en asuntos de derechos humanos. Pero esos ejemplos me permiten formular la tesis dura, los negros (mañana otros vendrán) logran su reconocimiento no porque sea la lucha de los afro descendientes, de negros contra blancos, aun cuando tenga a ratos esas trágicas concreciones, sino por algo mucho mas trascendental y verdadero: por la lucha de blancos, negros, etc., la cultura en una palabra, por la igualdad humana, por la civilidad. Y ese es el aporte de la cultura norteamericana que se objetiva en esta elección. Una inmensa mayoría de los votos de Obama son blancos, del mismo modo que una importante cantidad de negros votaron por el senador Mc Kein. No es la cultura que se cree que portan de manera orgánica, congénita y que pugna por reconocerse en su especificidad la que llevó a Obama al gobierno, sino es una cultura, una lucha, por la civilidad de la civilidad, la que hace posible esta nueva verdad. Esos negros, esos blancos, mañana esos chicanos etc., no son parte autárquica de la cultura norteamericana, sino que son la cultura norteamericana, cuya identidad ya está conformada y que empezó desde hace ya largo tiempo. Puse a Abraham Lincoln de ejemplo, pero fue tal vez un poco antes y él su mas bello episodio. El más ilustre mártir de la civilidad. Blanco y muy republicano ese señor, Señor!.
Para ahondar en la demostración de la tesis, ha de agregarse que esa maravillosa lucha tiene una calificación, civilidad y pertenencia. Es racismo de la peor especia, el más vulgar, proponer la legitimidad del enfrentamiento entre la cultura africana y la norteamericana (puede usted, lector, ampliar el ejemplo). Pues no se trata de eso. Si pudiere tener elementos originarios y mas que ello originales de la negritud (par usar un adjetivo accidental), son tan lejanos que ahora forman parte de esa unidad cultural, política, social, económica, imperialista también, que son los Estados Unidos. Volvamos a ejemplos. La secretaria de Estado saliente, la Condolezza, negra para mas bellos detalles, era la Secretaria de Estado de los Estados Unidos, y no una negra secretaria que por negra se desvela para proteger a los negros de África, por cierto donde también hubo blancos hace muchísimo tiempo, todo el tiempo. Y antes hubo un negro, primer comandante de la FAN de los Estados Unidos. Y el primer negro Secretario de Estado, Collin Powel. Republicano. No apoyó a Obama por negro, tal vez más por amistad, pero, sobre todo, por las posibilidades de una política que dé a la democracia mayor contenido social. Que sea más democracia social, cuya historia tiene grandes capítulos en Estados Unidos. Pues bien, ese negro, republicano renunció por enfrentar la ilegítima política guerrerista, imperialista de Bush.
Así, pues, el presidente Obama es estadounidense negro. Que triunfa porque es un estadounidense que corona un proceso cultural muy complejo, rico en contradicciones y aportes, y, desde luego, por sus condiciones humanas, por su liderazgo que, destáquese, tuvo un claro soporte en el ex presidente, Clinton, el de los senderos dionisíacos y las reflexiones apolíneas sobre la educación y, de modo especial, de la universidad. Obama gobernará como un estadounidense y hará de los intereses fundamentales de los Estados Unidos, el centro mismo de sus intereses, que son suyos, los intereses de su gobierno. Reitero, su personalidad jugará un gran papel. Su decisiva lucha por la civilidad no por la negritud será de importancia para el mundo, porque lo es, esencialmente, para los propios Estados Unidos. Una experiencia única que corona un largo trayecto y que ojalá por el bien de la humanidad trascienda.