La necesidad de una catarsis
“Los presuntos objetivos del socialismo fueron: la abolición de la pobreza, el logro de la prosperidad general, el progreso, la paz y la fraternidad humana.
Los resultados han sido un fracaso terrible, atroz, considerando que su principal objetivo, fue el bienestar general”
Ayn Rand
Filósofa y escritora estadounidense de origen ruso
Ignoro, aunque puedo intuir, con que ocultas y maquiavélicas intenciones, Zapatero eligió el 20 de noviembre para que se celebrasen las elecciones generales; una fecha tan marcadamente señalada en España por el totalitarismo. Pero no hay que ser demasiado avispado para pensar que la simbología absolutista y dictatorial de ese día, intentaba reforzar el mensaje del miedo “al que viene la derecha”, utilizado por los socialistas en su discurso habitual y concretamente en el transcurso de la campaña. Es una estrategia bastante eficaz para identificar a un sector mayoritario de la sociedad con la dictadura. Lo hacen intencionadamente y de forma tramposa, lo cual no es obstáculo para que gracias a la amplificación que de la misma hacen los medios corifeos que viven del apoyo de la izquierda, surta su efecto entre los mal informados.
Siguen utilizando tópicos rancios y de brocha gorda que tienen como destinatarios a todos aquellos que desconocen la verdadera historia de lo que siempre ha sido y sigue siendo, la izquierda española.
Tópicos como autoproclamarse soberanos defensores de los oprimidos; adalides de una aparente igualdad de la mujer; estimuladores de un falso feminismo; vanagloriarse de un disfrazado pacifismo que nos hace participar en guerras que ni nos van ni nos vienen, pero en las que dejan su sangre los soldados españoles; promotores de una defensa medio ambiental que está impidiendo la competividad de nuestras empresas y sangrando la economía familiar; exclusivistas impulsores de una libertad y una democracia a las que tienen pavor y procuran alejarse de ellas como de la peste, pero que para ocultar su propia contradicción, se encargan de tildar de retrogrado, golpista y facha a todo el que muestra su discrepancia; de ser los aguerridos tutores de una política social redistributiva que nos ha llevado al borde del precipicio con una deuda pública insostenible, cinco millones de parados, un cuarenta y tres por ciento de la juventud sin horizontes de futuro y a una igualdad —en las alpargatas como ya hemos visto las veces que han gobernado y que nos han dejado en la más absoluta quiebra moral, social y económica—, mientras algunos son incapaces de justificar su ostentoso patrimonio. Para tapar conductas escandalosas, hacen gala de su delirante y para ellos sacramental anticlericalismo —solo cuando se trata de la Iglesia Católica— pero muy respetuosos con otras religiones absolutamente ajenas a la cultura y tradición occidental, y sobre todo a la sociedad española.
Por segunda vez, el socialismo oficial va por un lado y una inmensa mayoría de la sociedad española, sin distinciones ideológicas, por otro.
El PSOE oficial, por primera vez ha tenido miedo de su propio gobierno y de las erráticas decisiones de su Secretario General y Presidente del Ejecutivo, Rodríguez Zapatero. Por eso le han ocultado cuanto han podido durante la campaña y han resucitado y paseado patéticamente a sus espectros del pasado.
Todos sabemos que el PSOE, al quedarse anclado en sus lejanos y revolucionarios orígenes; al no haber sabido encontrar un mensaje que conecte con la realidad social española, como recurso se ha convertido en una formidable máquina de propaganda.
¿Entonces que han hecho los socialistas españoles para tratar de desvincularse de sí mismos?
Han escarbado en la bufonada, en lo intelectualmente incongruente y grosero, en la defensa de los asesinos y la exacerbación de los voraces egoísmos nacionalistas; en la arrogante altivez que constituye la ignorancia de las sugerencias y reflexiones de la Corona; en ignorar las demandas y necesidades del pueblo llano y dar carnaza a minorías marginales con leyes populistas, injustas y sectarias que solo buscaban el voto de una clientela exigua pero influyente y cuya aplicación solo ha servido para dividir, enfrentar y crear rivalidades hasta entonces no existentes entre los españoles, entre hombres y mujeres e incluso entre los miembros de la familia.
Una política antagónica con la armonización y el equilibrio en los valores que los españoles nos dimos en la transición al aprobar por abrumadora mayoría la Constitución, la doncella que nuestros políticos han corrompido y prostituido insistentemente con sus sucios e interesados acuerdos para controlar la Justicia.
Esta política es la que ha llevado al socialismo español a la sinrazón, al ridículo y a incongruencias que rayan en el histerismo ideológico, como la Ley de Memoria Histórica, memoria condicionada por conveniencias partidistas, tópicos y prejuicios.
Tras el batacazo que se pegado el PSOE, lo sorprendente es que solo hablan de nombres. No piensan. Lo primero que deberían preguntarse los socialistas es porqué han perdido las elecciones. ¿Ha sido por la forma de gestionar la crisis económica? ¿Ha sido por la política territorial que han practicado? ¿Ha sido por la forma en que han gobernado? ¿Ha sido por la aplicación de una de una filosofía política no aceptada por la mayoría de la sociedad? ¿No sería más lógico que antes de hablar de nombres, se reflexionase sobre una ideología que ha llevado al socialismo a la quiebra más escandalosa que haya conocido en los últimos 30 años? ¿No debería preguntarse el PSOE que es? ¿Que es lo que ha representado hasta ahora? ¿Qué es lo que debería representar? ¿Debe seguir alimentándose de un nostálgico pasado o debe mirar al futuro? Y si debiera mirar al futuro —como parece lógico— ¿Qué es lo que espera de él la sociedad española? Tras la caída del muro ¿No estará el PSOE practicando un socialismo arcaico y trasnochado que no es el que necesita la sociedad de hoy y del mañana? Aunque formalmente abandonó en su día el marxismo ¿Sigue el PSOE devorándose así mismo con unos dogmas demostradamente fracasados en todo el mundo? ¿Debería ser una socialdemocracia moderna o simplemente es un partido cuyo único objetivo es eliminar a la derecha para establecer una autocracia ideológica radical, como siguen demostrando con sus actos aun después de su estrepitoso fracaso y de continuar en el poder en una mera interinidad?
Por las noticias que vamos recibiendo, en vez de abordar una reflexión serena, profunda y objetiva sobre las causas que han llevado a los socialistas a dos debacles consecutivas, lo que están haciendo es tratar de evitar a toda costa la autocrítica, amordazando la democracia interna y tratando de defender a dentelladas —a título personal— las migajas de poder que han caído de la mesa del banquete electoral.
Fuese la que fuese la intención de Zapatero al elegir esa fecha, la realidad es que la estrategia no le ha funcionado y el pueblo español, tanto en la consulta municipal y autonómica, como en la de las generales, ha mostrado abrumadoramente al socialismo, la puerta de salida del poder que se resisten a dejar hasta el último minuto.
Sin embargo, triste espectáculo es el que nos está ofreciendo el socialismo español que incluso cuando está atravesando una de las crisis más profundas desde su fundación, sigue ignorando que la realidad social le reclama urgentemente que —de una vez por todas— le cierre la puerta al pasado y abra un ventanal de aire fresco y renovador que le muestre el horizonte del futuro.
Haciendo un análisis profundo de los resultados habidos en las dos últimas elecciones, se puede llegar a la conclusión de que no ha ganado la derecha, sino que los españoles han visto la oportunidad de quitar el poder a los socialistas para que no continúen destrozando España en todos los órdenes, no solo en el económico.
El nuevo gobierno salido de las urnas se tendrá que hacer cargo de un buque que corre riesgo de hundirse porque esta lleno de vías de agua que hay que cortar con gran urgencia. Es una tarea a la que no solo estarán llamados el capitán y la oficialidad, sino toda la tripulación, por la cuenta que nos trae. Porque o se reflota el barco con gran sacrificio de todos o todos nos sacrificamos.
Y no parece que ello vaya a ser así, porque a las pocas horas de conocerse el resultado de las elecciones, los nacionalistas catalanes se han apresurado a amenazar con un referéndum de independencia —ilegal por supuesto— si no se les concede el concierto fiscal. Por otra parte y de momento, como oposición tendrá a los mismos pirómanos que han calcinado España, inmersos en sus broncas internas por obtener cada uno las mayores parcelas de poder de los despojos que les han quedado y dispuestos a seguir en sus trece.
El estado en que los socialistas dejan España, requiere sin más remedio abordar la solución de los gravísimos problemas estructurales que ellos han creado, solución que ineludiblemente pasa por una reforma muy seria y meditada de la Constitución.
La Constitución por ser de todos y para todos, debe aspirar a gozar de un consenso generalizado de todos los partidos representados en las Cortes Españolas, pero para alcanzar esta complicada anuencia, lo primero que debe darse es un pacto inquebrantable entre el partido del Gobierno y el principal de la oposición y no parece ni posible, ni congruente, que los mismos que causaron los destrozos, estén dispuestos a participar en la reconstrucción.
España necesita una izquierda; pero no una izquierda anclada en su utopía del pasado, en su resentimiento, en su revanchismo, en su sentido patrimonial del Estado, en su deseo de eliminar cualquier tipo de oposición, en su afán por establecer el pensamiento único.
El congreso que el PSOE tiene proyectado celebrar el próximo mes de febrero, debería establecer muy claramente un ayer y un mañana, pero no solo de personas que eso se produciría por propia inercia, sino fundamentalmente de ideas y proyectos. Un camino que les conduciría a ellos y a nosotros, un futuro, mucho más prometedor que el que ahora nos dejan.
En definitiva, creo que lo que el PSOE debería hacer es aprovechar la profunda lección que acaba de darle el pueblo español, escuchar su voz mayoritaria y estructurar su futuro en ese sentido, lo que equivaldría a una refundación. Aunque no estoy muy seguro de que conozcan lo que dijo ese gran conocedor de la sociedad que fue Henry Ford, fundador el automóvil que lleva su apellido: “El fracaso es la oportunidad de empezar de nuevo… con más inteligencia”