Mirar el futuro
Las crisis, como la que está padeciendo el sistema financiero de los Estados Unidos y cuya magnitud ha sido considerada como la peor de su historia después de la gran depresión de los años 20, generan cantidad de conflictos. En momentos como éstos surgen los arrepentimientos por no haber tenido mejor juicio para evitarlas. El caos causado en infinidad de empresas financieras norteamericanas hubiera podido impedirse de haberse controlado con eficiencia las actividades que lo generaron, así como de no haberse otorgado tanta flexibilidad a los dirigentes de las empresas financieras involucradas. Pero a estas alturas en que el daño está hecho de nada nos sirven las recriminaciones, salvo para desahogar la rabia de quienes gracias a tales irregularidades han perdido sus viviendas, han quedado sin trabajo, o se encuentran a punto de un colapso nervioso. Las crisis surgen por falta de previsión; pero al igual que la fiebre sube en los casos de infecciones, aquellas son el mejor antídoto para advertirnos respecto a lo que está mal, no para que nos sentemos a llorar, sino para que intentemos corregirlo. Dicho en otras palabras: de las crisis se sale, de la tumba no.
Ahora, cuando la sociedad Norteamericana no ha terminado de reaccionar ante tales hechos; y en donde los distintos gobiernos del mundo exigen del gobierno Norteamericano un toque mágico para resolver en un tris la grave situación, es la oportunidad para reflexionar respecto a las lecciones que podemos extraer de estas circunstancias. No estamos refiriéndonos a lecciones complicadas sino a esas que se aprenden a los golpes; y es que en situaciones de debilidad como estas es cuando nos damos cuenta de nuestra vulnerabilidad para atraer otros hechos, los cuales en muchas circunstancias son aprovechados por nuestros enemigos.
Uno de estos hechos que al parecer nadie quiere ver, es la silenciosa y profunda penetración que organizaciones reconocidas como terroristas en el mundo, como Al Qaeda o el brazo armado del Hezballah, han venido haciendo desde hace algunos años en la América Latina bajo el amparo de Jefes de Estado; autoridades gubernamentales; organizaciones civiles de aparente fachada humanitaria; movimientos religiosos; y distintas personalidades de pretendida solvencia moral, quienes quién sabe bajo qué circunstancias y en base a qué criterios, colaboran con dichos terroristas bajo la ingenua creencia de que «si los ayudas, por lo menos no se meten contigo».
La crisis financiera nos obliga a mirar hacia otros lugares, porque así como cualquiera de nosotros puede perder la cabeza por quedar en la ruina; de no atajarse a tiempo otras situaciones será algo más que la cabeza lo que podríamos perder. Para muestra basta recordar los dramáticos sucesos del 11 de Septiembre de 2001. Entonces, aparte de las trágicas consecuencias conocidas, el mundo se enteró cómo desde antes habían existido elementos de juicio para investigar la posibilidad de un ataque de gran envergadura en contra de la nación norteamericana. Lamentablemente, según cuentan los mismos involucrados en las investigaciones, las referidas informaciones no fueron tomadas en serio «porque de tantas denuncias que habían recibido, era imposible valorarlas todas». Es decir, que para beneficio de los terroristas funcionó la moraleja de Pedro y el lobo: que de tantas advertencias respecto a la aparición del lobo, cuando éste por fin apareció, nadie lo tomó en serio y el lobo se los comió.
Resulta prácticamente imposible prever los detalles de una acción que en principio desconocemos; pero lo que sí es factible y altamente recomendable, es verificar cuáles son los pasos de aquellos que se mueven a nuestro alrededor. Sin necesidad de ser un especialista, si usted detecta que en su vecindario existe un animal que tiene pico, patas largas, plumas, vive en una laguna y además grazna, probablemente no le cueste mucho deducir que es un pato.
Relaciones como las desarrolladas por el presidente Hugo Chávez de Venezuela, quien ha abierto la puerta de par en par de su país a gobiernos como el de Irán, con una diferencia tal entre ambos pueblos como las del aceite y el vinagre, son dignas de tomar en cuenta. Para quien pretenda mirar hacia otro lado haciendo ver que el problema no le interesa, déjeme decirle que la distancia entre la capital de Venezuela y el estado de Florida, por ejemplo, se recorre en un avión regular en solamente dos horas y media gracias a la tecnología moderna. Pues bien, todo el mundo ha visto la actitud arrogante del presidente Ahmadinejad, más aún del odio hacia los Estados Unidos en general. De igual manera la comunidad internacional ha escuchado su reto de «desaparecer de la faz de la tierra al estado de Israel». No estamos hablando de un charlatán acostumbrado a decir tonterías. Estamos refiriéndonos a un gobierno cuya práctica es incitar a la violencia y a los peores actos terroristas en los países a su alrededor. Lo hemos visto en el Líbano y lo hemos visto en Irak, por nombrar casos de fácil demostración. Por si esto fuera poco Irán desde hace años desarrolla la energía nuclear al margen de las normas del Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares del cual es parte. Las actividades terroristas de ciudadanos de ese país, amparados por su gobierno, han sido reconocidas en todo el mundo, incluso en la América Latina. El pueblo Argentino todavía llora a sus muertos después de los ataques recibidos por la comunidad judía en ese país mediante la explosión de la Embajada de Israel y del centro mutual AMIA en los años 90. En estos atentados se descubrió que los responsables pertenecían al servicio exterior de Irán, como fue demostrado gracias a la contribución de miembros de los servicios de Intelige ncia de Venezuela y Argentina. Estos son solo un ejemplo real, no meras fantasías, del peligro que significan las relaciones de algunos gobernantes; pero tan grave como estas relaciones es la ceguera de otros.
El descubrimiento por parte del gobierno Estadounidense de funcionarios del servicio exterior venezolano producido hace 3 meses (cuyas cuentas bancarias han sido congeladas por las autoridades Norteamericanas) de su vinculación con el ala terrorista de la organización Hezbollah, no es una simple coincidencia. La aparición en Ecuador de computadoras pertenecientes al fallecido Raúl Reyes, uno de los más sanguinarios Comandantes de las llamadas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) en donde se verifica, como lo ha ratificado la INTERPOL, la colaboración con dicha organización de autoridades del gobierno venezolano son otro indicio de la peligrosa situación que se está gestando a nuestro alrededor. En tales computadoras consta la estrecha relación entre esa organización y el hasta hace unas semanas Ministro del Interior y Justicia venezolano, Ramón Rodríguez Chacín. De hecho el propio gobierno de los Estados Unidos acaba de ordenar congelar las cuentas bancarias de este personaje, así como las de los actuales Directores de la Inteligencia, tanto civil como militar venezolana. Estos hechos tampoco pueden pasar desapercibidos por el mundo.
Tales ejemplos, sin mencionar cómo gracias a la simpatía del gobernante venezolano, países que hasta hace poco carecían de relación diplomática con Irán, o éstas eran casi nulas, como los casos de Bolivia y Nicaragua, ya son socios y amigos del gobierno de Irán, no son tampoco ficción. Gracias a la intervención del jefe de Estado Venezolano, dichos gobiernos han puesto en sus manos importantes negocios financieros como la electricidad en Nicaragua o la industria del Cemento en Bolivia. Resultaría bastante difícil convencer al ciudadano común respecto a la importancia estratégica que puedan tener para Irán tales países, salvo el de mantener su presencian allí como puente hacia los verdaderos destinos de interés y cuya presencia sería más difícil de justificar frente a los organismos de inteligencia. Por otro lado existen otras circunstancias, como el uso de pasaportes venezolanos por parte de ciudadanos pertenecientes al grupo Al Qaeda, que han sido descubiertos durante operativos de las autoridades anti terroristas y que nos demuestran la punta del Iceberg que algún día empezará a derretirse.
Los estadounidenses se encuentran golpeados por la crisis económica que toca a sus puertas. Por estos días la reñida campaña electoral en los Estados Unidos pareciera pasar prácticamente desapercibida. El problema petrolero, curiosamente vinculado al alza de los precios y a la vulnerabilidad de los Estados Unidos como cliente de países como Venezuela, es otro tema que en los actuales momentos se encuentra en suspenso, pero que está allí latente. La crisis financiera no puede ser excusa para que quienes tengan a su cargo el resguardo de las valiosas vidas de sus compatriotas y de quienes han escogido a los Estados Unidos para vivir escapando de las tragedias de sus pueblos sigan disimulando el peligro potencial que significan los hechos descritos. El mismo daño dirigido por tales terroristas desde el Medio Oriente; Asia o la Europa Oriental puede producirse si las acciones provienen de otros frentes como la América Latina.
El mundo vio con asombro e inmensa tristeza los sucesos del 11 de Septiembre; aprendió que la vida puede desaparecer en segundos; lloró y sufrió por todos esos inocentes que murieron gracias al odio enfermizo de unos terroristas. Esta sociedad posiblemente de tanto dolor disculpó los errores cometidos por quienes estaban a cargo de su seguridad; ¿Pero si algo sucediera ahora, cuando las autoridades están distraídas en apagar el fuego de Wall Street, los volveríamos a perdonar?