La voz del hijo pródigo del 98
La literatura de Valle-Inclán es, desde luego, sabiduría, pero también placer. A veces nos descubre aspectos insólitos del comportamiento humano, del acontecer colectivo, de la oculta inmensidad de lo histórico. En otras nos fascina con la escandalosa avidez por encontrar la expresión adecuada, precisa, penetrante, desveladora. Casi siempre satura nuestra sensibilidad heredada de innumerables cifras, aguas y soles, para conducirnos a un piélago de satisfacción, hedonismo y deleite ante tanta sagacidad y saber convertidos en número áureo del arte de escribir. Ante el sometimiento de la sinrazón del mundo a la razón del arte.
Ramón Valle y Peña nace en Vilanova de Arousa, provincia de Pontevedra, el 28 de octubre de 1866. Su infancia transcurre en la tierra de Salnés. Aprende las primeras letras con don José Soto Campos. Inicia en Santiago de Compostela los estudios de bachillerato, por libre, que concluirá después en Pontevedra. En 1886 comienza sus estudios de Derecho en Santiago. Dos años más tarde publica su primer poema y su primer artículo «Babel», en la revista de Santiago Café con gotas. El 7 de marzo de 1891 publica el cuento «El Mendigo», en Heraldo de Madrid y firma por vez primera como Ramón del Valle-Inclán. En febrero de 1892 publica en el Diario de Pontevedra, fragmentos de El gran obstáculo, proyecto de novela. En las tertulias madrileñas traba amistad con Martínez Ruiz, Maeztu, Benavente, Alejandro Sawa, los hermanos Pío y Ricardo Baroja, Ciro Bayo, Unamuno, Juan Ramón Jiménez, Villaespesa, los Machado, Rubén Darío… En julio de 1899 se produce el incidente en el Café de la Montaña con Manuel Bueno que le produce la manquedad. En 1901 viaja a la Mancha. Se le dispara una pistola y debe regresar a Madrid consumido por la fiebre. Durante los tres meses de convalecencia escribe Sonata de otoño. Dos años más tarde publica Sonata de estío. En 1904 publica Sonata de primavera y un año más tarde Sonata de invierno. Es uno de los primeros firmantes de la protesta contra el homenaje de Echegaray por habérsele concedido el Premio Nobel, que también firmaron entre otros, Azorín, Unamuno, Maeztu, los Machado, Baroja, Ciges Aparicio, Díez Canedo, Villaespesa, Luis Bello, Rubén Darío, Melchor Almagro… El 24 de agosto de 1907 se casa con la actriz Josefina Blanco y Tegerina. En 1912 se publica La marquesa Rosalinda. Vuelve a Galicia y se instala inicialmente en Villajuán, tierra de Salnés, y poco después, en Cambados. En Los Lunes del Imparcial publica fragmentos de La lámpara maravillosa.
En 1915 firma un manifiesto a favor de los aliados, con Unamuno, Azorín; Antonio Machado, Maeztu, Ciges Aparicio, Rusiñol, Romero de Torres, etc. En 1919 aparece La pipa del Kif, libro de poemas. Se hacen muy populares sus versos: «Con la llegada de la primavera / me ha venido la ventolera / de hacer versos funambulescos / (un purista diría grotesco). / Para las gentes respetables / son cabriolas espantables». Al año siguiente se publican Luces de Bohemia y Divinas Palabras y poco más tarde Los cuernos de don Friolera. En 1926 se publica Tirano Banderas y un año después aparece la primera serie del Ruedo Ibérico. Valle Inclán apoya entusiásticamente a la República y presenta su candidatura a diputado en las elecciones a Cortes Constituyentes de junio de 1931, por La Coruña, incluido en las listas del Partido Radical, pero fue derrotado. «Guzmán me cuenta las ocurrencias de Valle-Inclán -escribía Manuel Azaña-, que acaba de ser derrotado como candidato lerrouxista en Galicia. Recordamos el furor antiguo de Valle contra Lerroux, y su tema: que solo los sinvergüenzas podían ser republicanos».
El 29 de enero de 1932, el ministro de Instrucción Pública nombra a Valle-Inclán conservador del Patrimonio Artístico Nacional y director del Museo de Aranjuez. En mayo es elegido presidente del Ateneo de Madrid. Se celebra un banquete en homenaje a Valle-Inclán en el Hotel Palace, ante la negativa de la Academia de la Lengua a concederle el premio Fastenrath por Tirano Banderas. Presidieron Unamuno, Américo Castro, Lorca, Amadeo Vives y otros. Aparece la primera parte de Baza de espadas. En 1933 es nombrado presidente de honor de la Asociación de Amigos de la Unión Soviética y director de la Academia Española de Bellas Artes en Roma. En dicho año se estrena en el Teatro Español Divinas Palabras por la Compañía de Margarita Xirgu, con escenografía de Castelao y dirección de Rivas Cherif. Divinas Palabras constituye un fracaso de público. Luis Cernuda asistió al teatro el segundo día con seis espectadores. En 1935 es elegido presidente de la sección española de la Asociación Internacional de Escritores. Acepta ser presidente de honor de la Campaña Nacional contra la pena de muerte. El 5 de enero, a las 2 de la tarde muere don Ramón del Valle-Inclán. Sus últimas palabras fueron: «¡Oiga, cuánto tarda esto!»
El 14 de febrero, en el Teatro de la Zarzuela, tiene lugar un homenaje póstumo a Valle Inclán presidido por Antonio Machado. Intervienen María Teresa León, Manuel Azaña, Federico García Lorca y Luis Cernuda. Se estrenaron Los cuernos de Don Friolera, por la compañía «Nueva Escena».
En la obra de Valle-Inclán se produce en cierto momento -los años del final de la primera guerra mundial, los primeros años de la postguerra: más o menos de 1917 a 1922- un cambio de dirección, una reorganización en los valores estéticos del autor: aparece el esperpento, y con el se coloca en primer plano lo grotesco. Las líneas que antes expresaban nobleza, abolengo, dignidad, lejanía, se retuercen y deforman para llegar a la caricatura. Una caricatura en que con frecuencia no sabemos dónde termina lo humano y dónde empieza el títere, el muñeco, el objeto. Ello no significa que Valle-Inclán haya renunciado a inspirarse en ciertos modelos; sí que los modelos «nobles» han sido sustituidos por otros, sombríos, siniestros o grotescos.
En Valle-Inclán solemos reírnos de las deformaciones y caricaturas de tantos personajes de todo rango ofrecidos a nuestra avidez de espectadores, hasta que, en un momento dado, nos damos cuenta de que es toda España la que está siendo retratada, simbólicamente, a través de unos cuantos personajes selectos, y en este instante el lector -el lector español- deja de reírse, o no puede reírse ya de la misma manera; lo cómico cambia de signo se transforma en tragicómico y llega con frecuencia a lo trágico.
En los esperpentos y las novelas de la segunda época no hay, héroes; solamente monigotes, fantoches, muñecos trágicos o cómicos, o actores, cuyos efectos de maquillaje y guardarropía el autor subraya cuidadosamente.
Es precisamente esa angustiosa totalidad en la crítica lo que nos impide salir del universo de lo grotesco por la puerta de lo cómico. Valle-Inclán, «hijo pródigo del 98» (según la acertada frase de Pedro Salinas), nos presenta todo un vasto panorama de la cultura hispánica como deformación: deformación de la cultura clásica, de la cultura europea, quizá deformación de la propia cultura hispánica en sus mejores momentos. El sentimiento de opresión, de crítica total a la cultura hispánica, crece sobre todo, si consideramos con una sola unidad todo lo escrito por Valle-Inclán en su período maduro, desde La pipa del Kif hasta Baza de espadas. A ello nos autorizan las declaraciones del propio autor acerca del sentido de los esperpentos. Y el propio Valle-Inclán, para cerrar la última salida, parece haber comprendido la necesidad estética de no quedar fuera del complejo y retorcido mundo que iba creando: con su aspecto físico estrafalario y sus gestos y frases extravagantes, con sus anécdotas teatrales, sus desplantes, sus manías, el artista acabó por convertirse en una caricatura de sí mismo, en un actor que desempeñaba permanentemente el papel de Valle-Inclán, en un esperpento más -genial, absurdo, contradictorio, grotesco- que fue a incorporares al inmenso fresco de caricaturas jocosas y crueles en que había quedado convertida la historia hispánica. Y como nos dijo la voz armoniosa de poeta, la más española de los continentes americanos: «Señor, que en Galicia tuviste cuna, / mis dos manos estas flores te dan, / amadas de Apolo y de la Luna, / cuya sacra influencia siempre nos una, / don Ramón María del Valle-Inclán».
Francisco Arias Solis
e-mail: [email protected]