“Mc Ondo’s”
Hace una semana el escritor García Márquez recibió un homenaje que le tributó el IV Congreso Internacional de la Lengua Española, en Cartagena de Indias, conmemorando la primera edición de “Cien Años de Soledad” en 1967.
Los actuales monarcas españoles compartieron junto a políticos liberales como Clinton y Úribe, el tributo a Gabo – gran amigo y admirador de Fidel Castro – e incluso, intelectuales y escritores de diversas geografías e ideologías olvidaron sus rencillas ese día, mientras se presentó edición popular de su famosa novela con un prologo basado en un ensayo de Vargas Llosa, aunque ambos no se dirijan la palabra hace 30 años, demostrando que como en su obra, el tiempo real puede ser también circular y la realidad confundirse con la magia.
Macondo y sus personajes son emblemáticos de los desencontrados que se encontraron en el tributo a Gabo, pero también, es hoy, más que un lugar, una dimensión que existe en todos los rincones del mundo. Cuando un portavoz del gobierno de Zimbabwe declara “ilegal a la inflación” y otro del de Estados Unidos critica torturas que se perpetran en otros países, se conducen bajo la lógica de Macondo. Cuando el régimen venezolano publicita el programa “Alo Presidente” como el programa “de más rating en el país” y el primer locutor de la nación crítica los valores del mercantilismo y la competencia, significa que de ese pueblo viene y hacia ese pueblo va. Cuando Al Qaeda – que intenta restaurar un imperio islamista – llama a otros “imperialistas” o cuando el partido comunista chino encuentra coherencia entre su ideología y la propiedad privada, Macondo se viste de amarillo.
Macondo se globaliza en una treintena de idiomas por las traducciones de los libros de Gabo, y también, de alguna manera, se ha convertido en una especie de franquicia en donde niños como Isabel ven lloviendo promesas y miserias, en donde se hacen “Mama Grandes” funerales a generales que dictaban aunque no tuviesen quienes les escribiesen, y sobre todo, Macondo se universaliza en hojarascas de eventos que parecen anunciar males que no duran cien años, pero sí dejan marcas de soledad.