La farsa de la soberanía y voluntad de los pueblos
Poco después de la primera reunión realizada por la Organización de Estados Americanos (O.E.A.), cuyo el propósito fue considerar y buscar soluciones a la situación planteada en Honduras a raíz de la destitución del Presidente de la República, Señor Manuel Zelaya, decidida conforme a la vigente Constitución hondureña por los legítimos Poderes Constituidos de ese Estado, escribí algunas líneas en las que expresé que esa reunión había sido patética.
Lamentablemente, los posteriores acontecimientos no sólo han sido patéticos también, sino que, con excepción de la moderada mediación del Presidente Oscar Arias de Costa Rica, muchos de ellos han resultados ridículos y hasta serían risibles si no fuera por la importancia y gravedad de lo que está en juego: la paz y el respeto a una Nación soberana y a su pueblo de más de ocho millones de personas.
Expuse, en la referida nota, parte del artículo 2º de la Carta democrática Interamericana que reza: “La democracia representativa se refuerza y profundiza con la participación permanente, ética y responsable de la ciudadanía en un marco de legalidad conforme al respectivo orden constitucional”.
No es necesario, pues, ser genio de la política o de la diplomacia para ver, con ojos de razón y vista en lo que –como idea y valor de la democracia– se dice creer y defender, para descubir que la respuesta a la crisis de Honduras no la pueden aportar sino los ocho millones de ciudadanos hondureños y nadie más, por muy buena voluntad, autoridad y disposición que pueda tener.
El problema –lo escribí en una siguiente nota– radica en que en los Organismos Internacionales tipo O.E.A., no están representados los pueblos sino los gobiernos. Esto determina que, muchas veces, las decisiones que se toman vengan sesgadas por intereses políticos de éstos con olvido de la voluntad de aquéllos.
Entiendo que se está proponiendo una nueva reunión o encuentro de Presidentes latinoamericanos para insistir en la fórmula de Costa Rica propuesta por el Presidente Arias. Me pregunto: ¿por qué no se hace una consulta referendaria en la que el pueblo de Honduras exprese, libre y limpiamente, lo que quiere que se haga en su país?
¿No es eso lo sensato? ¿No es lo que obliga en democracia?
¿Quiénes deben manifestar su voluntad?
¿Los hondureños o los presidentes del grupejo marxista del Alba?
Lo que pasa es que los intereses “chequero-revolucionarios” están sobre las ideas de las supuestas democracias, en cuyos valores y principios no se cree porque todo es una gran farsa: ¡la farsa de la soberanía y voluntad de los pueblos!