Opinión Internacional

La campana de la libertad suena en Honduras

Latinoamérica está dividida. El tema de Honduras ha sido la piedra de tranca en que dos visiones se están enfrentando sobre como concebir la democracia.

Es bien sabido que el “chavismo” no acepta el concepto de democracia representativa, como lo dejo bien claro en la reunión de la OEA en Canadá cuando rechazo el concepto y proclamo el de «democracia participativa y protagónica», ahora en nuestra Constitución.  Conceptos que muchos aceptan en Venezuela como tratando de expresar que una democracia lo es realmente si la gente participa, implicando que la democracia representativa no sirve o es limitada. Lo grave de esta visión es que olvida la historia de las democracias.

Cuando uno visita la “Campana de la Libertad” en Filadelfia, aprecia la contradicción que se daba cuando por una parte se escribía la declaración de la independencia de los EE.UU., con aquello de que ‘todos los hombres nacemos iguales’, mientras gente como George Washington mantenía esclavos. Se necesitaron varios años y una guerra civil para que se acabara la esclavitud. Y un siglo para que formalmente se acabara la segregación y 50 para que un presidente negro ocupara la Casa Blanca.

Lo increíble es que este proceso no se dio porque se eligieron buenos gobernantes, que es un punto a su favor, sino porque desde las bases, desde la sociedad civil,  no desde el gobierno, comenzaron a organizarse para reivindicar los derechos escritos en 1776. No se necesitó declarar que la democracia es participativa y protagónica, lo que sucedió es que la sociedad civil -el pueblo- se asumió como “participativa y protagónica”.

Claro que las diferencias entre el norte y el sur de América son, desde el principio, determinantes en este proceso. Para empezar el  capitalismo salvaje norteamericano ha liderado al mundo, disminuido la pobreza a niveles tolerables y mantenido, disfrutado y mejorado una democracia por siglos. Mientras para nosotros la lucha ha sido para liberarnos del feudalismo y el capitalismo primitivo, acabar con la pobreza y, dejar el caudillismo y conquistar la democracia.

En el caso de Honduras, el debate es entre quienes quieren que la democracia se imponga desde el Estado, o una organización de Estados, como la OEA, y quienes confían que la solución debe venir de la sociedad civil. Pero la democracia no son ni elecciones ni constituciones, y siempre estará en crisis si los gobiernos no logran el desarrollo económico y consecuencialmente la superación de la pobreza. Y para esto el estado puede ser un aliado o un enemigo.

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