Opinión Internacional

La tiranía desaforada

 

“Ay diana, ya tocarás

de madrugada, algún día,

tu toque de rebeldía.

Ay, diana, ya tocarás”

Nicolás Guillén

 

         La República romana tenía una institución, la dictadura, que preveía la asunción, por uno de sus ciudadanos y en épocas de crisis, de la suma del poder público por un período previamente determinado. El tirano, por el contrario, es el individuo que “obtiene contra derecho el gobierno de un “Estado, especialmente si lo rige sin justicia y a medida de su voluntad; que “abusa de su poder, superioridad o fuerza en cualquier concepto o materia, “y también simplemente el que impone ese poder y superioridad en grado “extraordinario”[i].

Cuando, desde hace ya tiempo, comencé a llamar a don Néstor “el “tirano de Olivos”, no imaginaba que llegaría a los extremos actuales, en que los desafueros son contínuos, cada vez mayores y más impunes. Hoy, la conducta de Kirchner recuerda a Calígula o a Nerón, aquellos emperadores romanos que degradaron y destruyeron, finalmente, al Imperio.

La designación de una futura cuñadita de don Máximo K como jefa absoluta de la regional de AFIP que debería controlar a la parejita imperial, a sus principales ministros y a sus cómplices y testaferros más encumbrados, remite a la famosa anécdota en la que el primero de los citados designó Cónsul a su caballo, pero agravada, porque éste no podía firmar.

La Argentina, ese país que supo generar héroes como San Martín, Belgrano, Güemes, asiste, azorada, al espectáculo que brinda “Patotín” Moreno frente a un grupo de accionistas de una empresa privada que, ante la amenaza de algunos golpes -¿qué otro riesgo podían correr?- desertan, renuncian, y lloran como Boabdil, el que perdió Granada, sólo Soaje Pinto, haciendo honor a su pasado, se plantó.

Por su parte, y pese al presunto coraje que emanaría de una fotografía con el Enemigo Nº 1, la claque que acompañó a doña Cristina, el miércoles, al acto conmemorativo de un aniversario más de la Bolsa de Comercio de Rosario, entre la que se encontraban algunos de los mayores popes de nuestra escuálida Patria, no dejó de aplaudir un discurso en el cual la primera mandataria (aquí sí con “a”), con una lógica interna irreprochable, dijo privilegiar “los números” sobre “las ideologías” al hablar de su proyecto de desarrollo para los próximos cien años (¿estaría diciéndonos que, para entonces, nos gobernará su bisnieto?).

La esquizofrenia y el doble discurso tuvo, en esa pieza oratoria, una demostración tan palmaria que convierte en superfluos a psicólogos y psiquiatras. Mientras la señora Fernández de Kirchner emitía esos conceptos, su tropa parlamentaria luchaba en el Senado, con uñas y dientes, para evitar la corrección del Indec, ese organismo que “Patotín” destruyó, dejando al país sin números, sin estadísticas y sin datos. Sin embargo, los empresarios aplaudían.

Pero ayer, y más allá de dos nuevas anécdotas –la orden verbal de retraer el precio de los combustibles, desconocida por el corajudo Aranguren, de Shell, y el bloqueo de las plantas de Techint- y de un nuevo atropello –a las oficinas de Papel Prensa- del inefable Secretario de Comercio Interior y sus guardaespaldas, el tirano se expresó, una vez más, a través del Ministro de Planificación, don Julito-debido-a-Kirchner.

 Atravesando e ignorando toda nuestra legislación, y toda la jurisprudencia, el Estado volvió sobre sus pasos, afectando los derechos adquiridos de personas concretas, los dueños de Cablevisión y los usuarios de Fibertel. Con total prescindencia de la opinión que cada uno tenga sobre el grupo Clarín y su discutible monopolio informativo, la realidad es que lo que ahora se niega estaba autorizado, en un pasado reciente, por este mismo Gobierno, por lo demás socio de don Magnetto hasta la crisis del campo.

 Este nuevo avasallamiento, ya recogido por toda la prensa del mundo, de la propiedad privada y de sus derechos –aquí la remisión instantánea es con a don Huguito, el arrugador papagayo caribeño- tiene un efecto inmediato sobre el tema que, con la inseguridad, se ha transformado en una de las mayores preocupaciones de los argentinos.

 Aún siendo un absoluto lego en la materia, recuerdo la primera ley del comercio y la economía: cuando la demanda supera a la oferta, los precios suben y, cuando la situación se invierte, bajan.

La increíble suerte que ha acompañado la gestión del matrimonio hizo que heredaran dos cosas fundamentales: la salida de la crisis del 2001, de manos de Duhalde “el bueno” y de Lavagna, y la capacidad ociosa, industrial y de energía, que dejaron las inversiones de la denostada época menemista, golpeadas por esa misma crisis.

Durante 6 años, los Kirchner gozaron, además, de un escenario de precios externos que, de haber existido en el pasado reciente, hubieran convertido a Alfonsín, Menem, Duhalde o De la Rúa en exitosísimos gobernantes y eximios estadistas.

Por si esto fuera poco, cuando el año 2008 mostró las primeras grietas que afectaban al “modelo”, la crisis financiera internacional hizo que disminuyera drácticamente el consumo energético, lo cual permitió llegar hasta mayo de 2010 sin demasiados sobresaltos; el resto es historia reciente.

 Argentina carece hoy de las reservas necesarias para asegurar a los inversores la energía necesaria para garantizar la producción de sus fábricas, y la falta de seguridad jurídica y de estadísticas confiables hace que huyan despavoridos ante la mera oferta de negocios en territorio nacional. Y sin aumento en la oferta de bienes, con el incremento artificial de la demanda que los Kirchner generarán hasta las elecciones, el resultado ineludible será una espiralización de la inflación, un mayor atraso en tarifas y cambio, y un deterioro marcado en los ingresos de los beneficiarios de planes y jubilaciones.

Estamos, desde hace mucho tiempo, fuera del mundo. Kirchner ayer, con “Patotín” y por Fibertel, ha aumentado la velocidad de nuestro alejamiento de la tierra.

 La pregunta que queda flotando es: ¿hasta cuándo permitiremos que se nos atropelle, que se pisoteen nuestras instituciones, que se degraden nuestras libertades? En suma, ¿hasta cuando soportaremos al tirano?


[i] Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, ed. 2010

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