La castidad de Casto
Hace cuatro días, el 10 de febrero pasado, le envié este mensaje a Gerardo Reyes, periodista que trabaja hace años en El Nuevo Herald, de Miami: “Estoy redactando un artículo sobre el affaire de las intercepciones telefónicas recientes en Colombia, en las que el Ejército de ese país ha sido acusado de realizarlas. Veo un artículo hoy de la agencia Efe en la que afirma: ‘La investigación, realizada por el periodista colombiano Gerardo Reyes y el venezolano Casto Ocando, indica que ‘hackers’ de la inteligencia militar colombiana accedieron a las comunicaciones entre periodistas y portavoces de las Farc en Cuba.’ Me gustaría saber si usted ha escrito al respecto, sobre todo un texto más completo, pues aquí, en la información citada y en la que ha ventilado la prensa colombiana, hay un tremendo vacío: no se dice cómo usted y Casto Ocando constataron tales intercepciones. Si estoy bien informado, los únicos que están en posición de saber eso son los investigadores de la Fiscalía, quienes decomisaron los computadores donde estaría esa información, pero no la prensa internacional, ni nacional. No le pido que revele sus fuentes. Solo le pido una explicación sobre el por qué de esa convicción. ¿Podría usted ayudarme a resolver esa duda?”.
Obviamente, ese mismo mensaje se lo envié a Casto Ocando, otro conocido periodista de El Nuevo Herald.
Los dos colegas escogieron el silencio. Ninguno de ellos ha explicado cómo hicieron para saber lo que dicen que saben. Esa actitud no me sorprende aunque es muy reveladora. Ellos no responden pues no están en capacidad de probar que ellos constataron las supuestas intercepciones telefónicas a algunos periodistas. Al no haber constatado nada por sus propios medios y personalmente ellos estaban incapacitados para decir lo que dijeron. Al obrar así, ellos no hicieron sino repetir como cotorras lo que había afirmado la revista Semana, quien tampoco ha aportado hasta hoy la prueba de que las conversaciones de esos periodistas y los “negociadores” del gobierno en La Habana hayan sido interceptadas.
Lo de Semana, hasta hoy, no son “revelaciones” sino alegaciones. Semana supone que esas intercepciones existen, pero no ha podido verificar la cosa. Y algunos medias, incapaces de distinguir entre una suposición y una verdad comprobada, repiten sin medir el alcance de sus actos. Los investigadores de la Fiscalía colombiana, que tienen los computadores donde estarían las pruebas de esas intercepciones, tampoco han presentado la prueba que permita hablar seriamente de eso.
Hasta que prueben lo contrario, yo digo lo siguiente: los señores Ocando y Reyes, a quienes tenía hasta hoy en buen concepto como periodistas –el odio de Gerardo Reyes por el ex presidente Uribe es bien conocido pero el trabajo de Casto Ocando sobre la actualidad venezolana y boliviana ha sido muy valioso– en este episodio se comportan como periodistas con ética variable, como inventores de realidad.
Existe, desde luego, otra posibilidad: que estos dos periodistas estén diciendo la verdad. En ese caso, ellos habrían disfrutado de un contacto exclusivo con la Fiscalía. Es decir, que el Fiscal Montenegro les habría mostrado los contenidos de algunos de los computadores decomisados. Montealegre estaría así violando la reserva del sumario pues los periodistas no son parte civil en esa investigación. Y estaría utilizando a esos periodistas como voceros para abrumar a la inteligencia del Ejército de Colombia. Entre ellos y la Fiscalía se habría pactado, además, guardar silencio total sobre el origen de las informaciones.
Si bien Reyes y Ocando dicen tener la información de una misteriosa “fuente”, lo que ellos dijeron sirve, a su vez, a otros medios de fuente. Por ejemplo, lo dicho por Univisión descansa únicamente sobre lo dicho por Gerardo Reyes. Y así el perro se muerde la cola. Empero, un rumor repetido no se convierte en verdad. Una periodista española, Sagrario García, llegó a indignarse porque le dijeron que le habían interceptado un presunto e-mail donde les pedía audiencia a los narco-terroristas. Y salió a gritar que los militares colombianos le “violaron su privacidad”.
¡Qué cinismo! Como si los contactos entre un periodista y las Farc pudieran caer en la esfera de la “vida privada”. Esos contactos son objetivo legítimo de las fuerzas constitucionales que luchan contra el terrorismo. Esas intercepciones pueden salvar muchas vidas. Marisol Gómez, de El Tiempo, reaccionó mejor: dijo que tales intercepciones “no la incomodan” porque se trata de “una organización [las Farc] que los periodistas saben que es blanco de los servicios de inteligencia”. Mejor le habría valido decir que se trata de una organización armada que combate al Estado y a la sociedad colombiana.