La paz de Canadá
No es por azar que los monumentos de la segunda nación más grande del mundo destaquen su carácter pacífico. 30 millones de canadienses han forjando un sistema de tolerancia y convivencia para las 60 etnias que hacen vida en su vasto territorio de 9.970.620 km2. Anglófonos y francófonos conforman, sí, el 60% de la población y los 7 millones oriundos de Québec defienden fervorosamente su cultura francesa.
¿Puede una nación de América ser soberana en el siglo XXI y mantener, aunque parezca anacrónico, a la Reina de Inglaterra como Jefe de Estado? Sí. Canadá es una democracia parlamentaria liberal con una singular gobernabilidad de raíz anglo-francesa y poderosas provincias federales.
País ártico, atlántico y pacífico, Canadá es la sociedad multi-cultural por excelencia en el mundo de hoy. Ha sabido manejar con sabiduría sus contradicciones, las cuales le aportan fortalezas indiscutibles a su peculiar identidad nacional y a su presencia en la escena internacional.
Es una potencia industrial y agrícola que integra el G-8 sin la vocación neo-imperial de muchos de sus miembros. No es una extensión de Estados Unidos; pero tampoco tuvo tapujos para firmar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte y no parece temer el compartir una gigantesca frontera con su vecino del sur.
Canadá, como Venezuela, fue elegida por Dios y la Providencia para albergar en su territorio buena parte del agua dulce y de los hidrocarburos del planeta. Conviene a ambas naciones fomentar y profundizar el diálogo y la cooperación en todos los ámbitos, desde la ordenación territorial e institucional hasta el comercio, la inversión y el desarrollo sustentable de los recursos naturales, hídricos y petroleros.