¿Latinoamérica sin Europa?
¿Tanto nadó la Unión Europea para morir en la orilla?. La legítima aspiración de convertirse en una potencia geopolítica mundial a partir de su impresionante proceso de integración económica, se ve hoy amenazada por el surgimiento de potencias emergentes, por la crisis financiera global, por la frágil recuperación económica y por un Barack Obama que declina la invitación a asistir a la próxima Cumbre de Madrid por problemas de agenda.
Las respetables designaciones del nuevo presidente del Consejo Europeo (Herman Van Rompuy) y de la nueva Alta Representante para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad (Catherine Ashton), no parecen ayudar mucho; no sólo porque el reemplazo de un Maldini como el veterano y competente diplomático Javier Solana no es tarea fácil, sino porque la escogencia de los nuevos dignatarios no luce estar a la altura del Manchester United, el Milán o el Barça.
Con una economía comunitaria rezagada ante el empuje productivo y tecnológico de Estados Unidos, China e India, por no mencionar a Brasil y Rusia y a otras potencias de Asia, la Europa de los 27 ahora debe enfrentar factores que ponen en entredicho la estabilidad de su moneda única, el euro, la joya de la corona de la integración supranacional. Irlanda, España, Portugal y Grecia muestran déficits fiscales de dos dígitos y deudas públicas mayores a 100% del PIB, quebrantando los parámetros del Pacto de Estabilidad Económica y Monetaria. Grecia, si no recibe auxilio financiero del Banco Central Europeo o de otros órganos comunitarios, corre el peligro de caer en cesación de pagos.
El cumplimiento de la Agenda de Lisboa, que convertiría a la UE en la economía del conocimiento más dinámica y competitiva del mundo en 2020, dista de hacerse realidad. La inversión en investigación y desarrollo tecnológico y el número de egresados universitarios son bastante inferiores frente a las de Asia y Norteamérica. El atraso de su parque industrial –con algunas excepciones-, la alta presión tributaria, los costosísimos subsidios agrícolas, las subvenciones industriales, el envejecimiento de su población y la elevada carga fiscal de su sistema de seguridad social –admirable pero que en múltiples casos estimula el ocio de la clase trabajadora-, pesan sobre la competitividad de su avanzado mercado único y sobre el impulso creativo e innovador de sus empresarios, profesionales y trabajadores.
Una Europa vigorosa e integrada es necesaria para la paz, la seguridad y la prosperidad mundiales; pero sus líderes y sus sociedades deben trabajar e innovar más, recortar sus vacaciones y sus fines de semana largos, expandir y mejorar sus plataformas tecnológicas, liberalizar sus mercados internos de factores, bienes y servicios, incentivar la innovación y la investigación tecnológica, vencer el proteccionismo y abrir sus economías y mercados.
Son enormes los desafíos que tiene la Europa de los 27 en la próxima década. Las brechas estructurales entre los países con mayor productividad marginal del capital y la fuerza laboral, como Alemania y Francia, y los de menor ingreso por habitante, como Grecia y Portugal, se han hecho más evidentes luego de la crisis económica y financiera global, sin mencionar los tremendos desbalances que tan lentamente se vienen recortando entre las economías de Europa del Este, como la antigua Alemania oriental o Hungría, y las de Europa occidental y Escandinavia, que exhiben economías sociales de mercado tan competitivas como las de Holanda o Finlandia.
La Política Exterior y de Seguridad comunitaria, establecida en los Tratados de Maastricht, Ámsterdam, Niza y Lisboa, no termina de consolidarse en un mundo con agravados problemas contenciosos como el Oriente Medio, el déficit democrático de algunos países de Europa del Este, la inmigración, el cambio climático, el crimen organizado, el fundamentalismo religioso, el terrorismo, el suministro energético, la pobreza o las aspiraciones nucleares de Irán.
¿Tiene América Latina y el Caribe algún espacio ante retos y dilemas tan apremiantes, para mencionar sólo aquellos que se ubican dentro de los anillos geoestratégicos de la Comunidad Europea?.
La Unión Europea y América Latina iniciaron en la década de los 90 un acercamiento sistemático cuando las naciones iberoamericanas se democratizaron y desaparecieron las dictaduras militares, particularmente en el Cono Sur y Centroamérica. El Viejo Continente perdía espacios en el comercio interregional frente a Estados Unidos y Asia. El desafío asiático y la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte obligaron a la UE a mirar de nuevo hacia el Nuevo Mundo latino, región con la cual comparten nexos culturales e históricos.
Se diseñaron a fines de los 80 y principios de los 90, coincidiendo con la incorporación de España y Portugal a la UE, acuerdos de cooperación de III Generación y esquemas tales como el régimen-droga del Sistema Generalizado de Preferencias arancelarias (SGP), que benefició, primero, a los países de la Comunidad Andina, incluyendo a Venezuela, y más tarde, a Centroamérica, en función del principio de la corresponsabilidad en el combate contra el narcotráfico y el uso ilícito de las drogas.
Fue durante la presidencia española, en 1995, cuando el Consejo Europeo de Madrid adoptó una nueva política integral hacia América Latina y el Caribe, la cual quedó rubricada en el documento 1996-2000: La Unión Europea y América Latina, hacia un fortalecimiento de la Asociación. Aunque fueron muchos los líderes de este proceso en Europa e Iberoamérica, es necesario reconocer que el rol de los comisarios de Relaciones Exteriores españoles, Abel Matutes y Manuel Marín, fue decisivo, como también lo fue el del entonces primer ministro Felipe González y su Canciller Javier Solana, y del francés Jacques Delors, presidente de la Comisión Europea.
Ya en 1990 la UE y el Grupo de Río habían iniciado un diálogo político en su reunión ministerial de Río de Janeiro; ciudad donde también se celebró, durante la presidencia alemana (1999), la I Cumbre de jefes de Estado en 507 años. Allí, el Viejo Continente y el Nuevo Mundo acordaron instaurar una asociación estratégica birregional. La co-presidencia de esta cumbre recayó en el canciller alemán, Gerhard Schroeder, y el jefe de Estado brasileño, Fernando Henrique Cardoso.
La Asociación Estratégica euro-latinoamericana ha tenido como expresión jurídico-institucional la firma de tratados de concertación política, asociación económica, libre comercio y cooperación con la Comunidad Andina, Centroamérica, CARICOM, MERCOSUR, Chile y México. Sólo México (2000) y Chile (2003) los han suscrito hasta ahora. Estos tratados son conocidos como de IV Generación, para diferenciarlos de aquellos de I-III Generación, cuyos alcances se limitaban a la cooperación financiera al desarrollo.
Las recurrentes crisis económicas y financieras, la desigual globalización, el rechazo de Francia y Dinamarca a la propuesta de una Constitución supranacional, la larga ratificación del Tratado de Lisboa, el resurgimiento del proteccionismo y la nueva dinámica política del diálogo trasatlántico, han ralentizado las negociaciones y no sería temerario afirmar que la formación de la Asociación Estratégica está estancada, aunque avanzan a fuego lento los acuerdos con Centroamérica, Colombia y Perú. Los tratados con las naciones del Caribe también progresan en el marco las negociaciones con los países ACP (Asia, Caribe y Pacífico), los cuales cuentan con preferencias especiales en su condición de ex colonias europeas.
Conviene a ambas regiones reimpulsar un proceso que hace aguas. La Unión Europea se convirtió en los años 90 en el primer socio comercial e inversionista en la región latino-caribeña, así como en el primer donante de fondos de cooperación al desarrollo. No obstante, en términos relativos, la UE ha perdido participación en el comercio total de Latinoamérica con el mundo y las inversiones se han moderado.
España ejerce la presidencia del Consejo Europeo durante el primer semestre de 2010. Madrid ha desplegado un liderazgo en el reencuentro cultural, político y socio-económico euro-latinoamericano. De cara a la VI Cumbre birregional del próximo 19 de mayo, confiamos en que la presidencia española dará nuevo ímpetu a una asociación estratégica que está por construirse, con las adaptaciones que la arquitectura jurídico-institucional requiera.
1.- Grisanti, Luis Xavier, El nuevo interregionalismo trasatlántico: la asociación estratégica Unión Europea – América Latina, Banco Interamericano de Desarrollo – Instituto para la Integración de América Latina y el Caribe INTAL, Washington y Buenos Aires, 2004 (www.iadb.org/intal). Segunda edición ampliada, Miguel Angel García & hijos, Caracas, 2005.