La cultura en la Cuba revolucionaria (II)
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Ser culto es el único modo de ser libre.
José Martí
La cultura fue desde un principio un aspecto base para el nuevo orden revolucionario que se hacía posible en Cuba. El sentido de identidad era fundamental para una nación que luchaba por su independencia, en este caso, la independencia con respecto al neocolonialismo que ejercía E.U.A. y las clases burguesas dominantes. Esto supone que existía, ya de antemano, un sentido de “lo cubano”, pues la misma interrogante sobre la identidad evidencia una distinción, un modo de ser, y por tanto, un sentido de pertenencia a un lugar y a una cultura. “Lo cubano”, según Jesús Guanche, va más allá de todos los antecedentes culturales y raciales que hemos mencionado: no es una suma de todos ellos, una amalgama perfecta entre cada uno; es más bien una negación dialéctica de estos antecedentes, al forjar, no un resumen , sino una nueva expresión, una nueva manera de existir y de ser distinta a todas aquellas que le dieron origen; es decir, todos los aportes que de una u otra manera se han legado, son producto tanto de una nueva reformulación como de una creación, que se hizo posible una vez que cada una de las culturas debieron enfrentarse a circunstancias de vida distintas a las que anteriormente llevaban, una vez que cada cultura, especialmente la negra, se vieron obligadas a dejar lo que tenían para crear nuevos instrumentos, nuevos vestidos, nuevas creencias, nuevas maneras de vivir en sociedad dadas las características particulares de aquella época y aquel régimen. Ser cubano, por tanto, es reconocerse como distinto al otro, y es también una reafirmación de la pertenencia, y esto, no fue nunca perdido de vista por la Revolución. Para Guanche, Cuba es “la unidad de lo diverso”.
La concepción de pueblo que se maneja en este país rebasa toda clase de prejuicios sociales, regionales y raciales tan marcados en los años precedentes a la revolución, la cual debía, además, acelerar los cambios en función del progreso socioeconómico, con base en el pensamiento científico marxista-leninista. Se pretendía edificar entonces una nueva nación, entendiéndola como una vinculación entre la comunidad y el Estado, siendo éste parte integrante de la primera: se trataba de forjar la unidad nacional. El Estado y la comunidad se pertenecen mutuamente y se relacionan, y por tanto, se constituyen en una nación. Las organizaciones estatales se enfocaron, por ende, en la autonomía territorial como una nación en proceso de formación.
(%=Image(8056760,»R»)%)En este Estado de perfil socialista, era importante estimular la integración étnica, promoviendo de distintos modos la participación de las minorías en los procesos sociales, y dejando en manos de las masas su protagonismo histórico. De allí que la llamada autoconciencia étnica acorde con este principio, esté fundada en el sentido de pertenencia al Estado y en el patriotismo, y de allí la importancia de estimularla.
De acuerdo con el enfoque científico basado en el modelo internacionalista (marxista-leninista) que nos expone Guanche, la cultura puede entenderse desde dos instancias: la cultura material y la cultura espiritual. La cultura material es aquella que se representa en bienes tangibles a partir de la elaboración del hombre bajo sus perspectivas de vinculación con la naturaleza y entre sí, en sociedad. La cultura espiritual obedece al orden de lo intangible, siendo la expresión de los valores intelectuales surgidos a partir de los distintos niveles de conciencia de los grupos sociales y que le dan un ordenamiento a los modos de vida, como la política, la religión, el derecho, la moral, el arte y la filosofía. La política es entendida aquí como lucha por el poder a partir de la conjunción de distintas relaciones que, de acuerdo al autor, se manifiestan en los Estados clasistas. Desde nuestro punto de vista, no negamos que la política sea también una lucha por el poder, pero es también una forma de organización en tanto que involucra un plan de nación. Por otro lado, creemos que ningún Estado está exento de los avatares de las luchas de poder, pues ésta es una condición inherente a la organización social en tanto que porta modelos culturales que se enfrentan y se reconfiguran a través del tiempo. Las luchas de poder no necesariamente está supeditadas al ámbito económico, aunque este también sea vital. Tanto en las sociedades contemporáneas clasistas como no clasistas (si es que existe alguna) los conflictos de poder existirán en tanto que existan grupos culturales dinámicos por naturaleza.
Afirma Guanche que la política se origina por la división de la sociedad en clases y con el surgimiento del Estado. No sólo es producto de la base económica de la sociedad, sino que influye y orienta el desarrollo social. Las ideas políticas están contenidas en las Constituciones y obras teóricas al respecto. En los Estados socialistas, la política se fundamenta en el principio de patrimonio cultural colectivo, y por tanto, es dirigida a y por la clase obrera: posee un sentido internacionalista (en tanto que socialista) y ha de ejercer influencia en “todas las formas de expresión de la conciencia social” . Y la expresión de la conciencia social ¿no es, acaso, desde este punto de vista, la cultura según la entiende este modelo? Es allí donde la política entra a jugar un papel importante, y específicamente la política cultural: organizar y orientar las manifestaciones culturales a fin de forjar un sentido de pertenencia y de elevar el nivel cultural del pueblo. Ahora bien, la política cultural del Estado cubano se erige bajo el siguiente principio, un principio medular del modelo socialista: los derechos de los seres humanos están legitimados en los documentos políticos, y en virtud de esto, el Estado ha de garantizarlos. Estos derechos son: el trabajo, la salud, la educación, la igualdad social, la participación, la defensa, la organización civil y la cultura. Por tanto, el Estado de Cuba se hizo responsable, a partir de la revolución, del devenir cultural del país como única vía para garantizar el acceso de las masas y, más allá aún, su participación activa, de allí su carácter “democrático”. Sin embargo, la revolución como proyecto de cambio exigía también una transformación de la mentalidad, la cual sólo puede operarse a partir de los patrones simbólicos de los individuos en sus relaciones sociales, esto es, a partir de la cultura. Cultura y educación, por tanto, se hermanaron en el proyecto, lo cual no implica necesariamente que se confundieron: se entendieron de una manera integral, una formaba parte de la otra, por lo menos en lo que respecta al modelo y su proyección de orden internacionalista. La igualdad solamente se hacía posible si todos tenían las mismas oportunidades y posibilidades, esto es, si todos podían tener acceso a una buena educación y a la cultura en sus expresiones artísticas, tanto populares como “elitescas”, concepto éste que desaparece en Cuba una vez que el Estado aplica políticas que abren el abanico de lo elitesco para hacerlo accesible a la población, no sólo a través de la “casi” gratuidad de los espectáculos y áreas culturales como modos de apreciación y disfrute estéticos (como museos, bibliotecas, etc.), sino a través de la enseñanza artística tanto en niveles formales como informales, de profesionales y aficionados.
(%=Image(3736524,»L»)%)Ahora bien, en la teoría marxista de la cultura, ésta es un reflejo de la sociedad. En tal sentido, en una sociedad clasista la cultura hegemónica es, por supuesto, la que pertenece a la clase dominante. Es por esta razón que, según Guanche, las expresiones populares fueron denominadas folklóricas, más en un sentido peyorativo que por una valoración real de tales expresiones. En la perspectiva socialista de la Revolución, la producción denominada folklórica adquiere la categoría de cultura popular tradicional como signo de la especificidad cultural de cada grupo social. No se trata de disminuir el valor de lo llamado “bellas artes”, sino de darle a la expresión cultural de los pueblos, por su carácter vivencial, el lugar que les corresponde, es decir, legitimarlas como formas de ver las realidades e interpretarlas, tan válidas como la anterior, tan importantes como la anterior. Si el pueblo es protagonista de su destino histórico, de acuerdo a los principios de la Revolución, la cultura popular sería estandarte y punto central de toda política. ¿Por qué? ¿Para qué?
La cultura, como sabemos, se transmite a través de la comunicación en sus distintos modos: la oralidad y expresiones simbólicas como la música, la pintura, la danza, etc., es decir, de manera empírica. En función de la política cultural de Estado en Cuba, la cultura se transmite a través de la enseñanza institucional “conciente”, que en el modelo cubano es seleccionada de un todo que se separa en rubros: lo mejor de lo cubano, de lo latinoamericano, de lo universal y de lo socialista. Este último aspecto hace notar la parcialidad que se manifiesta en la orientación de tales políticas y la ya no tan evidente legitimación de las diferencias e incorporación de las minorías, pues, obvian gran parte del todo por querer reforzar el sentido ideológico de la gestión estatal. El enfoque científico marxista-leninista aplicado a las distintas expresiones culturales, especialmente la religión (tanto la santería como el cristianismo, y tan deslegitimadas por esta corriente de pensamiento), termina por expropiarlas de su sentido original en un acto conciente, para ponerlos en función de la llamada nación socialista y su conformación. No queremos afirmar con esto que no exista libertad de culto, lo cual además sería materia de otra investigación, pero sí afirmamos que la valoración de estos aspectos al ser mediatizada por dicha teoría, sufre un proceso de desgaste, deslegitimando su valor simbólico y espiritual, y que al fin y al cabo forman parte de lo cultural, en pro del pensamiento científico. No olvidemos que el planteamiento socialista es evolucionista, y en este sentido, lo anterior formaría parte de una etapa previa que debe alcanzar su desarrollo una vez que el hombre pueda justificarse y entenderse frente al mundo de manera científica y racional, prescindiendo así de todo lo anterior. Se trata de la creación de una “conciencia científica de los bienes culturales” del pueblo . Nos preguntamos ¿pueden las masas, es decir, el pueblo tener una “conciencia científica de los bienes culturales” y crearlos bajo esta óptica? ¿No se perdería acaso toda la riqueza que le da el carácter empírico de la cultura a las expresiones del pueblo? ¿Puede lo cultural pervivir, en tanto elaboración de sentido, en función de una “conciencia científica”?
LA POLÍTICA CULTURAL DE CUBA A PARTIR DE 1959
(%=Image(4558438,»R»)%)Como hemos dicho anteriormente, el carácter de cambio de la Revolución exigía también un cambio de mentalidad, junto con una toma de conciencia del protagonismo de las masas en la vida cultural. Por ello se hermanaron cultura y educación como estrategias primarias del nuevo gobierno, dirigidas a lograr uno de sus objetivos fundamentales: elevar el nivel educacional y cultural del pueblo cubano. Para ello se previó, en el plano educativo, la reforma del anterior sistema, que cabe decir, se destacaba por los altos índices de corrupción que operaban en su interior, además de no cubrir ni siquiera una parte representativa de la población. Aunado a esto, la educación que se impartía estaba parcializada en favor de la cultura norteamericana, lo cual contrariaba enormemente los intereses del Estado: la reforma era integral, y por ello se buscó atacar tres aspectos:
a) la reforma del sistema educacional en concordancia con la propuesta y el desarrollo revolucionario, entendiendo la educación como un proceso dinámico, flexible y permanente. Se edificaron nuevos centros de enseñanza y se emplearon nuevos docentes. Además, se aprobó la Ley de Nacionalización de la Enseñanza, que la hizo pública, gratuita y obligatoria, tomando también en cuenta los grupos antes renegados por la sociedad burguesa, en especial, los negros. Esto fue parte de una estrategia de Estado para eliminar la discriminación racial, en tanto que los negros fueron y son fundamentales en la constitución cultural de la nación, tanto como en su participación en la lucha independentista.
b) Elevación del nivel educacional del pueblo: se buscó superar las insuficiencias del modelo anterior a través de la preparación técnica y científica, al alcance de las masas trabajadoras. Como parte de su proyecto ideológico a cumplir, se promovió la oposición a la guerra de “agresión”, junto con el estímulo de los valores de amor, paz y libertad nacional.
c) Línea de masas de la educación: Tomando como base el pensamiento científico, la educación se entendió en tanto servicio (para las masas) y en tanto participación (por las masas).
A esto le siguió la Campaña de Alfabetización, no sólo ejecutada por el Estado sino por líderes espontáneos, que en un lapso de un año redujo el analfabetismo hasta, prácticamente, desaparecerlo.
Hart Dávalo, en su discurso las ciencias sociales y el pensamiento contemporáneo, plantea determinados aspectos que son fundamentales dentro del modelo socialista cubano respecto a la educación y la cultura, a saber: si la historia de un país está condensada en el patrimonio cultural, y la conciencia de este aspecto es el único medio para lograr el fortalecimiento moral de la sociedad, la educación no sólo ha de encargarse la difusión de estos conocimientos, sino asegurarse de su “correcta” interpretación. Si pensamos en la construcción de una cultura socialista, la educación ha de erigirse como un proyecto integral, donde la educación científica alcance sentido a través de una intensa formación humanista. Sólo en esta medida puede hablarse de formación de hombres capaces de trasformar la realidad, y así mismo, podrá hablarse de verdadero internacionalismo.
En cuanto al arte, Hart Dávalo, como buen marxista, lo comprende como un medio de expresión, información y “educación socialista”, al servicio del sistema socialista en tanto propagador y reforzador de:
“…mejores formas de vida y los más altos sentimientos, e incite a los mejores modos de pensar. Esto es particularmente importante, dado el desarrollo tecnológico contemporáneo y la masividad que hoy tienen los medios de promoción y difusión del arte.” (pág. 13)
En el plano cultural, el proyecto fue comprendido a partir de dos aspectos:
· Selección de los valores permanentes legados del pasado.
· Estímulo, auxilio y orientación a las instituciones populares en búsqueda de su superación cultural .
Por primera vez en la historia de Cuba el Estado no sólo le destinaba gran parte de su presupuesto tanto al sector educación como al sector cultura, sino que, además, se hizo cargo de todo a fin de garantizar el acceso de ambas a la población; en otras palabras, la asignación del presupuesto estatal estuvo de la mano con un trabajo de estructura y organización. El primer paso para construir una política cultural lo constituyó la creación del Teatro Nacional de Cuba que se fundó con el triunfo de la Revolución.
Pronto, para dar fiel cumplimiento a los objetivos establecidos, se creó en el año de 1961 el Consejo Nacional de Cultura, que organizó el despliegue cultural de la nación a través de distintas organizaciones y agrupaciones tanto profesionales como aficionadas.
Todas las medidas asumidas por el Estado en su proyecto respondieron a las líneas directrices planteadas en la XI Conferencia General de la UNESCO. En esta reunión, Cuba se declara en contra del neocolonialismo, y se hace solidaria con las naciones del bloque socialista: URSS y la República Popular China. Así mismo, se declararon en contra de la intervención extranjera tanto en lo económico como en lo social y cultural, principio que ha marcado profundamente la orientación de las políticas culturales. Obviamente, esta posición no fue vista con agrado. Sin embargo, en materia de proyectos culturales, se lograron algunos acuerdos comunes entre los países:
· Poner la cultura al alcance de los pueblos.
· Difundir el conocimiento de las artes y la literatura.
· Preservar el patrimonio cultural
· Desarrollar museos y bibliotecas.
· Reorientar los medios de comunicación masiva en función de los objetivos del proyecto.
· Y el más importante de todos los objetivos: LA PAZ.
(%=Image(3860257,»R»)%)Todo esto formó parte de los lineamientos del plan nacional en cultura. Pronto se comenzó un serio trabajo de investigación, promoción y divulgación sobre la conformación étnico-cultural de Cuba, su pasado histórico, los aportes de las diferentes culturas, etc. Para ello se crearon publicaciones como Revista, iniciativa del departamento de folklore del Teatro Nacional de Cuba en 1961.
También se creó el Instituto Nacional de Etnología y Folklore, que operó desde el año 1961 hasta 1973, desapareciendo con su inauguración la publicación Revista. No sólo se promovió y divulgó la cultura cubana a través de la investigación, sino que también se propiciaron intercambios técnicos, científicos y humanos con otros países, no sólo en el área referida a los estudios etnológicos, sino en las artes y la literatura, como es el caso de la Casa de las Américas. También se crearon innumerables museos para la apreciación del legado histórico, científico y cultural del país.
Con todas estas estrategias, Cuba comenzó su ascenso en el reconocimiento internacional en tanto a lo cultural, y pronto formó parte de instituciones como la Unión Internacional de Ciencias Antropológicas y Etnológicas y de la Societé Internacionale .d’Ethnologie et Folklore.
Por otro lado, la política de descentralización cultural permitió llevar el trabajo más allá de La Habana hasta las otras provincias y municipios. Las casas de cultura jugaron un papel primordial como instrumento para estrechar los lazos entre el pueblo y el arte, contribuyendo con la difusión cultural masiva tan buscada entonces. Su misión era elevar el nivel cultural del pueblo junto con ofrecerle entretenimiento y disfrute. Por ello se trabajó tanto con aficionados como al nivel comunal. Hasta el año de 1978 se habían fundado 84 casas de cultura, de las cuales 20 se fundaron en ese mismo año en 11 provincias. En ellas se organizaban actividades como exposiciones, charlas, actividades de extensión, etc.
Así mismo, la educación superior se entendió de manera integral, bajo tres líneas de trabajo:
* Incorporación de la educación artística.
* Estímulo al movimiento de aficionados.
* Realización de múltiples actividades culturales (seminarios, conferencias, conciertos, etc.).
En música se le dio fuerte apoyo a la creación académica tan ignorada en muchas naciones latinoamericanas y del mundo, así como a la música popular. Se abarcó música de cámara, coral, y lo más representativo de lo popular (lo cual supone una selección en términos de nivel). Esto se hizo a través de distintos medios: la creación del Instituto Cubano de Derechos Musicales (1960), Centro de Investigación y Desarrollo de la Música Cubana (1978), Empresa de Grabaciones y Ediciones Musicales (1978), festivales nacionales e internacionales, temporadas de ópera con artistas nacionales, entre otras.
Igual suerte corrieron las otras áreas culturales como la literatura, la danza, el teatro y el cine. El aumento del nivel cultural y educacional del pueblo se constituyó en un reto para el Estado, pues la demanda era cada vez mayor. Por ello se crearon otros organismos anexos al Estado, cuya orientación fue siempre darle prioridad a la producción nacional, junto con la historia y la cultura. Entre estos tenemos: Editorial Arte y Literatura (1967), Editorial Pueblo y Educación, Editorial Gente Nueva ( de corte infantil y juvenil), Editorial de Ciencias Sociales, Empresa Nacional Distribuidora de Libros, Empresa de Comercio Exterior de Publicaciones, Dirección de Literatura, fundación de 149 bibliotecas públicas (entre ellas minibibliotecas y bibliobuses), Instituto de Literatura y Lingüística, Casa de las Américas, Teatro Musical de La Habana, Teatro Político Berthold Brecht, Teatro Estudio, Escuela de Instructores de Arte de Villa Clara, Centro de Superación Educacional, Dirección de Enseñanza Artística del Ministerio de Cultura, Comisión Nacional de Monumentos (1978), Ballet Nacional de Cuba, Instituto Cubano del arte e Industria Cinematográficos, Museo Napoleónico, Museo Nacional, Escuela Nacional de Arte, Teatro Obrero Campesino, entre tantas otras que aún quedan por nombrar.
Tan sólo hemos mencionado una parte de lo que se ha realizado en este país en materia de cultura. Sin embargo, esto ha sido también suficiente para comprender la importancia que se le confiere a este aspecto de la vida humana. Pero existe un último punto a considerar: la necesidad de reorientar las políticas culturales dadas las nuevas circunstancias de la vida mundiales desde una perspectiva latinoamericana de integración.
De acuerdo con Manuel Fernández, representante de Cuba ante el CLACDEC, América Latina debe enfrentarse a un modelo de vida (el modelo dessarrollista) que por su preeminencia hacia lo económico y tecnológico, ha producido graves secuelas en el desarrollo cultural de los pueblos. Por ello, cada vez se hace más vehemente la demanda de una vuelta a lo social, lo moral y lo cultural. Nuestras naciones no cuentan con los grandes avances tecnológicos de las naciones desarrolladas occidentales y orientales, sin embargo, una vía se hace posible: la unidad latinoamericana. La cultura y la tradición histórica de nuestra región reclama su inserción en los planes de gobierno, y constituyen el principal estandarte, signo de poder, para erigirnos frente al mundo. Desde la perspectiva de Fernández, esta unidad cultural, dentro de la heterogeneidad característica de lo latinoamericano, es un requisito indispensable para poder plantear un proyecto de superación nacional acorde con las nuevas realidades mundiales y, por supuesto, para “contrarrestar las tendencias transnacionalizadoras” . Se trata de constituir un frente cultural, que a través de políticas de integración, pueda resistir la dominación y penetración del sistema hegemónico. Se propone, en este sentido, elaborar una Carta de Identidad Cultural, crear un Consejo Latinoamericano de Cultura así como un foro latinoamericano para la colaboración con el proyecto y el intercambio cultural, promover la música latinoamericana, fortalecer la información y comunicación interregional a partir de la soberanía de cada país, crear una biblioteca continental y difundir el libro como una industria cultural latinoamericana. Todas estas propuestas están estrechamente ligadas a la concepción de lo cultural en el proyecto revolucionario cubano, y se funda, obviamente, en los valores de la libertad y la identidad, reafirmándose así el derecho a la diversidad cultural de los pueblos.
CONCLUSIONES
El proyecto cultural de Cuba, especialmente el referido a la perspectiva latinoamericana, nos hace darnos cuenta del papel protagónico que juega la cultura en este país, pero no desde una perspectiva lineal y romántica: el Estado cubano, gracias también a su ideología, ha comprendido prontamente que la cultura es un poder. Al carecer de una economía competitiva para el mercado capitalista, la resistencia, por supuesto, hubo de venir de una cohesión nacional, de un sentido de identidad que hizo inmune (hasta cierto punto) la sociedad cubana a las secuelas del modelo económico hegemónico, es decir, a su penetración. Pero esta resistencia ha devenido también en un alto índice de pobreza. Para muchos, la igualdad social en Cuba es posible, no porque todos accedan a un nivel de calidad de vida alto, si no porque todos han pasado a la categoría de pobres, claro está, económicamente hablando.
(%=Image(7569654,»L»)%)La cultura, contenedora de la identidad, maneja, como hemos dicho, el conjunto de patrones y valores en los que una sociedad se reconoce, y por tanto, al estimularse y fortalecerse, se fortalece también la nación políticamente, y esto es posible, porque la cultura permite el clima de respeto y de consenso que garantiza la perpetuación del sistema. Este consenso puede lograrse a partir de los distintos poderes que han utilizado las naciones del mundo para lograr sus fines: la violencia como en los tiempos antiguos, el poder económico (poder adquisitivo) como en la actualidad del mundo capitalista, y en el caso de Cuba, la cultura. Sin embargo, es gracias a este enfoque que Cuba ha logrado destacarse, promoviendo tanto su imagen en el exterior como la imagen de la América Latina. Sus valores y legado histórico se han dado a conocer tanto al nivel nacional como internacional. Al nivel nacional, esta iniciativa de investigar y difundir sus orígenes históricos y culturales, ha permitido sentar las bases para edificar un proyecto de nación, que, apelando a la memoria de su pasado, puede crear una visión del futuro para emprender su camino y delimitar su especificidad.
Sin embargo, la fuerte presencia del modelo de pensamiento científico heredado de los planteamientos de Marx, Lenin y Engels, ha parcializado la manera integral de observar el fenómeno cultural. Esta corriente, cuyo enfoque es evolucionista, supone el paso de una estadio inferior a otro superior: antes de llegar al comunismo como sistema ideal (sistema de repartición de las riquezas) la sociedad habría de crear la riqueza pasando por el capitalismo como estado previo. Así mismo, La cultura habría de avanzar de una manera lineal hacia el conocimiento científico que es, desde este enfoque, lo que se entiende por superior. No sabemos hasta qué punto la cultura pueda ser vista en términos de cientificidad. Sus elaboraciones de sentido trascienden el plano del pensamiento racional para erigirse en el plano de lo vivencial y afectivo, lo cognitivo y lo existencial. Observar lo cultural desde esta perspectiva es despojarlo de su sentido original para transformarlo en un artículo pintoresco o en un documento histórico carente de significación fuera de su contexto. Cierto es que existe una valoración de lo popular, pero el camino escogido es siempre la búsqueda de la elevación de los niveles culturales y educativos, objetivos que muchas veces hemos mencionado a lo largo del trabajo, y que delata y confirma la concepción de progreso lineal. El acceso a la cultura elitesca por parte de las masas, pareciera erigirse como una de los triunfos del proyecto revolucionario, reduciendo la complejidad de lo cultural a un problema de “acceso a” y poniendo en duda la “legitimidad en términos igualitarios” de lo popular frente a lo elitesco (no olvidemos en ningún momento que nos referimos a la visión del Estado a través de su política, y no a la visión que pueda surgir de la misma población cubana, mucho menos a sus prácticas culturales). Esto podría reafirmarse cuando observamos en reiteradas oportunidades que el Estado selecciona algunas de las manifestaciones culturales del pueblo para integrarlas al plan nacional, dejando otras por fuera, lo cual pone en evidencia una selección en términos de nivel. Sin embargo, no necesariamente deba esto ser cuestionable si atendemos a la intención del Estado de proyectar y edificar la nación cubana, reforzando lo más representativo de su cultura.
El Estado de Cuba ha logrado, gracias a su política, dar cumplimiento a su principal objetivo: fomentar la unidad nacional. Esto sí ha sido un éxito desde todo punto de vista. La unidad e integración cultural de Cuba ha permitido su proyección internacional, no sólo a través de los medios, sino a partir de la misma integración de los cubanos emigrantes, residentes en distintas sociedades, donde se han hecho ya todo un mito. La presencia cubana ha permeado las fronteras internacionales y le ha dado un nuevo giro a la visión que se tiene de la propia América Latina, e incluso ha influenciado importantes movimientos revolucionarios desde los años sesenta hasta nuestros días. Sin embargo, los medios comunicacionales se han esforzado por tejer alrededor de esta nación una imagen oscura, llena de miseria y frustración. No pretendemos negar las evidentes necesidades que pueda estar pasando este pueblo, pero esa es también una sola parte de la historia, así como el Estado cubano “socialista” muestra también una sola parte. Esto sólo evidencia que, en el fondo – o quizás no tanto -, hablar de Cuba es hablar de una lucha de poderes que se enfrentan constantemente: intereses políticos, de estrategia militar, económicos, en fin, cualquier variopinta de intenciones rodean a la tan mitificada nación, que se levanta orgullosa de sí misma gracias a su cohesión cultural. Esperemos que pueda crearse un modelo que permita la apertura de Cuba a la nueva realidad mundial, para así mejorar las condiciones de vida, sin que tenga que verse afectado todo el proceso de identidad, todo el proceso cultural que tanto ha caracterizado a nuestro hermano del Caribe.
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