Opinión Internacional

La renuncia de Zelaya

La reelección presidencial desestabiliza a América Latina. En los últimos años varios países han cambiado su Constitución para permitir la permanencia de los Presidentes. No importa cuán restrictivas sean las constituciones, se ha logrado abatir la prohibición de la reelección de los Jefes de Estado.

El argumento más usado es el de la participación popular. Debe ser el pueblo el que decida sobre el tema. Y por ello se cambian las reglas. No importa si el cambio favorece precisamente a quien ejerce el poder y tiene a su mano todos los recursos para quedarse con él. Tampoco importa si el beneficiario de la reforma es de izquierda o de derecha. Es muy difícil, para los presidentes del Sur del río Grande, hacer las maletas.

Detrás de la crisis hondureña está el intento del depuesto Presidente Manuel Zelaya de permanecer en el poder. La Constitución de este país establece claramente la alternabilidad en la Presidencia y declara que: “La infracción de esta norma constituye delito de traición a la Patria” (Artículo 4). Para tratar de salvar semejante obstáculo, Zelaya fraguó la estrategia que incluía una “inocente” encuesta (votación sin censo electoral ni tampoco apegada a los principios de la Estadística).

Llama la atención que pretenda llevar a cabo una reforma constitucional cuando faltan seis meses para que concluya su período de cuatro años. Su intención, dice, es hacer posible el establecimiento de la “democracia participativa”.

Una de las vías para establecer la reelección presidencial inmediata en América Latina ha sido la promovida por Hugo Chávez. El fracasado golpista de 1992, ya Presidente en 1999 presionó a la Corte Suprema de Justicia con la celebración de un referendo inconstitucional para convocar una Asamblea Constituyente. El alto tribunal permitió la violación de la Constitución (en medio del silencio de la OEA) argumentando que la voluntad popular está por encima de las leyes, tal y como hoy dice Zelaya. Ésta fórmula la han hecho suya Evo Morales de Bolivia y Rafael Correa de Ecuador. Por ello se dice que éstos han comprado (bueno, en realidad, el dinero lo ha puesto Venezuela) la franquicia de Chávez para reformar la Constitución.

El estrambótico episodio de la defenestración de Zelaya fue la consecuencia de su ambición continuista. Aunque no se puede hablar de un golpe militar tradicional porque los militares hondureños no han asumido el poder ni han matado a nadie, no es lo deseable que a un Presidente en ejercicio se le saque de la cama y de su país antes de esperar por el resultado de un juicio en el cual se le respeten sus derechos.

Y tal como sucedió con Carlos Andrés Pérez, después de la cobarde intentona de Chávez (condenada por Fidel Castro quien extrañamente -como hoy su hermano Raúl- defendió la democracia), la primera responsabilidad ha sido de Zelaya por haber perdido apoyo político, hasta el de su partido. Lo lógico en una situación semejante, cuando el Presidente ve que su efectividad como mandatario se encuentra tan disminuida y que su permanencia en el cargo es más un factor de discordia que una autoridad respetable, sería que el Presidente renunciara y permitiera su relevo.

De Perogrullo: la crisis política en Honduras la deben resolver los hondureños. Y la ineficiente OEA, que ha avalado hasta el fraude electoral del fallido referendo de 2004 que atornilló a Chávez para seguir derrumbando la institucionalidad democrática en Venezuela, debería tomar en cuenta esa realidad política interna. La ONU y la OEA no deberían ser meros clubes de Presidentes. No deberían limitarse a ver quién es el titular de la jefatura del Estado en cada uno de sus miembros. Ni tampoco mostrar tanta arrogancia frente a un pobre y pequeño (pero digno) país como Honduras que trata de frenar la entronización de un demagogo con discurso lleno de lugares comunes y consignas, tal y como el de su financista. La ONU que asistió impávida al genocidio en Ruanda, que es incapaz de detener al asesino gobernante de Sudán, que evade enfrentar todas las violaciones a los derechos humanos en China, Irán, Corea del Norte, Cuba, hoy se permite dar lecciones a Honduras. A veces funciona el chantaje del poder nuclear, otras el del poder simbólico, otras la mera complicidad.

Sea como sea que termine la coyuntural crisis de Honduras, quedará el precedente de un país que ha enfrentado el continuismo y ha tratado de hacer valer su Constitución. Las formas no han sido todo lo exquisitas que deseamos pero tampoco se ha guardado Zelaya de intervenir en Venezuela para participar en mítines políticos celebrando a su mentor Hugo Chávez.

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