La estafa de Lula
Hundido hasta el cogote en escandalosas compras de parlamentarios y otros actos de corrupción, Jose Dirceu, el otrora poderoso jefe del gabinete de Lula da Silva se apronta a hacer mutis. Termina en el pantano de la corrupción quien iniciara su carrera política recibiendo instrucción en guerra de guerrillas en Punto Cero, el centro de entrenamiento paramilitar cubano durante los años sesenta.
No sale en solitario del primer plano de la escena política brasileña. Le acompaña el creciente descrédito de un gobierno que asombró al mundo prometiendo erradicar el hambre en el Brasil y no ha hecho más que correr la arruga de los graves problemas que enfrenta una de las diez más potentes naciones del planeta. Se apronta a terminar su ejercicio y a renovarlo el año próximo. Según Fernando Henrique Cardoso, lo hace como «un pavo borracho corriendo en Nochebuena». Podemos prever el resultado del intento.
Según todos los sondeos de opinión, la imagen del otrora líder metalúrgico ha entrado en barrena. A pesar del tiempo transcurrido desde que asumiera el Poder, Brasil continúa sumido en sus graves desequilibrios. Consultado acerca de este flagrante incumplimiento, Dirceu le respondía a un periodista de El País de Madrid, que lo entrevistaba, con una frase marmórea: “Se necesitan seis años de Gobierno para lograr los cambios que prometimos”.
Que miente sin compasión, no necesita de mayores demostraciones. Basta leer la opinión que emite en esa misma entrevista acerca del teniente coronel Hugo Chávez, que habiendo atravesado ya la línea de sus seis años de gobierno no ha resuelto uno solo de los problemas que juró resolver en doce meses, como el del doloroso abandono de los “niños de la calle”. Contrariando este hecho incontrovertible, José Dirceu se permite la siguiente lectura de esta tragedia: “Chávez no es un elemento desestabilizador. Su conducta es consecuencia de varios intentos ilegales de apartarle del poder y de un golpe de Estado fallido. Chávez está haciendo lo que no se ha hecho durante cien años en Venezuela. Usa los ingresos del petróleo para modernizar el país y conseguir un mayor equilibrio social”. ¡Qué riñones!
Estas falaces y calumniosas afirmaciones del segundo hombre fuerte del gobierno del Brasil demuestran con meridiana claridad lo que Lula da Silva siempre creyó de quien, muy posiblemente, lo ayudara financieramente a conquistar el gobierno de la principal potencia del subcontinente. Dejan de manifiesto la voluntad que movía a Lula da Silva cuando impuso a su embajador en la OEA, Walter Peckley, como jefe de la delegación del organismo regional en Caracas para terminar de monitorear, controlar y definir los resultados del Referéndum Revocatorio, decididos en La Habana y Brasilia con el auxilio de Jimmy Carter.
El embajador del Brasil en nuestro país debiera recibir el más contundente repudio de la mayoritaria comunidad opositora nacional por las ominosas declaraciones de José Dirceu. Difaman las luchas de un pueblo en busca de su libertad y sirven a los oscuros propósitos de la desquiciada voluntad autocrática de quien nos desgobierna.