Los héroes están cansados
Yves Montand, María Félix, Jean Servais, Curd Jürgens, Gérard Oury y Gert Fröbe fueron los principales actores de reparto, bajo la dirección de Yves Ciampi. Jürgens recibió el premio del Festival Internacional de Cine de Venecia, la Copa Volpi, en 1955, como principal actor de reparto. En Venezuela vimos el filme, aún adolescentes, uno o dos años después, enmarcado en el Festival de Cine Francés tan común en esa época.
El filme franco-alemán describe, en la ciudad imaginaria africana Ciudad Libre, cercana al mar (Liberia), cómo las personas involucradas, varios alemanes y franceses, superan las diferencias de su procedencia europea y asimilan las experiencias vividas en la Segunda Guerra Mundial. El filme plantea también la igualdad de africanos y europeos y sus diferencias en sociabilidad y gusto por la música. Finalmente, promueve la comprensión y la paz entre los pueblos, aún antre antiguos enemigos.
La acción.
Después de la Segunda Guerra Mundial se encuentran en un hotel de Ciudad Libre varios franceses y alemanes. Nina (Elizabeth Manet), casada con un negro, comercializa exitosamente a mujeres europeas y africanas el arte de la peluquería aprendido en París. El alemán Herrman (Gert Fröbe) se dedica a reparar relojes, olvidando su pasado como político. Otro alemán, Wolf Gerke (Curd Jürgens), desempeña silenciosamente su papel como eficiente empleado de varios hombres de negocio, extrañando en Navidad su época de as como piloto de combate.
Francois Séverin (Jean Servais), antiguo abogado, regenta un hotel y no puede tolerar que su esposa Manuela (María Félix) ya no lo quiere y, en su lugar, se reúne con otros hombres, también negros. El francés Michel Rivière (Yves Montand), también antiguo piloto de combate, no quiere seguir volando como piloto civil. Desea independizarse creando una pequeña empresa de aviación, financiandose con diamantes robados que encuentra en su avión. Villeterre (Gërard Oury), un comerciante rico, tiene buenos contactos con la policía en Ciudad Libre. Olsen (Hans Verner), un individuo que circunnavega el mundo, se queda en la ciudad porque no puede pagar la reparación de su velero.
Los personajes se reunen frecuentemente en el bar del hotel e intercambian sus experiencias. Pero en una ocasión se producen disputas debido a los problemas entre Francois y Manuela y al comercio de los diamantes. Un revólver desaparece. Más tarde, Michel busca la forma de contrabandear los diamantes fuera del país. En el filme se presentan varias escenas, en las que los negros bailan al ritmo de tambores. Nina observa, especialmente como baila su esposo. Mientras unos celebran la Navidad, Gerke, Michel y Nina encuentran rota la caja fuerte en la que estaban los diamantes. Sospechan que Francois los ha enterrado en un gallinero y lo obligan a sacarlos. En la pelea, Francois derriba a Gerke, encierra a los héroes en el gallinero y huye con los diamantes. Seguidamente Francois mata a Manuela, porque lo había rechazado definitivamente. Arrastra el cadáver hacia un bote de remos y sale al mar abierto. Michel y Gerke nadan tras él. Francois les dispara las balas restantes hiriendo a Gerke. Luego lanza al mar los diamantes, uno a uno, frente a los ojos de Michel, quien no puede alcanzar el bote. Rescata a Gerke herido y lo lleva a la orilla. Francois hace zozobrar el bote y se hunde junto con Manuela. En la escena final, los antiguos enemigos de guerra cruzan juntos la calle, Gerke apoyado sobre Michel. Los héroes están cansados.
Otros héroes…también cansados.
El 26 de julio, fecha oficial en la que los cubanos celebran el aniversario de la revolución, es el día de ir a Santa Clara. Allí se selló la caída del régimen de Batista. Desde entonces es considerada como la cuna de la revolución. Igualmente se recuerda el ataque al cuartel Moncada en Santiago de Cuba hace 57 años; quienes participaron son los héroes de la nación, los que pocos años después terminaron con la sangrienta dictadura para conducir a Cuba por la ruta del comunismo.
Un comunismo que hoy en día descansa sobre piernas temblorosas. Una economía por el suelo. Un pueblo pobre y sin libertad, temeroso, sus derechos humanos violentados, cuyo descontento crece, pero cuya modesta crítica es apagada implacablemente por el régimen. No se puede disentir, al menos abiertamente. Recuérdese a los presos de conciencia de la Primavera Negra. A Orlando Zapata Tamayo, símbolo, muerto en huelga de hambre hace apenas un año (23 de febrero). Pero todo eso parece olvidarse en ese día. Todo es manos alzadas y gritos de loas a Fidel, a Raúl, al Che y a la revolución. Todos, mujeres, hombres, niños, de todas las edades, con banderitas de Cuba en las manos y hasta paraguas para protegerse del sol.
La muchedumbre espera, alegre, el inicio de la ceremonia, en la Plaza de la Revolución, donde destaca la sobredimensionada estatua del Che Guevara. Suena el himno “Hasta siempre, comandante”. Todos conocen la historia del Granma. De memoria. Pero se la vuelven a contar. La nostalgia está presente. Es historia. Historia para agarrarla, bajo la figura de Fidel y Raúl, todavía vivos. Son la leyenda personificada de aquellos días.
Aparece Raúl con el uniforme de Comandante Supremo. Una breve puesta en escena. Les entrega algunos documentos a ciertos camaradas que se han distinguido por sus servicios a la nación, saluda con la mano a la multitud y desaparece de la tribuna. El héroe está cansado.
¿Y Fidel? Una operación intestinal lo puso fuera del mando y debió dejar sus funciones. Desde 2006, año del traspaso (¿herencia?) de los asuntos del estado hacia su hermano, es éste quien ha hablado durante las celebraciones anuales, con sobriedad. Pero, ¿y en este último año? ¿Qué sucedió? Los espectadores están confundidos. Tienden a consolarse a sí mismos con explicaciones sencillas: “Raúl no es el gran orador que era Fidel. Y él lo sabe”. Sin embargo, no están satisfechos. La nostalgia continúa presente. No hay respuestas. Y el cansancio de este héroe es evidente.
La operación, la convalecencia y la edad de Fidel han puesto de manifiesto la necesidad de su alejamiento del marco político cubano. Es obvio, el héroe está cansado. Senectud y patología. A pesar de la férrea voluntad para la sobrevivencia. Ya no existen aquellos discursos extensos y apasionados, electrizantes, sin notas escritas. Sobre muchos tópicos. Hoy habla sobre temas más universales, en entrevistas o ante pequeños auditorios, como el peligro de una guerra nuclear o los problemas ambientales, repitiendo lo que otros líderes o especialistas, mundiales o no, expresaron hace largo tiempo. Redescubre asuntos antes desechados por él. Envía un mensaje a Ahmadinejad para que deje de calumniar a los judíos. No hay novedad. No hay innovación. Hay, si, contradicciones.
Una de esas contradicciones fue notoria. Entrevistado durante tres días en el verano de 2010 por el periodista Jeffrey Goldberg, de la revista The Atlantic de los Estados Unidos y Julia Sweig, experta en asuntos cubanos del US Council on Foreign Relations. expresó “el modelo cubano no funciona más ni siquiera para nosotros”. Explosiva e inesperada declaración. Pero una vez publicada, Fidel indicó en un discurso dado en la Universidad de La Habana, que había sido correctamente citado, pero que “en realidad mi respuesta significaba exactamente lo contrario de lo interpretado por ambos periodistas norteamericanos con relación al modelo cubano. Mi idea, como todo el mundo sabe, es que el sistema capitalista no funciona más para los Estados Unidos o el mundo”. Y agregó, “¿Cómo podría un sistema como ese (el capitalista) funcionar en un país socialista como Cuba?”. ¿Incoordinación? ¿Irreflexión? ¿Una realidad reprimida que consiguió ser externalizada involuntariamente?
El periodista Goldberg no tardó en responder. Hizo un experimento lingûístico y escribió cuál enunciado sería lo opuesto a lo dicho por Fidel: “El modelo cubano funciona tan bien para nosotros que quisiéramos exportarlo”. Pero eso no fue lo que dijo. ¿Qué quería expresar? Se especula que fueron expresiones para apoyar a su hermano hacia una cautelosa liberalización de la economía, que todavía no ha impuesto o no ha podido imponer. El héroe está cansado. El guerrero necesita reposo. Necesita reemplazo. Y su hermano también. Quizás sean las nuevas generaciones, aquellas que, uniformadas, bailan y desfilan en la tribuna al final del acto en Santa Clara, las que contribuirán con sus nuevas ideas a paliar la permanente crisis.
Entre nosotros.
También entre nosotros existen personajes cansados en la política, restos de combatientes como acertadamente los llamó Milagros Socorro (El Nacional, 09-01-2011), pero sacados del olvido por el Ejecutivo Nacional. Es el caso del presidente de la Asamblea Nacional designado para el período 2011-2012. “…un buen guerrillero…y nunca dejó de serlo”. “…especie de fósil balbuceante”. “…movía a la piedad al mismo tiempo que daba risa”. Mediocre entre la mediocridad. Del cerro El Bachiller a la Asamblea Nacional. Sin pasta de líder político. Sin lustre. Sólo fuerza de choque. Ficha castrista. Ducho en las acciones conspirativas. Pero merecedor, ya, del descanso que le corresponde como viejo guerrero. No está allí para estimular la paz y la comprensión entre rivales, para conciliar ni para atravesar la calle apoyado en el hombro de su antiguo enemigo, como en el filme analizado en este texto. Fue colocado allí para aniquilar, sin contemplaciones, lo que resta de la institucionalidad político-democrática venezolana.