Mito y realidad en torno a Abu Musaab al-Zarqawi
El pasado lunes 26 de abril, la televisión pública de Jordania interrumpía su emisión para anunciar la detención en Amman de siete terroristas y el hallazgo de varios vehículos cargados con explosivos. Se trataba, en concreto, de 20 toneladas de bombas químicas con las que un grupo de islamistas pretendían volar la sede del Gobierno, la embajada de Estados Unidos y el edificio de los servicios secretos jordanos. Según expertos en explosivos, un atentado de tal magnitud, el primero con carga química, habría destruido todo en un área de dos kilómetros y podría haber causado hasta 80.000 muertos y 160.000 heridos.
Entre los terroristas capturados poco antes de la ejecución del atentado se encuentra Azmi Jaiussi, quien no dudó en apuntar hacia Abu Musaab al-Zarqawi, su instructor en los campos de entrenamiento en Afganistán, como cerebro de la frustrada matanza. Siempre según el Gobierno jordano, Jaiussi ha declarado haber recibido 170.000 dólares enviados por Zarqawi desde Irak y documentación falsa proporcionada por un subordinado de Zarqawi en Siria. Pero, ¿quién es en realidad d’Ahmad Fadel Al-Jalayleh, más conocido como Abu Musaab al-Zarqawi?
La figura de este terrorista jordano ha estado siempre acompañada por un halo de misterio y confusión. Condenado a muerte en Jordania por el asesinato, en octubre de 2002, del funcionario estadounidense Lawrence Foley, su nombre se hizo popular en todo el mundo a partir de los intentos de la administración Bush por relacionar a Sadam Hussein con Al Qaeda. La historia es tan turbia como imprecisa. A principios de 2003, el secretario de Estado norteamericano Colin Powell apunta hacia el integrista jordano como la mejor prueba de las relaciones entre la red terrorista y el déspota iraquí. Varias llamadas telefónicas interceptadas por la CIA demostraban que Zarqawi se encontraba en Bagdad en 2002, recuperándose de las heridas recibidas en Afganistán.
Sin embargo, el 3 de febrero de 2003, el semanario estadounidense Newsweek publicaba una información en la que los servicios secretos británicos (MI6) ponían en duda la presencia de Zarqawi en Irak. Cuatro días después, The Wall Street Journal sacaba a la luz una investigación elaborada por los servicios secretos alemanes en la que se afirmaba la ausencia de pruebas que relacionasen a Zarqawi con Sadam. De cualquier manera, parece probado que Zarqawi se unió en 2002 a Ansar Al Islam (grupo terrorista iraquí situado en el nordeste del Kurdistán). No obstante, a principios de 2003, la ONG Human Rights Watch y el centro de estudios International Crisis Group, negaban, en informes elaborados desde el Kurdistán iraquí, cualquier relación entre Ansar Al Islam y Sadam. Sí señalaban en cambio, una estrecha colaboración entre los integristas iraquíes y el Gobierno iraní, implicación que Estados Unidos prefirió obviar.
Para mayor confusión, al tiempo que el Departamento de Estado establecía esa inverosímil relación Zarqawi-Al Qaeda-Sadam, el ejército estadounidense negaba la pertenencia de Zarqawi a Al Qaeda, si bien subrayaba que “colabora con ellos cuando le conviene”. La invasión estadounidense de Irak y la posguerra no han hecho sino aumentar la confusión en torno a la figura de Zarqawi, que ha pasado a ser, según la página web del Departamento de Estado, “lugarteniente de Bin Laden”.
El Gobierno de Estados Unidos le acusa de pertenecer a Al Qaeda, de dirigir Ansar Al Islam desde la detención en Noruega del Mulá Krekar en enero de 2002 y de estar al frente de un grupo extremista jordano conocido como Al Tawhid. Sin embargo, de lo único que se tienen pruebas sólidas es de su responsabilidad en la dirección del grupo terrorista Jun Al-Shams (Combatientes del Levante). Además, después de darle por muerto el 4 de marzo de este año, ahora se le sitúa en la ciudad iraquí de Faluya, cercada por tropas estadounidenses desde el pasado 6 de abril.
En cualquier caso, la confusión (generada por la utilización interesada y torpe de la información por parte de los estadounidenses y acentuada por la costumbre de Zarqawi de reivindicar cualquier atentado) no debe restar importancia al carácter sanguinario del terrorista. Así, Zarqawi se encuentra detrás del atentado contra la sede de la ONU en Bagdad en agosto de 2003 y se ha probado su participación en otros 25 atentados suicidas cometidos en territorio iraquí. Su estrategia es clara: provocar y prolongar una guerra civil en Irak como medio para expulsar a los estadounidenses y fundar un emirato. O en palabras del propio terrorista, recogidas en una carta dirigida a los dirigentes de Al Qaeda que fue interceptada por tropas norteamericanas: “Como se puede observar, la solución para nosotros (…) es implicar a los chiíes en la batalla, porque es el único modo de prolongar la lucha entre nosotros y los infieles”. Con este objetivo organizó, en agosto de 2003, el ataque a la mezquita del Imán Ali, en el que murió el gran ayatolá chií Bakir-Al Hakim.
A pesar del cerco al que le someten las tropas estadounidenses, Zarqawi no ha cesado en su actividad terrorista dentro y fuera de Irak. Así, existen indicios sólidos de su participación en el atentado suicida contra la embajada de Estados Unidos en Jordania (abortado el pasado 17 de abril). Además, organizó y dirigió los atentados suicidas en lanchas motoras contra las instalaciones petrolíferas de Basora y Jor Al Amaya, el 24 de abril de este mismo año.
Abu Musaab al-Zarqawi es un criminal extremadamente peligroso, responsable directo de cientos de muertes. Su estrategia en Irak puede desencadenar una guerra civil de impredecibles consecuencias. Los últimos atentados frustrados demuestran su intención de amplificar las masacres. Utilizar la información sobre su paradero y actividades con fines políticos y estratégicos es una torpeza y, peor aún, una imprudencia de fatales consecuencias. Los mitos y leyendas son muy apropiados para las novelas de espías, pero poco ayudan en la convulsa realidad iraquí.