Opinión Internacional

Minas, chorros y recuerdos

“Muchas veces compramos el dinero demasiado caro”. William Makepeace Thackeray

En la medida en que muchos lectores me han preguntado mi posición acerca del problema generado entre el Gobierno –nacional y provinciales- y los pobladores de las zonas afectadas y los ambientalistas de todo cuño en torno a la minería a cielo abierto, y confesando mi supina ignorancia sobre el tema, dedicaré algunos párrafos al tema.

Primero, estoy convencido que la extracción de oro utilizando el cianuro como catalizador es altamente contaminante y compromete el futuro de generaciones. Desde otro ángulo, no parecen haberse descubierto aún otros métodos que reemplacen al cuestionado. Sin embargo, también creo que existen tecnologías -por cierto, mucho más caras- que permiten reciclar y reutilizar totalmente el agua contaminada, evitando que el cianuro llegue a la napas freáticas y provoque el envenenamiento de todas las formas de vida.

En resumen, el problema se reduciría a establecer severas normas ambientales en todo el territorio que exijan la protección a la biosfera y la contratación de importantes seguros para cubrir los riesgos de accidentes, que siempre pueden presentarse, de forma tal que los daños producidos sean reparados por las empresas mineras y no por los ciudadanos en general, a través de sus impuestos.

Pero esa reducción, al menos en la Argentina, no es una cuestión menor. Aquí, quienes ejercen los más altos poderes del Estado, en sus tres niveles y casi sin excepción, han demostrado con creces su permeabilidad a la hora de atender los intereses de las compañías. Así, doña Cristina vetó la Ley de Protección a los Glaciares, aprobada por unanimidad en ambas cámaras del Congreso, y condena como terroristas a los mismos ambientalistas que protegió sin límites en la cuestión de las pasteras, Beder Herrera (La Rioja) ha dado un giro copernicano en sus posiciones al respecto, Gioja (San Juan) y su familia son proveedores de las mineras, y Corpacci (Catamarca) manda a su Policía y a sus patotas a reprimir a quienes se oponen a estas explotaciones.

Entonces, surge la pregunta de oro: en un tema crucial, como es el agua y el ambiente humano, ¿dejaría Ud. el control de calidad en manos de estos señores? La respuesta a este dilema, que amenaza con convertirse en una piedra en el zapato del cristi-kirchnerismo debiera ser, por lo menos hasta que recuperemos la confianza en nuestras instituciones, encomendar ese control a algún organismo ambiental internacional exento de toda sospecha y avanzar con la explotación de nuestros enormes recursos mineros.

 

La semana política estuvo signada por otros dos temas, absolutamente relacionados entre sí por un acto fallido. Me refiero, obviamente, a la papelera Ciccone y su vinculación con nuestro egregio Vicepresidente de la Nación, don Amadito, y al aumento de las dietas de los legisladores nacionales.

 

Y cuando digo que los vincula un acto fallido, estoy hablando de las declaraciones del Presidente de la Cámara de Diputados, don Julián Domínguez. Este dijo, sin ponerse colorado, que los aumentos de los sueldos se justificaban porque, de lo contrario, el ejercicio de la política estaría reservado sólo a los ricos y a los ladrones.

 

Es claro que, entonces, si ese aumento se produjo recién ahora, las cámaras deben haber estado compuestas, hasta hoy, por personajes así, poderosos y deshonestos. Creo que don Domínguez cometió un craso error al limitar su imputación a los legisladores, ya que el Vicepresidente y algunos miembros del Poder Judicial han demostrado, aún por su solo silencio, que también son miembros privilegiados de esa cofradía.

 

Que la Corte Suprema no haya dicho palabra acerca de los prostíbulos de don Zaffaroni o del anillo de don Oyarbide, o que doña Cristina, tan afecta a las cadenas, no haya mencionado ni una sola vez el escándalo que desnudó Alconada Mom en “La Nación” y que tanto afecta a don Amadito, y que no se haya producido un marcado reproche por parte de la ciudadanía en su conjunto son hechos que mucho explican sobre nuestra sociedad y, sobre todo, de la forma en que escogemos a nuestros representantes.

 

Como siempre sostengo, es mentira que “los pueblos tienen el gobierno que se merecen”; lo correcto es que “los pueblos tienen el gobierno que se les parece”. Porque todos estos cafres que nos gobiernan no salieron de un repollo o nos los trajo una nave espacial de una galaxia remota; son “nosotros” y, como tales, tienen nuestros mismos defectos y nuestras mismas –escasas- virtudes.

 

Como contrapartida a un crecimiento que mucho debe agradecer al viento de cola -¡con los precios de la soja de los últimos años, hasta De la Rúa hubiera sido un estadista!- y a un consumo incentivado más allá de toda lógica por el populismo de los Kirchner, la sociedad no reaccionó –y sigue sin hacerlo- frente a hechos tales como

• La modificación en el Consejo de la Magistratura, que puso bajo la férrea bota del Poder Ejecutivo a todo el Poder Judicial.

• El cambio de facto del sistema de coparticipación federal de impuestos, que doblegó a todos los gobernadores a los deseos de la familia imperial.

• La destrucción del Indec, la falsificación de todas las estadísticas oficiales y el ocultamiento de la galopante inflación y su efecto sobre millones de pobres.

• La pérdida de doce millones de cabezas de ganado, el aumento sideral del precio de la carne y su correlativa disminución del consumo.

• Los falsos pero altisonantes anuncios de inversiones chinas.

• El financiamiento de las campañas del Frente para la Victoria con las valijas de Antonini Wilson y el aporte de las droguerías vinculadas al narcotráfico.

• La desaparición de los “fondos de Santa Cruz”, sin dar nunca explicación alguna.

• La sistemática destrucción de todos los organismos de control de la Administración: Oficina Anticorrupción, Fiscalía de Investigaciones Administrativas, etc.

• Los siderales precios de la obra pública en Santa Cruz, que más que duplican los practicados en San Luis, por ejemplo.

• La permanente desobediencia a sentencias adversas de la Corte Suprema, casos Procurador Sosa, Perfil o Badaro, por ejemplo.

• La dilapidación de fondos públicos en propaganda encubierta a través de los medios de prensa propios o de amigos, o en los programas Fútbol para Todos y, ahora, TC para Todos.

• El saqueo de todas las “cajas”, desde el Banco Central, el Banco Nación, la Anses, el Pami, hasta la apropiación de los ahorros privados en las AFJP’s.

• El inexplicable enriquecimiento patrimonial –en “blanco”- de personas que sólo han tenido cargos públicos, comenzando por los mismos Kirchner.

• La compra, por centavos, de tierras fiscales en Calafate, para revenderlas inmediatamente a precios siderales.

• La destrucción, por falta de inversiones, en las redes ferroviarias y camineras del país, mientras se dilapidan fortunas en objetivos menores, pese a la creciente cantidad de muertes que ello provoca.

• El otorgamiento de concesiones petroleras, especialmente en Santa Cruz, a amigos del Gobierno que sólo habían visto el petróleo cuando cargaban nafta en el auto.

• La pérdida de reservas en petróleo y gas y la permanente desinversión en el sector, y la transformación de la Argentina de país netamente exportador de energía a país importador.

• La creciente dependencia del exterior para abastecer al consumo interno de combustibles, a precios cada vez más caros.

• La “estatización” de Aerolíneas Argentinas, con subsidios que llegan a los dos millones de dólares diarios, para que viajen sólo los ricos.

• El fabuloso endeudamiento con la Venezuela de Chávez, mientras se pregona el pago al Fondo Monetario, que cobraba tasas muy inferiores.

• Los aviones, yates y casas de Ricardo Jaime.

• La bolsa con dólares de Felisa Miceli.

• Las estafas de los Shocklender y las Madres de Plaza de Mayo, línea Hebe de Bonafini.

• La sobrefacturación de obras públicas, y el uso de facturas “truchas” para encubrir las coimas a funcionarios.

• La constitución de una consultora para trabajar con el Gobierno, de la que fueron accionistas don Néstor y doña Cristina.

• La persecución sistemática a la prensa independiente, especialmente mediante el reparto discriminatorio de la pauta publicitaria oficial.

• El fabuloso crecimiento de la “industria” del juego, que exprime hasta los centavos de los sueldos de los más pobres.

La lista, obviamente, no termina allí, pero mi memoria es frágil y continuarla va a depender del aporte de cada lector. Sin embargo, permite comprender a qué me refiero cuando hablo de la lenidad con que la sociedad trata a la corrupción del poder, mientras éste le garantice autos, plasmas y vacaciones. La comparación con el Brasil de Dilma Rousseff, que no duda en echar a los ministros sospechados de corrupción, es un espejo cercano que nos devuelve una triste imagen de la Argentina.

Pero, lamentablemente, todo esto es pan para hoy y hambre para mañana, como comprenderemos en poco más de un mes, cuando comiencen a golpear nuestros bolsillos aumentos tarifarios que, como bien dijo y ejemplificó Roberto Cachanosky el lunes, superarán a los del famoso “rodrigazo”.

Hoy, el único enemigo serio de doña Cristina y su gobierno es la economía que, mal que le pese a don Patotín Moreno, tiene reglas propias e inmutables. El escenario macro no tiene nada que ver con el que arrojó al país al abismo del 2001 y, sobre todo, no hay en la oposición –ni en el propio Gobierno- nadie que pueda ser una alternativa de poder.

Federico Pinedo –traicionando a los abogados en el Consejo de la Magistratura por la vía de Alejandro Fargosi, o aplaudiendo los disparates de la señora de Kirchner- desde el Pro, y Mario Barletta –tratando de cambiar a Leandro Despuy en la Auditoría General de la Nación por un correligionario más “buscador de consensos” con el poder- desde la UCR, son botones de muestra de qué cabe esperar de los pseudo opositores.

Pero, como siempre digo, en las crisis se nota el temple de algunos, que se destacan espontáneamente. Habrá que ver cuándo sucede este fenómeno, y cómo reaccionará un pueblo desilusionado por el fracaso de este “modelo” de falso bienestar.

El miércoles próximo, me comprometo, ofreceré las primeras ideas para ese cambio, tan indispensable para la viabilidad de Argentina como país.

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