Opinión Internacional

Medalla de Oro para Vladímir Putin

Con el Primer Ministro ruso Vladímir Putin en los juegos olímpicos de Beijing, y el Presidente ruso Dmítri Medvedev de vacaciones, el duo Bush-Cheney decidió que era el momento idóneo para liquidar militarmente a la zona autónoma de Ossetia del Sur; repetir después la operación en la zona autónoma de Abkazia e integrar, finalmente, a su anexo neocolonial Georgia en el Bloque de Poder de la burguesía transatlántica y su brazo armado, la OTAN.

Fiel a su condición de siervo político, el “Presidente” neocolonial de Georgia, Mijail Saakashvili ejecutó la autorización de Bush-Cheney para cometer el peor crimen que conoce el derecho internacional: la guerra de agresión. Mintiendo descaradamente sobre una supuesta “tregua” en Ossetia, el delincuente político lanzó sorpresivamente a su soldadesca —entrenada por instructores estadounidenses— contra la zona autónoma, donde cometió un sinnúmero de crímenes de lesa humanidad contra la población civil.

La camarilla Bush-Cheney-Saakashvili incurrió, sin embargo, en el grave error de subestimar a Putin. El ex estudiante de derecho, quien había realizado en la Universidad de Leningrado su tesis sobre la política imperialista de Washington en África, para después ingresar a la dirección de Asuntos Exteriores de la KGB y practicar sus conocimientos en una unidad soviética de investigación política y militar en Dresden, en la RDA, conoce al monstruo imperial a fondo y reaccionó magistralmente ante la conspiración imperial-oligárquica.

Aplastó con rapidez y eficiencia militar a las hordas militares de Saakashvili, pese a los refuerzos militares traídos por el Pentágono, desde Irak. Cuando Saakashvili ofreció una tregua unilateral, no la aceptó. Aprovechó su ventaja militar para consolidar las posiciones rusas en el campo de batalla. Terminada esta fase firmó una tregua con Georgia orquestada por el operador transatlántico y politplayboy Sarkozy. Signado el papel, procedió a ocupar militarmente la estratégica ciudad Grosi. Y cuando el imperialismo empezó a movilizar su maquina militar y mediática mundial para responder, simplemente paró las maniobras militares para llevar el conflicto a la dimensión política-diplomática.

El complejo militar-industrial estadounidense se quedó atónito ante el impecable software de defensa antiimperialista y las jugadas maestras del ex abogado. Oficiales del Pentágono revelaron que no habían contado con una reacción tan rápida y contundente de su adversario. Condoleezza Rice, la Secretaria imperial de Relaciones Exteriores, advirtió ayer a Putin que Rusia ya no es lo que fue la Unión Soviética. Tiene razón, pero se le olvida que Estados Unidos tampoco ya es, lo que fue en 1990 y que el abogado Putin de la exKGB no es el inepto soñador de Gorbachev, ni el borracho neocolonial de Yeltsin.

La lección principal del conflicto para América Latina es esa: las conspiraciones imperial-oligárquicas no se derrotan con buenas intenciones, sino con el poder real disuasivo y destructivo que pueden movilizar las fuerzas de emancipación. Lo demás es folklor.

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