La OEA: Esclerosis y Anorexia
Un viejo prócer de la socialdemocracia peruana, el aprista Gonzáles Posada, acaba de diagnosticar los males profundos que aquejan a la OEA: esclerosis y anorexia. Parlamentario, ex canciller de la república y líder histórico del aprismo peruano comprende que terminaron los tiempos de las mullidas cortesías diplomáticas. Estamos al borde de ese tránsito terrible en que la política se encamina hacia la guerra y no será Posada quien se maneje con un lenguaje sibilino ante un escándalo como el que aflige a una institución que posiblemente viva uno de los peores momentos de su historia.
A esta OEA anuente, obsecuente y complaciente ante los desmanes de quien pretende humillar naciones hermanas con la misma prepotencia con que aplasta a su oposición interior, convertida por moor de su despotismo autocrático en escuálida disidencia, ha venido a dar la organización en manos de José Miguel Insulsa. Aquel en quien tantos viéramos el posible mensajero del rigor democrático y la pureza de principios parece empantanado bajo las implacables leyes del Principio de Peter: ¿habrá alcanzado finalmente el nivel de su incompetencia?
Un lector avisado habrá advertido el significado de la explícita referencia hecha por Alan García a las batallas de Junín y Ayacucho. La primera liderada personalmente por Bolívar contra las tropas del realista Canterac; la segunda por el mariscal Sucre contra el Virrey de la Serna y el conjunto de sus batallones. Batallas conducidas por los dos más grandes y generosos venezolanos de todos los tiempos, gracias a cuyo sentido del honor, el coraje y la gloria se selló la independencia del Perú y de América.
Que un venezolano que se reclama el más legítimo heredero de esa saga haya jugado el papel que desempeñara en las elecciones peruanas, ofende la memoria de esos próceres y la integridad de Venezuela. Hechos cuya flagrancia sólo el oportunismo más servil y el pragmatismo más avieso pueden ocultar bajo la alfombra. Es lo que hacen los gobiernos que en la OEA hacen oídos sordos a los justos reclamos del gobierno peruano del presidente Alejandro Toledo. Pero su secretario general tiene una responsabilidad mayor: velar por el imperio de las normas estatuidas en la Carta Democrática, coadyuvar al desarrollo y fortalecimiento de la democracia en la región y., sobre todo, atender a que las relaciones entre las naciones del hemisferio obedezcan y respeten las más elementales normas de buen vecindario.
Todos estos sacrosantos principios del otrora llamado panamericanismo están siendo violados por el teniente coronel Hugo Chávez. Y el lugar privilegiado para llamarle a terreno y señalarle sus obligaciones magisteriales cierra los ojos o mira de soslayo. Anorexia, desde luego, particularmente en cuanto a la terrible falencia de vitalidad que caracteriza al organismo. Esclerosis sin duda: incapacidad para comprender sus obligaciones y tareas para ser finalmente ese pujante organismo multilateral capaz de influir y facilitar la integración de la región en las grandes corrientes de la modernidad.
Triste papel el de la OEA. Triste papel el de Insulsa. Provoca recordar los tiempos en que un Chamberlain ofrecía sus diplomáticos influjos para facilitar el terrorífico despliegue de Adolf Hitler sobre sus naciones vecinas. Y pensar que algunos creímos que con Insulza llegaban a la secretaría general el compromiso democrático, la rigurosa aplicación de los principios de la Carta Democrática y la calidad negociadora en la solución de nuestros conflictos. ¡Cuán equivocados estábamos!