La ronda se quedo en Doha
Tuve la oportunidad de formar parte de la delegación Venezolana que asistió en el año 2001 a la reunión Ministerial en Doha que lanzo la ronda de negociaciones comerciales. La calificamos con entusiasmo, en aquel entonces, como la “Ronda del Desarrollo”. El Programa de trabajo, que con tanta dificultad se negocio y se acordó entre los países miembros en esa oportunidad, lamentablemente, luego de cuatro años de deliberaciones para hacerlo una realidad, ha fracasado. En la OMC, a pesar de los intentos de muchos países y del propio Director General, P. Lamy, no lograron negociar equilibradamente entorno al objetivo de replantearse la dimensión de los propios acuerdos multilaterales hacia un equilibrio normativo que garantizara la inserción debida de los países en desarrollo y su consecuente generación de empleo y de desarrollo. Los países en desarrollo han tenido que recorrer un arduo camino hacia la inclusión de la dimensión del desarrollo como parte central de las disciplinas multilaterales. Las diferencias conceptuales, los intereses comerciales de cada uno de los países y la especial intransigencia de los países desarrollados, ha colocado a la OMC y al sistema multilateral, en una barrena de la cual difícilmente se pueda recuperar dada la frustración que ha generado el incumplimiento de las promesas que se centraban en garantizar que las necesidades y aspiraciones comerciales de los países en desarrollo estarían en el centro de la agenda. Si bien, estos países se han crecido y se han fortalecido en el propio proceso negociador al dejar muy claro y firme cuales son sus aspiraciones, no están exentos de sufrir las consecuencias de un sistema de comercio que regresa al “status quo” y que mantiene a los países desarrollados y a las empresas trasnacionales como las principales beneficiarias del modelo normativo vigente.
Se entiende que las negociaciones fracasan en buena parte por la intransigencia de los países desarrollados y la falta de consenso en torno a la apertura de los sectores agrícolas, aun subsidiados y en donde se generan las mayores restricciones comerciales a diferencia de los bienes producidos en el sector industrial. Tal como lo dijimos en una entrega anterior en este mismo medio, la agricultura era el talón de Aquiles del proceso mismo de negociación. Los países desarrollados, especialmente los Estados Unidos y la Unión Europea ,una vez mas le dieron mas importancia a la política domestica cotidiana que a los principios sobre los cuales se debe basar un sistema multilateral de comercio justo, equilibrado y que le de a los países en desarrollo todo los espacios posibles para beneficiarse del comercio mundial. Lamentablemente, el comercio se sigue viendo no como una herramienta para el desarrollo, sino como un fin para mayores ganancias y beneficios de unos por encima de otros. Lamentablemente muchos países desarrollados juegan a un marco de negociaciones basados en los famosos”trade offs” para así ceder a las demandas de los países en desarrollo. Si bien este mecanismo en las negociaciones, tienen un sentido practico, en materia de negociaciones de esta naturaleza, atropellan las aspiraciones mismas de los países mas pobres. ”Los canbalaches”, como los definía un veterano embajador mexicano ante la OMC , no son si no una fuente perversa de negociación cuando se trata de economías fuertes contra débiles.
El fracaso en esta Ronda debilita todo el sistema y hace que los países lleguen a una situación peor que la de partida. Lo que queda es el Acuerdo de Marrakech con sus obligaciones y disciplinas. Un Órgano de solución de controversias funcionando y unas naciones mayoritariamente en desarrollo, frustradas por no alcanzar un acuerdo que en el medio del marco negociador les hubiese reconciliado con el sistema mundial que rige el comercio. El éxito de la Ronda Doha les hubiese abierto las posibilidades de competir en un terreno más justo y equilibrado. Debilitar el sistema multilateral es abrir más las puertas al bilateralismo y sus peligrosas distorsiones en el conjunto de compromisos comerciales que se adquieren. Los acuerdos comerciales deben reflejar las diferencias y asimetrías entre los países. De allí que la insistencia en un trato especial y diferenciado, así como la inclusión de “espacios de política” como bien lo requieren muchos países en desarrollo, tiene que ser parte central de cualquier proceso de negociación comercial. Tiene razón Joseph Stiglitz cuando afirma que “todo el mundo pierde cuando se debilita el sistema de comercio multilateral”.
*Embajador