Opinión Internacional

Mal comienzo

No había transcurrido una semana desde que Juan Manuel Santos fue electo próximo presidente de su país cuando comenzaron a aparecer los síntomas de que el mandón de  Miraflores no tiene  la más mínima intención de normalizar las relaciones  con Colombia.

Primero fue el mezquino e hipócrita mensaje de felicitación para el presidente electo colombiano. Lo elegante, lo cortés, lo decente, lo propio de un estadista que se precie  de tal, habría sido que al apenas conocer los resultados del escrutinio tomara el teléfono para felicitarlo personalmente. Esa es la tradición entre gobernantes de países vecinos. Así lo hizo el presidente de Brasil y, aunque unos días después, en un gesto de hidalguía también el presidente de Ecuador.

Pero no, fue solo el día siguiente, pasado el mediodía, cuando la Cancillería emitió un escueto y mal redactado comunicado en el cual el Gobierno hizo “llegar su congratulación al hermano pueblo colombiano” y el Gobierno transmitió “su felicitación por la victoria obtenida al Señor Juan Manuel Santos, Presidente Electo, a quien le augura éxitos en el ejercicio de su nueva responsabilidad”.

Nótese que no es el presidente quien felicita su nuevo colega  presidente, sino “el Gobierno”. Además dentro de la ruindad del lenguaje empleado lo trata de “señor Juan Manuel Santos”.   

Pero el comunicado va más allá. Formula una advertencia, una amenaza velada cuando agrega que el gobierno de Venezuela “estará muy atento, no solo a las declaraciones de los voceros del nuevo gobierno, sino a los hechos que vayan perfilando el tipo de relaciones que pueda ser posible llevar con sinceridad y respeto con el Gobierno Electo”.

El viernes pasado, desde Bolivia, como preparando el terreno para nuevas confrontaciones, el mandón de Venezuela le ha exigido al presidente electo de Colombia que anule el convenio de cooperación militar concluido con los Estados Unidos. «Ojalá el nuevo Gobierno de Colombia retire las bases yanquis». «Eso sería un fruto para evaluar el deseo de cambio».

No conforme con eso, refiriéndose a la operación que llevaron a cabo las fuerzas armadas colombiana contra la guarida de Raúl Reyes, también dijo: «Ojalá que el nuevo presidente de Colombia, algún día (…) al menos reconozca que fue un error aquella grosera, salvaje invasión al territorio sagrado de Ecuador».

Como para rematar agregó: «Estamos evaluando, habrá que ver si el nuevo gobierno de Colombia viene a ocupar la senda del respeto (…) Pero habrá que ver los hechos, eso no se logra sólo con palabras». «Habrá que ver qué pasa con las bases estadounidenses».

Ese lenguaje y esas manifestaciones conducen a pensar que el mandón de Miraflores no tiene la más mínima intención de aceptar la rama de olivo que le ofreció el presidente Santos en su discurso el mismo día de su elección cuando afirmó que en  su gobierno las relaciones internacionales tendrán como eje la diplomacia y el respeto, que aspira a trabajar de la mano con los países vecinos y propuso hacer a un lado “los conflictos del pasado”. Santos no mencionó para nada a Venezuela pero el destinatario del mensaje no podía ser más evidente.

Quisiera no  estar  equivocado pero conociendo la insensibilidad, la naturaleza inescrupulosa de quien gobierna nuestro sufrido país, creo que venezolanos y colombianos  seguiremos padeciendo los efectos del absurdo e injustificado embargo comercial y económico que, producto de su soberbia, ha impuesto a las relaciones con el hermano país vecino.

 

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