La obsesión de Castro con la guerra nuclear
Pareciera ser que Fidel Castro Ruz, aún no se recupera de la “traición de Khruschev”—llamada así por el dictador cubano, cuando el entonces líder de la hoy extinta Unión Soviética, Nikita Khruschev, decidió retirar en octubre de 1962 (hace 48 años) sus misiles nucleares que había instalado en Cuba al ser detectados por la inteligencia americana, obligando al entonces Presidente de USA; John Fitzgerald Kennedy, a emplazar al líder soviético o afrontar las consecuencias—la Unión Soviética retiró sus misiles de Cuba, después que el líder americano prometió nunca invadir a Cuba—lo que enfureció a Castro [ver un relato de esta furiosa reacción, descrito por Pierre Kalfon en su biografía del Che Guevara de 1997].
Pero mucho ha cambiado el mundo desde que dos bombas nucleares fueron lanzadas sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaky; respectivamente el 6 y 9 de agosto de 1945, para obligar a Japón a rendirse durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) —especialmente conocer realmente los efectos que tales explosiones tienen sobre el ambiente, la vida silvestre y la vida humana—que hasta ese entonces eran desconocidos para los científicos.
El horror observado de inmediato; en Hiroshima y Nagasaky, a corto y largo plazo—y hasta trans generacional—ha hecho ver a la humanidad que las bombas nucleares no deben usarse nunca más; y hasta el uso de la energía nuclear para fines pacíficos y civiles, presenta enormes riesgos, como lo ilustró el colapso del reactor nuclear de Chernobyl, Ucrania, el 26 de abril de 1986—y lo demuestran diariamente los desechos radioactivos de todo reactor nuclear en uso actual, cuyo poder letal y de contaminación no desaparece durante miles y hasta miles de millones de años, dependiendo del material fisionable usado en el reactor.
En pocas palabras—no se trata simple y llanamente de artefactos explosivos nucleares—sino de una fuerza de destrucción que no puede ser constreñida ni por la humanidad, ni por la naturaleza. Y por ello, el mundo tiene décadas negociando todo tipo de tratados internacionales destinados a la reducción y eventual eliminación de todos los arsenales nucleares; así como de normas de seguridad cada vez más estrictas para el uso de la energía nuclear con fines civiles y pacíficos.
Por esta innegable realidad, luce altamente improbable que la humanidad llegue alguna vez a presenciar una guerra nuclear en nuestro planeta—sin embargo, no se puede negar que algún individuo o gobierno con acceso a la tecnología nuclear, pueda llegar a cometer el craso error de hacer explotar deliberadamente un artefacto nuclear en contra de lo que ellos puedan percibir como un enemigo incontenible y deleznable—pero si esta remota posibilidad llegase a materializarse, la reacción mundial con toda seguridad hará que el perpetrador se arrepienta de haberlo hecho y sufra severas consecuencias.
Así que; no está en la capacidad de la humanidad curar la obsesión nuclear de Fidel Castro, pero si tiene la capacidad—y la voluntad de que lo ocurrido en Hiroshima y Nagasaky, no vuelva a repetirse.