La OEA, Insulza y Cochez
La Organización de Estados Americanos aunque tiene como objetivo fundamental fortalecer la paz y la seguridad, consolidar la democracia e impulsar el respeto a los derechos humanos en el hemisferio entre otros compromisos, es las mas de las veces un exclusivo club que tiene como mayor preocupación la estabilidad de la región, y no que los ciudadanos del continente tengan la posibilidad de disfrutar plenamente de sus derechos.
Para lograr la deseada estabilidad hemisférica el equipo director de la entidad, en particular su Secretario General, hacen concesiones a los gobiernos de las naciones miembros y obvian o actúan, según las circunstancias, sobre acontecimientos y sucesos que tienen lugar tras las fronteras de cada país.
Por supuesto que en la acción que asume el Secretario General están implícitos los compromisos políticos contraídos para acceder a la posición, pero también inciden la ideología e intereses del alto ejecutivo, situación que cuando mejor se ha apreciado es desde que José Miguel Insulza asumió la dirección de la entidad.
Las históricas contradicciones en las que incurrió la OEA en su relación con las dictaduras militares que padeció el continente en décadas pasadas quedan pálidas ante la conducta de Insulza, porque independientemente a la voluntad y compromisos de los anteriores secretarios generales, y de que el mundo estaba polarizado por la “Guerra Fría”, no contaban con un instrumento poderoso como la Carta Democrática Interamericana.
La Carta es un instrumento que proclama como objetivo principal el fortalecimiento y preservación de la institucionalidad democrática, y establece que la ruptura del orden democrático o su alteración, que afecte gravemente el orden democrático en un Estado miembro, constituye «un obstáculo insuperable» para la participación de su gobierno en las diversas instancias de la OEA.
Desde que Insulza asumió la conducción de la entidad hemisférica ha coincidido estratégica, ideológica y políticamente con las propuestas del Grupo de la Alianza Bolivariana de las Américas, ALBA.
Obvió las múltiples agresiones de Hugo Chávez a Colombia y su abierto apoyo a los terroristas de las FARC, al igual que los métodos usados por el mandatario venezolano para establecer por medio del despotismo electoral una dictadura constitucional.
Actitud similar ha sucedido con Rafael Correa que ha violentado los derechos ciudadanos y que al igual que sus pares de Venezuela, Nicaragua y Bolivia, limita las libertades públicas para legalmente perpetuarse en el poder.
La parcialización del Secretario General a favor del depuesto presidente Manuel Zelaya, miembro del ALBA, a pesar de que este había sido derrocado por decisiones de los otros poderes del estado, quizás lo condujo a ser más cauteloso cuando el Senado de Paraguay decidió deponer al presidente Fernando Lugo.
No obstante en relación a los últimos acontecimientos que han tenido lugar en Venezuela, Insulza se ha conducido de una forma extremadamente complaciente al declarar que “respeta cabalmente, como no podía ser de otra forma, la decisión tomada por los poderes constitucionales de Venezuela”, sin entrar a considerar lo que establece la constitución de esa República en relación a la juramentación del presidente y en lo concerniente a la sucesión en el poder, en caso de que el mandatario electo no pudiera asumir sus funciones.
Pero es justo reconocer que José Miguel Insulsa no es el único político latinoamericano que falta a los valores de democrático y que actúa en base a las conveniencias del momento.
En la última sesión ordinaria de la OEA, Guillermo Cochez, embajador de Panamá, posteriormente desautorizado por su país y destituido de su cargo, fue el único diplomático que crítico la decisión de la entidad de guardar silencio ante la posible violación de la Constitución de Venezuela de parte del oficialismo.
El diplomático imputó a Insulza por haber avalado la decisión del Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela y dijo “de no hacer nada ante esta potencial violación de claros preceptos de la Carta Democrática, propondría que busquemos la forma de ir clausurando ordenadamente, y para siempre, esta organización” y criticó a los países que denunciaron el golpe de Estado en Honduras y la destitución del presidente paraguayo Fernando Lugo por el Congreso de ese país el año pasado, hicieran “caso omiso de la legalidad que tanto esgrimieron para otros».
Cochez, como un Quijote revivido, continuó defendiendo sus convicciones sin que le afectara el silencio de los otros diplomáticos o la defensa de lo ocurrido en Venezuela por los representantes de Argentina, Nicaragua y Bolivia.
Es evidente que en la OEA se siguen enfrentando personalidades con distintas convicciones políticas e ideológicas, pero en la actualidad al parecer el factor clave para ajustar la balanza de la justicia, pasa por los petrodólares del chavismo.