Opinión Internacional

Meditaciones sobre la Propuesta de San José

No nos parece adecuado llamar Acuerdo de San José a lo que fue apenas una propuesta del presidente Arias muy equilibrada por cierto, en su calidad de mediador entre las partes en conflicto referente a la crisis que en estos momentos atraviesa Honduras. Escribo estas líneas el miércoles de noche y la propuesta contentiva de puntos precisos para el cumplimiento de lo que sería un acuerdo acaba de ser rechazada por los representantes de Manuel Zelaya. Aún no se sabe qué pasará con la representación de Roberto Micheletti pero todo lleva a pensar que también la posición será de rechazo y el escenario continuará siendo el mismo.

No sería muy aventurado suponer que lo inaceptable para quienes ejercen el gobierno hondureño hoy día es la condición de regreso al poder del depuesto presidente. Esto, en vista de que su presencia se convertiría en un riesgo para la estabilidad del país considerando que, por lo que muestra la prensa nacional de Honduras así como cadenas internacionales las multitudinarias manifestaciones a favor de la salida de Zelaya se perciben como mayores a las manifestaciones contrarias al actual gobierno.

Y para quienes apoyan a Manuel Zelaya, la condición de abstenerse a llamar a una constituyente para la reforma constitucional, y permitir la reelección, se presentaría como piedra de tranca. De resto, los demás puntos propuestos podrían ser considerados espacios ‘aceptables’ para ambas partes toda vez que para que exista un ‘acuerdo’ se hacen imprescindibles hitos de negociación. Y en toda negociación por lo general privaría el ‘ganar-ganar’ como resultado final.

¿Por qué no ceder entonces? ¿Por qué no permitir que el presidente exiliado retorne y con la convocatoria a elecciones se regrese a la constitucionalidad? ¿Y por qué empeñarse en una reforma constitucional aparentemente amañada para permanecer en el poder en lugar de seguir el hilo que manda la ley? Quién sabe si las respuestas se encuentran más fuera de sus fronteras que dentro de ellas.

Es cierto que hubo un golpe de estado en Honduras y no es lo que debe suceder dentro de un sistema democrático, pero también es una verdad inocultable que quien gobernaba pretendía imponer su voluntad modificando las leyes y siguiendo el ejemplo de gobernantes como el de Venezuela, Nicaragua, Bolivia y Cuba. En ese espejo se han mirado los hondureños y podríamos imaginar que con terror. No en vano aparecieron pendones referentes al rechazo que provocan los mandatarios de esos países y su voluntad de desligarse de cualquier similitud con esos gobiernos. Eso también debía ser objeto de análisis. Lo deseable es que si un gobernante comete delito, se sigan los mecanismos que otorga la ley para estos casos. No fue así y solo nos queda ver los hechos desde afuera. Pero es muy sencillo ver la paja en el ojo ajeno sin ver la vara que tenemos en el propio.

Es conocido por el mundo entero el protagonismo que ha tenido el presidente Chávez sobre los eventos de Honduras. Y sin embargo su intervención en forma de amenazas militares al gobierno de facto, su verbo irrespetuoso y su llamado de alerta a la OEA_ cuando no hace tanto tiempo desdecía de esta organización_ no han sido objeto ni siquiera de un llamado de atención por parte de países que se suponen garantes de la estabilidad democrática en la región. Esos mismos países cuyos mandatarios condenan un golpe de estado_ quizá por temor cuando radiografían sus entrañas_ permanecen inertes ante los arrebatos de visceralidad de su par venezolano.

A la vez, la Unión Europea presiona a Honduras en defensa de la democracia pero la segregación de que son víctimas muchos centroamericanos en sus países es vista más como una menudencia que como un problema neurálgico de violación de los Derechos Humanos. ¿Entonces? ¿Quién entiende? Además, no por nada el primer mandatario venezolano es personaje obligatorio en las páginas de opinión de la prensa europea y no siempre por honrosas razones.

Solo podremos desear que la Propuesta de San José sea discutida nuevamente, que la negociación continúe, se logre un acuerdo y el pueblo de Honduras sea el que gane. Que la democracia limpie terreno mediante un gobierno de unidad y reconciliación nacional donde impere la ley para todos por igual. Por la paz de Honduras y en beneficio de toda Latinoamérica. Sin sanciones que ahoguen la economía de un país en desventaja y sin hacer juicios prematuros ocultando la historia de nuestros pueblos.

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