Opinión Internacional

Lo que el viento le dejó

A fines de agosto de 2005 George W Bush tenía una aceptable popularidad de casi 50% cuando debido a su torpe y lenta reacción a la emergencia del Huracán Katrina en New Orleáns, y su indiferencia ante la tragedia de sus habitantes luego de que se desbordó el Mississipi, quedo desprestigiado hasta el punto de llegar a ser, junto a Nixon, el presidente más impopular de Estados Unidos en los últimos 50 años. Katrina desnudó el descaro y la frivolidad de un presidente que dijo que el desastre “no se podía prever” y que tardó cuatro días en acortar sus vacaciones para encargarse personalmente de la calamidad.

Al contrario que Katrina – La “Lewinsky de Bush” – el viento y las tormentas que acompañaron a Gustav podrían dejar una secuela positiva a la campaña de John McCain, quien busca diferenciarse del actual presidente, con el cual tiene pocas coincidencias en cuanto a su personalidad, su visión de la geopolítica internacional y su trayectoria de conciliar con el Partido Demócrata.

Gustav le dejó a McCain:
– La oportunidad de realizar la convención para proclamarlo oficialmente como candidato, con una excelente excusa para suspender los discursos de rigor, de Bush (que envió un video) y más importante aún, del siniestro vicepresidente Dick Chenney.

– Una excusa para minimizar los festejos de la convención y mostrar su sensibilidad – aquella que exhibió en la campaña entre los republicanos, cuando fue el único precandidato en reconocer y condenar las torturas que realiza EEUU en nombre de la lucha contra el terrorismo, y por supuesto, mediatizar el drama y proyectar la imagen de que a su partido le importa el país, su gente, e incluso, sus pobres.

– Un momento favorable para contrarrestar la personalidad carismática y la capacidad oratoria de Obama, que no proyecta una cualidad que mucha gente en todo el mundo busca en sus líderes: empatía y compasión.

Érase una vez que un presidente con una bajísima popularidad consiguió dar un giro, gracias a una tragedia, en la percepción que los norteamericanos tenían de él: Bill Clinton, en 1995, tras el atentado ejecutado por el terrorista Timote McVeigh contra el edificio federal de Oklahoma City, logró poco a poco remontar el desprestigio de sus dos primeros años en el gobierno, luego de su enérgica reacción de socorrer a los sobrevivientes de la tragedia y exhibir una gran empatía que lo conectó emocionalmente con buena parte de los norteamericanos. Clinton dejó la Casa Blanca como uno de los presidentes más populares de EEUU.

¿Será Gustav el McVeigh de McCain?

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