La ONU e Israel
Hace un par de semanas un organismo denominado Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas se pronunció, por 26 votos contra 6, a favor de un reporte acerca de los eventos ocurridos en Gaza a comienzos de año. Sin embargo, el propio autor del reporte, el juez surafricano Richard Goldstone, cuestionó el voto, pues la resolución del Consejo sólo mencionó a Israel como presunta autora de crímenes de guerra, pero guardó silencio acerca de los incesantes ataques de Hamas desde Gaza, su uso de escudos humanos para aumentar las víctimas civiles, y su implacable hostilidad contra el Estado judío.
Cabe señalar que entre los miembros del Consejo de Derechos Humanos que votaron contra Israel se encuentran reconocidos adalides de la dignidad humana, tales como Arabia Saudita, Rusia, China, Pakistán y Egipto.
La hipocresía y parcialidad de la ONU contra Israel no es nueva, y tampoco el sistemático cuestionamiento hacia EEUU. La organización mundial está hoy dominada por gobiernos forajidos y antidemocráticos como los de Irán, Rusia y Venezuela, entre otros, y uno se pregunta: ¿qué sentido tiene atribuirle legitimidad internacional a una organización como la ONU, integrada en buena parte por naciones que violan los derechos humanos y donde la democracia y la libertad son palabras huecas?
Uno de los rasgos que admiré en George W. Bush fue su actitud y lenguaje corporal cuando se veía obligado a visitar la sede de la ONU en Nueva York, para pronunciar su discurso anual ante la patética Asamblea General de la organización. Era obvio que a Bush el sitio le olía a podrido y le causaba escozor, y le visitaba ya que no tenía más remedio. Con sobrada razón retiró a EEUU del mencionado Consejo de Derechos Humanos, en tanto que su sucesor no solamente se ha reintegrado a dicho organismo, concediéndole inmerecida legitimidad, sino que pareciera proponerse dar más poder a una ONU vacía de contenidos y convertida en instrumento al servicio de los déspotas y terroristas del mundo.
No me explico por qué tantos estudiantes universitarios venezolanos se desviven por participar en el llamado “modelo de la ONU”, un esquema que exalta la negociación como un fin en sí mismo, no importa cuál sea la sustancia moral de lo que esté en juego, y que propone el consenso como meta sin reparar en que el mismo es un instrumento y no un objetivo como tal, pues puede relativizar todos los valores en función de arreglos que exijan sacrificar lo que debería, precisamente, ser defendido a toda costa.
No le atribuyo a la ONU ningún rango moral, y pienso que llegó la hora de que las naciones democráticas del mundo, aquéllas en las que la libertad es más que un término de propaganda política, consideren establecer un organismo diferente, del que sean apartadas las tiranías y despotismos y excluidas las naciones en las que se discrimina y persigue a las personas por motivos políticos, raciales y religiosos. Esa nueva organización se despojaría de las falsificaciones que corrompen y pervierten a la actual ONU.
¿Qué sentido tiene para Washington seguir pagando las facturas de una organización que sus adversarios utilizan para zaherirle y debilitarle? ¿Qué sentido tiene para Israel pertenecer a una organización controlada por sus enemigos?
¿No sería preferible que Hugo Chávez, Kim Jong Il, Mamoud Ahmadinejad, Vladimir Putin, Muammar Kaddafy, Daniel Ortega, y el resto de dictadores y forajidos del mundo se queden solos y se cocinen en su propio caldo? ¿No sería mejor dejar de lado tanta hipocresía, tanto relativismo estéril, tanta mentira y distorsión?