La cumbre del 11 de Julio
Al parecer ya está confirmado que el próximo viernes se reunirán en Caracas los presidentes Álvaro Uribe y Hugo Chávez. No pretendo adelantar opinión sobre algo que todavía no ha ocurrido. Sin embargo no es arriesgado describir el escenario o el ambiente dentro del cual se llevará a cabo la reunión.
Por una parte, las relaciones entre Chávez y Uribe se encuentran en un momento de reposo. Hablo de las relaciones Chávez-Uribe porque de eso mismo se trata. Las relaciones entre Venezuela y Colombia, que son las que verdaderamente cuentan, si bien se han visto intermitentemente afectadas por la situación de las relaciones personales de Chávez con el presidente Colombiano, nunca han estado en riesgo. Las amenazas de Chávez de adoptar medidas económicas y comerciales contra Colombia y hasta de nacionalizar las empresas de ese país no han pasado de ser simples amenazas, producto de los frecuentes arranques de soberbia que caracterizan al “comandante presidente” La verdad verdadera es que el comercio entre los dos países se encuentra en su mejor momento. El valor de las exportaciones colombianas hacia Venezuela alcanzó el año pasado los 6.000 millones de dólares. En algún momento Chávez dijo que esa cifra se iría al suelo este año. Lo que ha ocurrido es todo lo contrario, se espera que esa cifra sobrepasará los 6.500 millones.
Ese apaciguamiento que reina en las relaciones bilaterales sabemos que es muy frágil y eso lo tiene muy en cuenta el presidente Uribe, quien ha dado muestras de gran paciencia y tolerancia. Pareciera que se ha dotado de una coraza a prueba de toda agresión verbal. No de otra manera se explica que después de haber recibido tantas andanadas de insultos, agravios e infamias verbales, se muestre dispuesto a reunirse con quien no solamente lo ha ofendido personalmente sino también a su país.
Cuando Chávez decidió “congelar” sus relaciones con Uribe afirmó que ya no habría reconciliación posible. Ahora, con su cara bien lavada anuncia que está dispuesto a normalizar esas relaciones. Como si las relaciones entre los gobiernos fueran una nimiedad, una trivialidad, que se puede tratar a la ligera, Chávez declaró a la prensa: “nos dijimos cosas muy duras. Bueno entre hermanos y entre marido y mujer ocurre, se dicen cosas, se tiran platos, pero eso ya pasó y ojalá pase para siempre”
Pero el 11 de julio Chávez, empequeñecido y desprestigiado tanto en el frente interno como en el internacional y desesperado ante la derrota electoral que le espera el 23 de noviembre, tendrá como interlocutor a un gigante. Un presidente que contaba ya con alto índice de apoyo en su país, y que ahora, como resultado de la liberación de los rehenes, se encuentra en la cima de la aprobación, con más de 90% de sustento en la población, caso único en América Latina y creo que en el mundo.
Además el presidente colombiano acaba de superar un momento difícil como resultado de la decisión del Tribunal Supremo de poner en duda la legalidad de la reforma constitucional que le permitió la reelección. La Corte Constitucional colombiana ha rechazado los recursos que habían puesto en entredicho la legitimidad de la reelección de Uribe. Esto representa otro triunfo apenas pocos días después del golpe certero propinado a las FARC con la impecable operación “Jaque” que resultó un verdadero jaque mate a la guerrilla narco terrorista.
Otro elemento que pende sobre la cumbre del 11 de julio como una nube gris a punto de desencadenar una tormenta de pronósticos reservados es el tema de la información extraída de las computadoras de Raúl Reyes y los testimonios que han ofrecido varios de los guerrilleros que han desertado de las FARC acerca de los vínculos y la cooperación y apoyo de todo tipo que ha prestado Chávez a la narco guerrilla.
Este último tema no puede quedar en el olvido. Los venezolanos merecemos que se saque a la luz pública toda la información comprometedora que implica al presidente de nuestro país en actividades que rayan con la traición a la patria.
Evidentemente todos queremos que las relaciones con nuestro vecino caminen por la senda de la cooperación constructiva, la colaboración, la armonía y la buena vecindad. Estamos seguros que lo mismo quieren los colombianos. Ojalá los ofrecimientos de Chávez de subsanar sus diferencias con el Presidente Uribe sean sinceras. No nos hacemos ninguna ilusión. Desde que Chávez asumió el poder esas relaciones han estados montadas en una montaña rusa. Por momentos han alcanzado la cima de la normalidad pero luego se precipitan al abismo de la turbulencia consecuencia de las embestidas verbales que ponen en riesgo los intereses superiores que deben prevalecer en la convivencia pacífica de dos países hermanos. Ello como consecuencia de la soberbia, la intemperancia y la megalomanía de todos sabemos quién.
En todo caso, durante su encuentro con el Presidente Uribe, Chávez debería tener en cuenta dos frases lapidarias que han sido pronunciadas en esto últimos días. El mismo día que recuperó su libertad Ingrid Betancourt, ante las cámaras de televisión y de los periodistas de todo el mundo que se encontraban presentes, exigió a Chávez, que respete la democracia colombiana. La segunda es del Ex–Embajador de Colombia en Venezuela y Ex– Canciller de su país, actualmente director de la Revista Cambio, Rodrigo Pardo, quien en una entrevista que le hizo Roberto Giusti dijo que el papel de Chávez en la liberación de los rehenes en poder de las FARC se ha reducido a cero. Esto lo sabíamos ya, pero los últimos acontecimiento lo hacen mas evidente.
Ojalá todo lo ocurrido le haga comprender a Chávez que un jefe de Estado debe desempeñarse siempre como tal y no como un matón de barrio que constantemente está insultando y provocando innecesariamente a su vecino. Debería también al presidente Uribe como modelo y aprender de él cómo debe comportarse un estadista.
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