La OEA, más de lo mismo
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Ciudad de Guatemala (AIPE)- A mediados de junio se realizó en Santo Domingo otro concurso anual de discursos demagógicos y lamentos que se conoce con el nombre de asamblea anual de la OEA.
Se destacó en las peroratas la confesión de impotencia en mantener el orden y la paz. Ante esa confesa incompetencia, la solución que se les ocurre es mayor intervención y pedir donaciones a los países ricos. No falta en ninguna disertación las frases obligadas en respaldo de más educación ni tampoco las críticas sobre las desigualdades de riqueza. Nadie sugiere los remedios obvios contra la violencia por miedo a ser acusado por las organizaciones defensoras de los derechos humanos (de los delincuentes más que de las víctimas). Esta reunión de la OEA no augura un futuro de orden y tranquilidad en Latinoamérica.
El espectáculo de la OEA causa pesimismo al poner de manifiesto el fracaso de los sistemas de gobierno que han impedido el enriquecimiento de los pueblos y no se vislumbra mejoría porque no reconocen que el problema es, precisamente, el sistema de gobierno presidencialista y no de Ley. Por ejemplo, el nuevo democráticamente electo Presidente del Perú, Alan García, advierte que no quiere un ministro de economía estatista ni globalista. ¿Acaso no es sintomático que diga semejante disparate al día siguiente de su elección?
En Brasil, Bolivia, Paraguay, Venezuela, Guatemala y tantos otros países latinoamericanos, la lamentable pobreza de la gente la lleva a reclamar tierras. En Brasilia asaltaron el parlamento y los políticos no saben qué hacer porque debilitar el respeto a los derechos de propiedad también tiene costosas consecuencias electorales. La pobreza no se debe a falta de educación sino a falta de oportunidades de trabajo. India fue el país con los pobres más educados del mundo y no comenzó a mejorar económicamente hasta que se comenzaron a eliminar los impedimentos al desarrollo.
Un gobierno no puede crear puestos de trabajo sino destruyendo otras plazas de trabajo en otros sectores de la economía, ya que los gobiernos no tienen recursos que no provengan de privar a otros sectores de los suyos y el resultado social neto de esas transferencias es necesariamente negativo.
La falta de oportunidades de trabajo es consecuencia del desestímulo derivado de los sistemas de gobierno que prevalecen en nuestro hemisferio:
• Legislación impositiva que significa un aplastante impuesto al rendimiento de las inversiones.
• Incentivos empobrecedores derivados de la inflexible legislación laboral.
• Trabas al comercio internacional.
• Falta de seguridad de las personas, de sus bienes y sus contratos.
• La tan pomposa como hipócrita influencia de entidades internacionales que, movidas por ideologías caducas de izquierda, se dedican a mantener la zozobra, el descontento y la pobreza en América Latina.
Dada la consistencia de las infames intervenciones de las instituciones multilaterales, ya cuesta mucho darles el beneficio de la duda a sus “buenas” intenciones. ¿Serán desaciertos casuales o deliberados?
El Banco Mundial informa que todos los países latinoamericanos, exceptuando a Chile, están proporcionalmente más pobres hoy que en 1960. ¿Será que el nepotismo institucional hará perdurar los mismos criterios ideológicos hasta que lleguemos a tener hambrunas en los fértiles trópicos? ¿Será que el afán ideológico de lograr igualdad seguirá impidiendo la eliminación de la pobreza?
Los países tienen dos opciones excluyentes: o regirse por el mandato económico gubernamental o regirse por sanas normas de conducta. La primer opción, el sistema imperante, ya lo probamos. La otra opción es la igualdad ante leyes abstractas y generales que permiten que todos actúen libre y pacíficamente, respetando resultados necesariamente desiguales. ¿Por qué no probar la segunda opción que no promete igualdad de resultados sino paz, menos pobreza y más riqueza? ¿Qué dice la OEA?
___* Ingeniero y empresario guatemalteco, fundador de la Universidad Francisco Marroquín, fue presidente de la Sociedad Mont Pelerin.