La verdadera contrarrevolución
La mentalidad burocrática-inmovilista cambiará cuando cambien las causas que la determinan: el modelo neoestalinistas y sus presupuestos económicos-políticos y sociales
“Sólo los revolucionarios podríamos destruir la revolución”, dijo Fidel en el 2005. “Nuestro peor enemigo no es el imperialismo ni mucho menos sus asalariados en suelo patrio, sino nuestros propios errores”, dijo Raúl el pasado lunes 1 de agosto, en el VII Período de sesiones de la Séptima Legislatura de la Asamblea Nacional, sobre las causas que están impidiendo la implementación de los acuerdos del VI Congreso.
Así, ambos, al poner en segundos planos al enemigo imperialista, a su bloqueo y a sus adversarios del patio, dejaron claramente al descubierto dónde están los principales enemigos del avance revolucionario en Cuba: la verdadera contrarrevolución.
Ya es inocultable que las fuerzas contrarrevolucionarias más peligrosas, porque tienen capacidad de entorpecer los cambios necesarios, están en la propia burocracia del partido/gobierno: Son las fuerzas que hablan de cambios que no cambian nada, las que se oponen a cualquier modificación de fondo, las sectarias y excluyentes que acusan de contrarrevolucionarios y agentes del imperialismo a todos los que proponen variantes para salir del inmovilismo en que nos ha sumido medio siglo de gobierno estatalista y ultra-centralizado.
Raúl acaba de criticar el inmovilismo y la inercia y ya en la propia prensa del PCC están apareciendo artículos que atacan el burocratismo, llaman a respetar el derecho del pueblo a ser informado y el de los periodistas a informar, y hasta critican la mentalidad burocrática y a las trabas que impiden que las limitadas medidas aprobadas puedan tener algún avance.
Pero es necesario reconocer que el fenómeno tiene carácter sistémico y que la mentalidad burocrática y las trabas del funcionariado, no se cambian con discursos, juicios ejemplarizantes ni buenas intenciones y que no son causas, sino consecuencias del conjunto de conceptos y normas estado-céntricas sobre los cuales está fundado el actual modelo burocrático y dirigista.
Ese esquema, precisamente, es lo que hay que cambiar para que cambie la mentalidad. No olvidar que la conciencia social predominante es derivación, consecuencia, de un modo de producir y vivir. “El ser social determina la conciencia social”. La mentalidad burocrática-inmovilista es resultado de la forma burocrática y anquilosada en que están organizadas la producción y la vida socio-política del país.
Y es que a 55 años del informe de Nikita Jruschov al XX Congreso del PCUS, criticando el estalinismo y sus métodos, todavía muchos siguen, en esencia, con los mismos cánones y desviaciones, pues continúan confundiendo el socialismo con la creación de un estado regido por una “dictadura del proletariado” administrada por un partido “comunista”, que concentra la propiedad de los medios de producción y las decisiones de todo tipo, y divide la sociedad en dos clases principales: la dirigente-burocrática-explotadora y la dirigida-trabajadora-explotada: un capitalismo monopolista de estado disfrazado.
Son quienes limitan la crítica del estalinismo a los crímenes cometidos por Stalin y sus órganos de seguridad contra el partido comunista y los pueblos de la antigua URSS , al pacto Molotov-Ribbentrop y sus consecuencias, a los asesinatos de miles de oficiales del ejército polaco en Katyn, al aplastamiento bajo las ruedas de los tanques “soviéticos” de las revoluciones democráticas en Alemania, Hungría y Checoslovaquia, a las intervenciones indirectas en Rumanía, Alemania, Polonia y otros países, al aislamiento a que sometieron a la Yugoslavia autogestionaria y otros grandes errores y horrores que harían demasiado extenso el texto.
Son los mismos que no entienden que esa desviación del marxismo es, ante todo, un esquema de sociedad estatalista y totalitario de control absoluto de la vida económica, política y social: el “socialismo” que los partidos comunistas del Siglo XX, pretendían expandir al resto del planeta que fracasó en todas partes y que los pueblos rechazaron.
Luego de aquel informe crítico, el estalinismo se metamorfoseó, usó disfraces más democráticos e hizo más sofisticados sus métodos de represión y control; pero sin cambiar sus esencias estado-céntricas y totalitarias.
Esas variantes, más/menos populistas y paternalistas, solo consiguieron desmontar y condenar a la derrota a todos los intentos socialistas del Siglo XX en los cuatro continentes y, en el III Mundo, generar gobiernos nacionalistas autocráticos, con lo cual han estado prestando el mejor de los servicios a los intereses más espurios del imperialismo internacional y a su propaganda anticomunista.
Sus métodos autoritarios, extremistas y violentos, su agudización artificial y acelerada de la lucha de clases, que se identificaron con el socialismo o el comunismo, ampliamente divulgados por la gran propaganda imperialista, algunos exageradamente, eran los que la gente rechazaba, no el verdadero socialismo –por diferenciarlo del otro- . El de Marx, Engels y otros grandes pensadores de todos los tiempos que, con sus diferencias, coincidían en sus esencias democráticas, humanistas, libertarias y autogestionarias. Ese socialismo auténtico, prácticamente desconocido por las mayorías, fue ocultado y sepultado, por los autodenominados comunistas, bajo un manto de dogmatismos y estereotipos.
Por eso, dije no hace mucho en una entrevista a mi amigo Dimitri Prieto, que el “anti-comunismo” en Cuba y en todas partes, antes y ahora, ha sido esencialmente anti-estalinismo.
En consecuencia, una de las tareas más importantes de los comunistas del siglo XXI, es precisamente desenmascarar y derrotar ideológica y políticamente al estalinismo y sus pares y rescatar el ideario socialista en toda su auténtica dialéctica revolucionaria y su riqueza espiritual de las tinieblas en que fue inmerso por los partidos y regímenes que intentaron construir el socialismo bajo aquellos dogmas estatalistas, totalitaristas y maniqueos.
La historia demuestra que para enmendar un error, lo primero es reconocerlo. Por eso, la única forma de emprender un verdadero cambio en el modelo económico-político-social, dirigista, implantado en Cuba, -no por culpa de alguien en particular, sino debido a las circunstancias históricas que siguieron al triunfo revolucionario del pueblo cubano en 1959-, es reconocer su pleno fracaso, sus faltas de todo tipo, su parasitismo, burocratismo y corrupción sistémicos, así como sus equivocados medios y métodos de carácter neo-estalinista, aun cuando aquí no se llegó a los extremos de allá, se le admitan logros concretos en algunas áreas específicas y se le reconozcan méritos antiimperialistas.
Ese modelo burocrático sigue impidiendo al pueblo cubano ejercer las libertades de expresión, reunión, elección y asociación para producir y para otras articulaciones sociales. Por lo cual tenían parte de la razón, muchos ignorados, apartados, excluidos o hasta acusados de “contrarrevolucionarios” y reprimidos por haber criticado o enfrentado políticas neo-estalinistas.
La revolución la hizo el pueblo para conquistar todos sus derechos y le pertenece a él, no a nadie en particular, a ningún grupo, por relevante que haya sido su participación en un momento o en una esfera.
Se pretendió una sociedad jerarquizada, con un estado todo-poderoso, dilapidador, dispendioso, paternalista, internacionalmente muy generoso y con fuerzas armadas y política exterior de gran potencia, a costa de un pueblo cada vez más desposeído.
El engendro, una copia tropicalizada del “socialismo real”, no es reformable, como no lo ha sido ninguna de las variantes intentadas en otras partes, pues está sustentado sobre bases improductivas, subjetivas y voluntaristas. Por sus debilidades funcionales y contradicciones, 1-cambia en dirección a la socialización y democratización de poder económico y político; 2-evoluciona hacia la plena restauración del capitalismo privado, como veladamente viene haciendo; o 3-se desploma como castillo de naipes. Proceso complicado, que comparado con un juego de pelota, aquí, no ha terminado, como bien expresa el Dr. Humberto Miranda.
Hace ya más de 5 años, parte de la propia dirección del partido/gobierno ha venido señalando algunos de los graves errores cometidos en la economía y en la política y trata de realizar modificaciones, desgraciadamente todavía lastradas por confusiones y dogmas; que no pueden llevarse a cabo exitosamente y avanzan muy lento, pues las fuerzas del inmovilismo se empeñan en mantener todo como está. La burocracia no ha movido un dedo para hacer efectiva la extensión del cooperativismo a todas las ramas de la economía, la medida más importante aprobada por el VI Congreso, hacia la socialización de la apropiación.
Existe una apertura estimulada por el Presidente, -que evidentemente está mal secundada por la burocracia de su partido/gobierno-, la cual ha brindado oportunidades a escritores y artistas en el teatro, el cine y la televisión de hacer una crítica demoledora de la pócima neoestalinista. Igualmente ha permitido, a las diversas visiones de un socialismo más participativo y democrático, salir a la palestra en los limitados espacios de debate internos.
Siguiendo con el símil de la pelota, esa izquierda socialista y democrática ha podido “presentarse en el terreno y plantear sus estrategias de juego; pero los que mandan de verdad en el equipo Cuba parecen más dispuestos a perder frente al equipo del Capital, que a cambiar sus métodos. Los que no quieran perder, posiblemente, tendrán que tomar otras decisiones”.
Hemos planteado y reiteramos que sin democratización y sin socialización del poder político y económico, no hay socialismo ni país posible.
La Conferencia del PCC prevista para enero próximo, será decisiva para el futuro inmediato.
La gran mayoría de los cubanos no deseamos continuar como estamos, pero tampoco queremos regresar al pasado oprobioso de explotación y sumisión capitalista. Los de arriba ya no están en condiciones de mantener el viejo modelo y los de abajo quieren cambiarlo. El “socialismo de estado” siempre subsidiado desde fuera, incapaz de auto gestionarse, está en quiebra, bordeando el precipicio, dijo Raúl
Las posiciones neo-estalinistas han sido derrotadas en sus políticas económicas por la práctica, e ideológicamente por las ideas cada vez más compartidas de un socialismo más participativo y democrático, donde los trabajadores ejerzan directamente el control de las empresas y el pueblo la soberanía nacional. Pero manejan palancas fundamentales del poder real, el económico y el político, especialmente manifiesto en la esfera ideológica, donde ni siquiera presentan combate en los foros de debates, rehúyen la discusión y evitan que se divulguen interna y externamente otros puntos de vista.
Raúl acaba de defender el derecho de los cubanos a opinar, pero los aparatos ideológicos y de control político están dedicados a ocultar, ignorar, calumniar, amenazar, hostigar y reprimir a las diferencias políticas, incluidas las propuestas y análisis del socialismo verdadero. Pero la batalla en el terreno de las ideas seguirá, hasta sus últimas consecuencias.
Es mentira que la derrota del neo-estalinismo sería la derrota de la revolución cubana: en todo caso permitiría la continuidad y el avance del proceso revolucionario iniciado en 1959, entorpecido y estancado, hacia su consolidación definitiva, si se imponen la democratización de la vida política del país y la socialización de los medios de producción, dos etapas ignoradas.
Si los comunistas, socialistas, revolucionarios de todas las denominaciones, demócratas y demás cubanos de buena voluntad, de dentro y de fuera del partido/gobierno no somos capaces de unirnos para deshacernos del fardo del neo estalinismo, generador de burocracia e inmovilismo y emprender las transformaciones socializantes y democráticas por un modelo superior de sociedad, “con todos y para el bien de todos”, entonces su inevitable derrumbe podría ser capitalizado por los que intentan el regreso al pasado neo-colonial oprobioso.
Socialismo por la vida.
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