La claudicación de las izquierdas
El caso venezolano se convertirá en la piedra de toque de las izquierdas latinoamericanas. Y de aquellas instituciones multinacionales encargadas de velar por la vigencia de la democracia en la región. El régimen de facto del teniente coronel Hugo Chávez a la cabeza de una coalición de grupos y partidos de izquierdas y su pretensión de implantar de manera violenta y anticonstitucional el llamado socialismo del siglo XXI constituirá la prueba definitoria de la naturaleza democrática de dichas izquierdas. Y la auténtica vocación democrática de la OEA y otros organismos regionales, como el MERCOSUR y el PARLATINO. O su indiferencia ante las violaciones a la constitución y los más elementales derechos humanos si se cumplen bajo los auspicios de Marx, Engels y Lenin. Como va quedando suficientemente de relieve con el caso de las inhabilitaciones políticas, un ejemplo que pone a la Venezuela del teniente coronel al nivel de Irán, Bielorusia y Zimbabue.
No sería novedoso asistir al silencio de las izquierdas ante dictaduras de este signo político. Cincuenta años ha durado la tiránica y terrible dictadura de Fidel Castro en Cuba, sin que hasta ahora ninguno de los partidos de izquierda del continente haya osado emitir un mínimo juicio crítico. Todos ellos, incluidos los hoy gobernantes presidentes de izquierda como Michelle Bachelet o Lula da Silva, Cristina Fernández o Tabaré Vásquez – no hablemos de Evo Morales, Daniel Ortega o Rafael Correa -, son entusiastas seguidores de los Castro y jamás han contribuido al restablecimiento de la democracia en la desgraciada isla del Dr. Castro. ¿Olvido involuntario?
La exclusión del régimen castrista de la OEA fue promovida hace ya más de cuarenta años por auténticos líderes democráticos de la región, como el socialdemócrata venezolano Rómulo Betancourt. Los mismos que sirvieran luego de dique de contención al avance de las dictaduras militaristas del Cono Sur y Brasil. Inolvidable el papel jugado por Venezuela, Costa Rica o México durante esos terribles años. Los gobiernos socialdemócratas o socialcristianos de la Venezuela democrática se convirtieron en el faro de la libertad en la región y su respaldo material, financiero y político a los partidos e individualidades perseguidas por los regímenes dictatoriales de Chile, Argentina y Uruguay un factor esencial en la reconstrucción de las democracias en dichos países.
Asombra que esos mismos partidos e individualidades, cobijadas por Venezuela o México durante sus destierros ˆ el caso de José Miguel Insulza es paradigmático al respecto ˆ guarden el más escrupuloso silencio ante las violaciones a la constitución que se cometen hoy de manera flagrante, pública y notoria en Venezuela. Que los comunistas, socialistas y miristas chilenos ˆ asilados en nuestro país y respaldados financiera y humanamente por Acción Democrática y COPEI, así como por sus respectivos gobiernos ˆ se identifiquen con quien hoy persigue a dichos partidos y se presten a la comparsa del expansionismo militarista en la región no puede menos que causar indignación y asombro. Demócratas de los dientes afuera, se aferraron a las democracias latinoamericanas cuando sintieron el mordisco de la represión dictatorial y necesitaban la protección de regímenes que respetaran los derechos humanos. Hoy, liberados de esa carga gracias en gran medida al respaldo de los demócratas venezolanos, sirven de agentes de las pretensiones dictatoriales y expansionistas de un retoño de dictador, como el teniente coronel Hugo Chávez. Esquizofrenia pura.
No saben que con dicho comportamiento cavan su propia tumba. Las izquierdas latinoamericanas, no importa si democráticas o dictatoriales, pagarán los platos rotos por su inconciencia. Perdieron su credibilidad moral. Perderán sus posibilidades de mantenerse en el Poder, allí donde gobiernan, o de acceder a él, en donde lo pretendan. Es el signo de los tiempos.