Opinión Internacional

Los lagos de la cueca

(%=Image(5478230,»L»)%)Desde hace muchos años en Chile, se canta y se baila, especialmente para la conmemoración del 18 de septiembre, día de la independencia nacional, la ya tradicional cueca de los lagos, aludiendo en la letra a esos bellísimos parajes lacustres del sur del país. No todos los habitantes conocen esta región tan paradisíaca. Nosotros tuvimos la suerte de incorporarnos a parte de ella, cuando éramos muy infantes, en una época próxima al término de la de la década de 1940, tiempo en que nuestra abuela materna Marta se trasladó con su hija Aída, muy joven aún, a residir al poblado de Melefquén, siguiendo la ruta de Beto, uno de los hermanos mayores, comerciante – aventurero, quien ya vivía en la zona y que un par de años después emprendería el viaje itinerante hacia la república de Argentina, atravesando los lagos de Panguipulli y el Pirehueico hasta desaparecer para siempre, allende los Andes, sin que por nunca jamás la familia hubiese tenido noticias de su desplazamiento por el territorio argentino.

Desde la primera vez, nunca dejé de visitar a la abuela, sobre todo en época de vacaciones escolares, viajando en esos trenes, que surcaban con vagones de primera y tercera clase las distancias en el día y en la noche, procedentes de donde yo estuviera, ya fuera Santiago, Valparaíso, Hualqui o Talcahuano; lugares, donde residí en mi temprana infancia. Melefquén era un poblado, en aquella época, prácticamente de colonos y de reducciones indígenas. Mi abuela se instaló con un negocio de provisiones, y ahí, fui testigo de la existencia de los primeros mapuche de la tierra sureña. Los veía pasar en la mañana en carretas, cargados con diversos productos de la tierra. y en la tarde, con lo que les restaba de los ingresos logrados, se detenían en el abasto y adquirían artículos alimenticios variados. Después, rendidos por el viaje, las cervezas y el vino, ingeridos a veces, retornaban a sus predios agrícolas, durmiendo, guiada la carreta sólo por el instinto de los bueyes que ya se conocían la ruta del retorno.

La primera vez que me aproximé al lago Panguipulli fue ese primer año, cuando la abuela y mi tía prepararon un exquisito “cocaví”, consistente en pan amasado, unos cuantos huevos duros y un pollo asado, a fin de trasladarnos al pueblo cercano, donde se situaba el lago, con motivo de concurrir a la celebración del milagroso San Sebastián, el 20 de enero, fecha en que acudían miles de devotos. Ese día, temprano, nos pasó a buscar un amigo de mi abuela don Carmen Lagos con su esposa, quien era muy conocido en la zona por ostentar el cargo de regidor. Venía en un Ford del año 29 ó 30 y nos enrumbamos a nuestro destino. Nos fuimos directamente a la iglesia parroquial. Las imágenes que conservo de esa ocasión son de una gran concurrencia de innumerables mapuche y peregrinos. Finalizado el oficio religioso nos dirigimos al lago, que en ese entonces era conocido solamente por la población residente en la región. Recuerdo que nos ubicamos en una playa, bordeada por unos frondosos quilantales. Como yo era menor, los adultos no se preocuparon de mí, de tal suerte que por ahí me comí casi todo el pollo de la abuela, mientras los mayores le hacían los honores a un pavo asado que había llevado don Carmen Lagos. Rememoro también el ir y venir del Enco, un barquito que surcaba las aguas del Panguipulli y que trasportaba a los habitantes y trabajadores de Neltume, localidad situada en plena cordillera, al otro lado del lago.

Con posterioridad, el dos de febrero, día de la Candelaria fuimos a la población de Calafquén, donde existía una capilla en la cual se veneraba a esta Virgen .Ahí, tuve la primera impresión de este lago, como si fuera una postal, con el volcán Villarrica nevado que se visualizaba al fondo. En Melefquén, me entretenía con otros infantes entre los matorrales, cazando pájaros o en busca de frutas silvestres, como el maqui, nalcas, chupones, murtilla u otras similares. Cuando llovía me quedaba en la casa construida con tejuelas, ejecutando algunas tareas de diversas materias escolares, supervisadas por mi tía, quien también me facilitaba algunas lecturas, de Emilio Salgari, el Robinson Crusoe de Daniel Defoe o Los Tres mosqueteros de AlejandroDumas..

En esos constantes viajes veraniegos, apareció un galán, vestido de huaso, montado en una hermosa cabalgadura. Ese era Enrique “Chefo” Martínez, procedente de las tierras de Ancapulli, ubicadas en los alrededores del lago Calafquén. Comprendí, de inmediato, que era el enamorado de mi tía, en esos años veinteañera, la única más rubia de la familia, portadora de unos vivaces ojos verdes. No pasó mucho tiempo cuando Chefo logró su objetivo y se comprometió ante la ley de los hombres y de Dios de convertirse en el cónyuge para toda la vida de mi tía, enamorada de un sol. Al año del enlace y ya nacido el primogénito, la familia incluida mi abuela, decidieron trasladar la residencia hasta la localidad de Panguipulli, en una instancia en que empezaba a surgir el pueblo. Mi abuela continuó con el abasto de provisiones, mientras Chefo explotaba sus tierras de Ancapulli y mi tía . recibía y criaba a sus hijos hasta completar el número de cinco. La única actividad económica de la época se centraba en la empresa de ferrocarriles del estado, la cual estaba presente en la zona con una flota de camiones, que en esa época me impresionaban por su tamaño. Se les conocía como los “Federales”.Servían para transportar durmientes que se adquirían para el ferrocarril, desde Panguipulli y la población de Calafquén hasta Lanco, la más cercana estación ferroviaria.

Durante incontables oportunidades volví a Panguipulli y sus alrededores y constaté el crecimiento y modernización de la población. Las calles fueron asfaltadas. Llegó el agua potable y empezaron a arribar los turistas nacionales, descubriendo su propio país, al encontrarse con un lago de aguas tranquilas, con una pureza y diafanidad envidiables, emanada de la naturaleza.. La vivienda de mi abuela , de pronto, se ubicó en la vía más transitada del pueblo, pero no alcanzó a disfrutarla plenamente, porque cayó en el sueño eterno al término de la década de 1950. Luego, la seguiría Don Chefo Martínez, su yerno, el jinete que antaño transitaba por Ancapulli, Melefquén Lican- Ray y Calafquén, tras de su amada. Hombre muy trabajador, consolidó algunos bienes urbanos rurales para sus hijos, porque él tuvo que irse tempranamente de este mundo terrenal. Su organismo no resistió al ir y venir de esa época, aún de colonos, con una ingesta, donde siempre estaba presente la carne, que se manifestaba en corderos y ovejas que se sacrificaban semanalmente, entre “ñaches” y”apoles”, guisos mapuches elaborados con la sangre del animal, no conocidos en el resto del territorio nacional. No ocurrió, lo mismo con Don Primitivo, su padre, quien logró empinarse con el mismo estilo de vida sobre los ochenta años de edad..

En el año 1970, regresé mis tres primeros críos y su progenitora. Nos instalamos por una semana en la cumbre de Ancapulli, frente al lago Calafquén, en el extremo sur del lago. Por ahí, un día transitando por un bosque umbroso de pellines y laureles, nos encontramos con un mapuche, quien empleando una trutruca o pifilca invitaba con el sonido a la comunidad indígena para concurrir a un nguillatún que se celebraría próximamente. De igual modo, con Alfonso, el tercer hijo de Don Chefo, ya adolescente, hicimos un viaje a caballo hasta Lican- Ray, poblado en aquel entonces constituido por una aldea de la etnia remota, aún no descubierta por el turismo nacional.

Al retornar por primera vez a la tierra patria, después de 16 años de forzado exilio, la familia descendiente de Don Chefo y la tía de la mirada verde, junto a mi hermana Silvia quien también se prendó de un panguipullense en ese ir y venir por estas tierras cordilleranas, nos agasajaron , frente a una esplendente luna que se miraba y acicalaba en las aguas apacibles del lago Calafquén, con una vaquilla asada regada con una sabrosa y fuerte chicha de manzana. Esa noche arribó, igualmente, Don Primitivo, frisando los 80 años de edad para compartir con sus nietos, ya mayores, y conmigo. Esa noche nos amanecimos, escuchando al anciano agricultor contándonos relatos e historias de pumas, de machis, de leyendas del lago protagonizadas entre mapuche y huincas, como aquella de Lican Ray, donde un capitán español y una hermosa indígena, prefirieron internarse en las profundidades de la poza lacustre, ante de que sus núcleos familiares no les permitieran mantener, en vida, una relación plena de amores que pretendía ser indisoluble.

Ahora, nuevamente hemos retornado a esta región lacustre tan hermosa. Nos radicamos por algunos días en Lican- Ray, convertido hoy en un balneario y sitio de reposo de innumerables grupos familiares, que acuden presurosos, desde distintos puntos de la Araucanía y del país en general, a disfrutar de los meses de solaz. En poco más de 30 años, el lugar aldeano de antaño, se ha transformado en un balneario muy visitado. Por el lago, surcan lanchas y naves menores accionadas por motores de alta cilindrada. Las dos playas principales se llenan de multicolores tapasoles. La vía principal de la localidad presenta un intenso tráfico automotor y las quintas, cabañas, locales comerciales y residencias veraniegas ornamentan el poblado. Los veraneantes van y vienen por la plaza de armas, visitan un bello centro artesanal, disfrutando de un incontaminado aire cordillerano y de algunos sabores olvidados en la ciudad como el pan amasado, la tortilla de rescoldo y otros productos vegetales frescos, que expenden todas la mañanas en una feria levantada exclusivamente para ofrecer los productos de la tierra mapuche, en un porcentaje elevado por familias campesinas, que provienen de las tierras fértiles de las diversas riberas del lago Calafquén.

Desde Lican-Ray, nos dirigimos uno de esos días a las alturas cordilleranas en busca de las termas, que llevan el mismo nombre de un pueblo, hoy, emergenete y renacido para el turismo. Se trata de Coñaripe, población que décadas atrás fue arrasada por la lava y la avalancha del volcán Villarrica, pillán, llamado por el pueblo mapuche, cuando hizo una violenta erupción. La última acaeció en los albores de la década de 1970.Pasado Coñaripe, nos internamos por una camino pedregoso rumbo a las cumbres. Detrás, a lo lejos se divisa el volcán Villarrica y nos empiezan a acompañar unos murallones pétreos, a través del valle, que empieza a estrecharse, hasta que al final se nos acaba e iniciamos el ascenso de una empinada cuesta cordillerana, por un camino angosto y terroso. Al final, arribamos a la cúspide del murallón y al empezar el descenso, visualizamos como si fuéramos en un avión , las instalaciones de las termas, que se observan minúsculas, ubicadas a escasa distancia del escondido lago Pellaifa. Al terminar el viaje, disfrutamos de un centro termal modernísimo, de aguas calientes, aguas frígidas y un lodo, erupcionado de las profundidades calientes. Al término del día, retornamos impresionados por la belleza del paraje, y de pronto, recordamos que por estos lugares debió haber transitado, clandestinamente, el insigne Pablo Neruda, cuando por el año 1947 debió abandonar el país perseguido por el régimen del presidente “bonchón”, Gabriel González Videla. Por vías ocultas, seguramente llegó hasta los alrededores de Liquiñe, y así alcanzar la frontera argentina para arribar a la localidad de San Martín de los Andes, de donde viajó a Buenos Aires y posteriormente continuó un exilio de años por Europa y el mundo entero.

De igual modo, recorrimos el lago Villarrica, que se extiende entre esta ciudad y el balneario de Pucón, portador de varias estrellas. Aquí, nos encontramos con un turismo a mayor escala nacional e internacional. Bordeando el camino desde Villarrica, una de las ciudades más antiguas fundadas por los españoles y abandonada después por más de 200 años, hoy floreciente, visualizamos hoteles, condominios y construcciones de elevado costo. Pasamos frente al Antumalal ,hotel señorial, construido hace muchos años, el cual ha albergado a personajes de relevancia, como la reina Isabel y el Príncipe Felipe de Inglaterra, cuando visitaron a Chile en época del presidente Eduardo Frei Montalva, en la década de 1960.Al llegar a Pucón, observamos un balneario de alto nivel. Su atractivo se encuentra en que esta población se sitúa entre el lago y el volcán Villarrica, lo cual invita al disfrute de ambos elementos naturales. Es uno de los pocos centros turísticos en el Chile del sur que no cierra en la época invernal, por cuanto se ha convertido de un tiempo a esta parte en un atractivo para innumerables aficionados al esquí y a los deportes invernales, que se practican en el no siempre tranquilo volcán sureño.

Pasamos muy fugazmente por Panguipulli. Mi hermana y su esposo nos vienen a buscar una tarde a Lican-Ray para concurrir a un asado al palo que prepara, Luis, un hombrazo, macizo y elevado de estatura, de ascendencia alemana, cónyuge de una de nuestras bellas sobrinas. Arribamos, en la noche cuando el asado está a punto de concluir, manejado por las diestras y grandes manos de nuestro sobrino. A poco andar, nos vemos impelidos a cortar parte de la carne, desde el propio asador, a nuestro gusto y acompañarlo con papas cocidas y variadas ensaladas que adornan la mesa; todo, regado por un buen vino tinto y algunas cuantas cervezas valdivianas. Esa noche nos informamos del lago. Nos alegramos, porque por fin, las autoridades locales concretarán el proyecto de descontaminar la gran poza lacustre, la cual por el crecimiento de la población se la obligó a recibir los desechos de los habitantes, el que cae justo a través de un conducto en el sector de los quilantales, donde nos instalamos por primera vez, cuando visitamos Panguipullli para un 20 de enero de la década de 1940.De esta suerte, la localidad que llegó a ser llamada la “ciudad de las rosas”, rescatará el bien natural que le corresponde para el disfrute de la población y de los turistas que en la actualidad lo han convertido en un lugar de tránsito hacia otros sitios como Pirihueico o el Riñihue, donde han surgido fabulosas mansiones, propias de magnates, como la de Andrónico Luksic, patriarca de unas de las familias más millonarias del Chile de hoy, o constituyen refugios discretos de antiguos colaboradores del ex régimen dictatorial de Pinochet, a quienes hoy se los puede ver confundidos en la iglesia panguipullense, los días domingos, en la misa de 11, golpeándose el pecho, comulgando y rezando a Dios, tal cual lo hace el anciano ex dictador en la capilla que ha construido en la parcela de descanso, situada cerca de Santiago; tal vez, arrepentidos y pidiendo salvación de sus almas, la cual indudablemente no lograrán, por haberse constituido en los responsables de la muerte de 3 mil personas y el quebrantamiento de 200 mil familias que tuvieron que escapar al exilio.

Los lagos de la cueca continúan en el mismo sitio, al alcance ahora de todos los connacionales, de todos los latinoamericanos y de todos los turistas provenientes del mundo entero para que gocen y vengan a comprobar, donde se inició el paraíso y Adán se tentó ,comiendo la manzana que le ofrecía Eva, la cual ahora, lamentablemente, ha desaparecido a causa de las multinacionales forestales, niponas y europeas, que han arrasado con las quintas , con los árboles frutales de esta zona, en sus afanes de cultivar eucaliptus, para producir el papel para las computadoras. Estas plantaciones se desarrollan en escaso tiempo, pero deterioran la tierra y el ambiente, al degradarlos porque absorben los minerales y las fuentes originales de las aguas que consume el hombre en sus afanes por continuar perviviendo hacia el futuro, en un contexto cada día más disminuido y deshumanizado

Fundado hace 28 años, Analitica.com es el primer medio digital creado en Venezuela. Tu aporte voluntario es fundamental para que continuemos creciendo e informando. ¡Contamos contigo!
Contribuir

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba