Lectura sobre las elecciones en Costa Rica y El Salvador
Las recientes elecciones celebradas en Costa Rica y en El Salvador, demuestran que el péndulo político en América Latina comienza a marcar una tendencia opuesta al modelo de exportación ideológica que el Chavismo pretende llevarle a nuestra región al financiar movimientos populistas con vocación totalitaria apoyada desde La Habana con el espejismo del “Socialismo del Siglo XXI”.
En Costa Rica, el candidato del Frente Amplio José María Villalta -quien recibió todo el apoyo material y logístico de sus aliados del ALBA- llegó en un lejano tercer lugar con 17% de los votos, por lo que los electores se concentrarán el próximo 6 de abril en la segunda vuelta optar sea por el candidato oficialista Johnny Araya de Liberación Nacional o por Luis Guillermo Solís del recientemente fundado Partido de Acción Ciudadana. Ello confirma que los Ticos –admirados en América Latina por su apego a la democracia- se definirán entre dos candidatos que ofrecen cumplir programas que contemplan transformaciones sociales en materia de salud, vivienda, y educación, pero también ofrecen que estos cambios estén enmarcados en un perfeccionar la democracia, en una economía abierta y respetando todas las tendencias ideológicas existentes.
En el caso de El Salvador, el actual Vicepresidente Salvador Rodríguez Ceres, dirigente del FMLN, quien a pesar del ventajismo oficialista y del respaldo de Petrocaribe a los Alcaldes del Frente Farabundo Marti, al no lograr el triunfo en la primera vuelta, deberá medirse nuevamente con el Alcalde de San Salvador Norman Quijano del Partido Arena, quien tuvo la desventaja de que el ex Presidente y miembro de su partido Tony Saca, le restara un porcentaje importante de votos al presentarse también en las elecciones. Si bien el ex líder guerrillero Rodríguez Ceres está muy bien posicionado para salir electo, el hecho de ir a una segunda vuelta, lo obligan a ofrecerle a los electores mantener una posición similar a la del actual Presidente Mauricio Funes, asegurando una posición moderada como la que le permitió a Ollanta Humala ganar en la segunda vuelta en Perú, alejándose de sus posiciones pro Alba, y ofreciendo mantener relaciones comerciales y económicas con los Estados Unidos y con la Unión Europea a través de los Tratados de Libre Comercio, si es que quiere contar con los votos suficientes para asumir la máxima magistratura.
En los dos países centroamericanos se confirma la misma tendencia de otras elecciones recientes que se realizaron en América Latina como en los casos de la derrota de la esposa de Zelaya en Honduras, la perdida de Lugo en Paraguay, el descalabro de las elecciones de Cristina Kirchner que le impiden ir a la reelección y el deterioro evidente de otros Gobiernos complacientes con el modelo autoritario que han debido enfrentar movimientos de indignados y denuncias de corrupción de sus principales dirigentes; mientras que en otros países en los que una izquierda democrática triunfo como fue el caso de Bachelet en Chile, lo hizo basada en un compromiso de dialogo y respeto a la disidencia. Todo ello nos confirma que el péndulo político parece estar tomando un nuevo giro, y que volveremos a ver procesos en los que el fortalecimiento de la Democracia, el apego al Estado de Derecho, a la separación de poderes, al respeto a los Derechos Humanos y a las libertades, constituirá la vía correcta para lograr una mejor calidad de vida para los más pobres, pero con una amplia participación de todos los sectores en cada uno de los países.