Opinión Internacional

La fragilidad democrática andina

Basta echar una mirada o vistazo al funcionamiento de la democracia en los países andinos (Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela) en la última década, para inferir y diagnosticar ciertas deficiencias institucionales que manifiestan los piases andinos, con excepción de Colombia. Esas deficiencias institucionales, entre ellas la crisis de representación, el declive de los partidos políticos, aunado a ciertos desequilibrios en el reparto y distribución de los recursos, ineficiencia, corrupción en algunos casos, incapacidad del Estado y de sus entes por cumplir con su asistencia en materia de salud, educación, promover empleo, seguridad, orden público entre otros, conlleva a situaciones de inestabilidad que son el reflejo indiscutiblemente de la fragilidad democrática en nuestro países.

El problema es complejo y multifactorial, no puede limitarse únicamente a un problema de escasez de recursos y finanzas, la prueba es Venezuela país y gobierno que en una década a manejado más de 800 mil millones de dólares, y sin embargo, no ha podido estabilizar la economía, controlar la inflación, el desempleo, y más aún, generar productividad, inversión y la mejora sustancial de los venezolanos quienes padecemos la inseguridad en todos los ordenes.

De tal manera, que mientras no tengamos instituciones fuertes y disciplinadas, respeto por el Estado de derecho, un compromiso ciudadano de respeto a las reglas de juego por parte de los distintos sectores que hacemos vida en cada una de nuestras sociedades, gobernantes mejor formados, responsables y con un sentido de amplitud, tolerancia y pluralismo, aunado al ejercicio permanente de la ciudadanía en lo que refiere a la participación y toma de decisiones, y el respeto por parte de los gobiernos nacionales de las nuevas dinámicas y lógicas que reconocen el desarrollo de lo local (municipios, ayuntamientos, alcaldías, departamentos o como se les quiera llamar) como expresión de la descentralización y transferencia de competencias.

La inestabilidad y el cambio o sucesión de presidentes y gobiernos ha sido una constante en países como Bolivia, Ecuador y Perú, países en los que además de la debilidad de los sistemas políticos, existe un componente indígena importante susceptible a las movilizaciones y tradicionalmente un tanto excluido. El caso boliviano tiene la particularidad de registrarse claros matices entre las regiones desarrolladas y productoras como Santa Cruz, Tarija y Pando y otras, entre ellas la propia capital La Paz, y un gobierno como el de Evo Morales que hay igual que Rafael Correa en el Ecuador, o anteriormente Hugo Chávez Frías en Venezuela, pretende vía mandato, vía decreto, vía referéndum, desconocer poderes e instancias, imponer restricciones y retensiones a las regiones, generando un estancamiento y retroceso en las mismas. En Venezuela se han creado múltiples instancias paralelas frente a los poderes y entes regionales y municipales, asignándoles recursos y creando malversación, despilfarro, estancamiento y dualidad de funciones.

Retomando nuestra idea sobre la fragilidad democrática andina, en nuestro países los gobernantes deben comprender que la mejor manera de vacunarse y crear una verdadera estabilidad democrática no es a punta de decretos, imposiciones o bayonetas. La realidad demanda acuerdo, dialogo y la necesidad de estrechar lazos con los distintos sectores (universidad, sindicatos, empresarios, productores, liderazgos, iglesia, medios de comunicación, y otros) que coincidan en líneas maestras y objetivos comunes, los cuales se traduzcan en decisiones, en logros y realidades, en que nuestros ciudadanos tengan una mejor salud, una buena educación, seguridad personal, jurídica y colectiva, estabilidad económica, instituciones que den respuestas a las demandas, lograr gobiernos que vean a quienes discrepan no como enemigos sino como adversarios, entre otros.

La estabilidad, el desarrollo, el crecimiento, la gobernabilidad y demás son estados y situaciones que no se decretan, sino que se construyen cada día, a partir justamente del dialogo, de la diferencia, del entendimiento y del reconocimiento del otro, partiendo que vivimos en un estado de sociedad civil que creemos ha sustituido al precario Estado de naturaleza donde cada quien hace lo que le viene en gana y se aplica la ley del más fuerte. Tal vez el nuevo estado de naturaleza en nuestros países andinos esta definido por la presencia de populismos beligerantes, personalismos de diverso cuño, precariedad jurídica, montoneras y arrebatos.

(*) Profesor de La Universidad de Los Andes E-mail: [email protected]

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