Opinión Internacional

La Argentina, ¡del tomate!

“Los hombres se dividen en dos bandos: los que aman y construyen, y los que odian y destruyen” José Martí

Doña Cristina sigue sin aparecer y el agravamiento de su situación psíquica ya es vox populi, a punto tal que se cuenta acerca de un nuevo episodio de pérdida de ubicación espacio-temporal durante su descanso en el Calafate. Hoy, más allá del eficiente ocultamiento que hace de su figura, quien manda de hecho en la Argentina es el Chino Zannini, a quien nadie eligió nunca, que dice transmitir las órdenes de la reina.

Cuando la Presidente designó al ya ridículo Coqui Capitanich como Jefe de Gabinete (prudente, no renunció como Gobernador del Chaco) para paliar, en alguna medida, los efectos de su desaparición, mantuvo a Bambino Kiciloff (en realidad, lo ascendió a Ministro de Economía, desplazando a Me-quiero-ir Lorenzino) y a Patotón Carioca Echegaray, y así rearmó su propio “Titanes en el Ring”, el recordado show de Karadagian. En su máquina de picar carne, llevó al cuadrilátero a luchadores disfrazados, que pasaron a combatir todos contra todos y sumen al país entero en el mayor desconcierto.

Por su parte, chismes de Olivos cuentan que Coqui, harto del permanente esmerilamiento al que es sometido por funcionarios que, al menos en teoría, dependen de él, ya ha presentado la renuncia; tal vez, el rechazo haya sido similar al que recibió don Julio DeCobrado en iguales circunstancias: “de aquí sólo te vas preso o muerto”. El propio Patotón, a quien los medios de Cristóbal Timba López armaron la cama de Rio de Janeiro, situación que se ha agravado por sus notorias mentiras, ha sido reiteradamente desautorizado y debe estar con el cuero dolido; tengo para mí que, si no fuera por las comprometedoras carpetitas que armó en la AFIP sobre doña Cristina y su íntimo entorno, ya se lo habría eyectado.

Es habitual hoy, en todos los corrillos políticos, resaltar que, en cualquier país serio, Patotón ya hubiera sido echado; es cierto, pero siempre respondo que, antes, la propia Presidente, Guita-rrita, Jaimito, Uberti, Schiavi, Báez, Anímal, los Ezkenazi, Ferreyra, Timba y tantos otros estarían presos.

Tal vez, en este entorno tan dramático, que ha incluido marchas y contramarchas en materia de impuestos al patrimonio y a la valorización de activos inmobiliarios, los episodios más risibles hayan sido la amenaza, después desmentida alegando mal asesoramiento, de abrir la importación de tomate desde Brasil, con el confeso propósito de “cuidar” los precios y la mesa de los argentinos, y el anuncio de la compra, por el Ejército Argentino, de treinta y cinco Hummer como muestra de la recuperación de nuestra relación con los Estados Unidos.

Este último ítem, más allá de demostrar que carecemos de fondos hasta para comprar unos modestos blindados, trae una complicación adicional, que debiera generar preocupación en la ciudadanía. El Chivo Rossi ha negado que los transportes vayan a ser destinados a la lucha contra el narcotráfico, hoy prohibida por la ley de defensa. Porque, obviamente, asignarles esa misión haría que los militares violaran la normativa vigente, al actuar dentro de las fronteras; pero, si no tuvieran ese destino, ¿cuál sería la función de los vehículos? Y eso nos lleva a la siguiente pregunta: los oficiales, que ven diariamente a sus camaradas presos por haber obedecido una ley dictada en democracia, ¿estarán dispuestos, por seguir a Espión Milani, a caer en la misma trampa por “obediencia debida”?

Todo sería un tema menor si no tuviera tan alto costo político y económico para la Argentina entera, tanto hacia su propio interior cuanto a su imagen internacional. En un momento en que las reservas nacionales han, prácticamente, desaparecido, lo cual ha llevado al Gobierno a los más absurdos experimentos para tratar de recomponerlas, ¿alguien estará tan borracho, sea argentino o extranjero, como para traer divisas a un país tan corrupto, inmerso en una sideral crisis moral, que carece de conducción y de planificación económica, no respeta contrato alguno, tiene uno de los índices de inflación más alto del mundo, padece de cepos y arbitrariedades, no permite retirar utilidades, comienza a carecer de mano de obra calificada, no puede suministrar energía y vive en el más extremo cortoplacismo?

Porque, convengamos, la Argentina es un lugar en que uno se entera si es rico o pobre leyendo el diario del día siguiente. Habiendo otros países vecinos que crecen más que nosotros y en los cuales las certidumbres de largo plazo y la seguridad jurídica son la realidad cotidiana, ¿para qué jugar en el enorme casino en que hemos convertido al nuestro?

Leyendo una nota que publicó Daniel Muchnik el martes pasado en “El Cronista”, con una acabada descripción del “rodrigazo” de 1975 y sus consecuencias, las similitudes con la situación en que vivimos convoca a lo inexorable de un final largamente anunciado; recordé que quien esto escribe, ya en julio de 2008, lo había dicho (http://tinyurl.com/n6vkz4e). Fui muy vapuleado en su momento, acusándome de tratar de convertir en una profecía autocumplida mi fervorosa y militante crítica a los Kirchner y, como sucedió con la crisis energética, que también describí tempranamente, con el paso de los años en los que nadie la percibía fui perdiendo credibilidad. En economía nadie puede establecer plazos ciertos para los acontecimientos futuros, pero éstos son inexorables cuando se siguen aplicando recetas erróneas y, sobre todo, cuando esas políticas tienen por objetivo real el saqueo.

El “rodrigazo” lo está haciendo ya el Gobierno, que ha devaluado el peso frente al dólar en un porcentaje mucho mayor que la inflación, que ha autorizado grandes subas en los precios de los combustibles y del transporte, o que llega a acuerdos de alimentos que convalidan las alzas anteriores a su vigencia. Pero lo está haciendo en etapas, con lo cual su efecto de sincerar la economía se pierde siempre, y el golpe final lo darán los empleados públicos, cuyos salarios ya resulta imposible de pagar tanto para la nación como para las gobernaciones e intendencias. ¿Volverán, entonces, las cuasi-monedas, como dijo el Gobernador Colombi, de Corrientes?

La preocupación por la estampida del dólar “blue” ha obligado a la Casa Rosada a insistir en el vaciamiento de la ANSES, que ha vendido bonos que deberán pagar los futuros gobiernos, pese a lo cual el señor Fábregas, desde que asumió la Presidencia del Banco Central, ya ha visto caer las reservas en U$S 1.500 millones en sólo cuarenta y cinco días. Esa caída ha llevado las disponibilidades reales al nivel de US$ 9 mil millones, confirmada por los especialistas, y reviste características más que alarmantes, sobre todo por la pretensión de robar otros US$ 3,5/4 mil millones con la excusa de las falsedades del INDEC sobre el crecimiento de nuestra economía.

Mientras tanto, como se ha visto, el Gobierno, que este año importará petróleo crudo por primera vez en décadas, apuesta a YPF para conseguir divisas, es decir, quiere repetir la situación imperante antes de su privatización: se endeudaba a la empresa, que pagaba menos tasa que la propia Argentina, para extraer luego los fondos de su tesorería. Ante ello, tampoco resulta sorprendente que haya tantos trascendidos acerca del arrepentimiento del Mago Galucchio de su aceptación del cargo de CEO de la compañía, harto de discutir con La Cámpora.

Sin embargo, el desquicio en que la combinación extrema de maldad e ignorancia de quienes, al menos en teoría, se ocupan de la economía los ha llevado a un nuevo contrasentido: el bloqueo del CUIT a una de las mayores exportadoras de granos, que cometió la ingenuidad de enviar trigo al exterior con una autorización previamente concedida, y a la cual se le exigió cancelar la operación con el buque ya en navegación. La medida ha generado temor en las restantes compañías del rubro, y producirá nuevas consecuencias graves en el mercado local del cereal.

Esta semana, la dirigencia empresarial y el campo se reunieron a puertas cerradas en La Rural. Conociendo mucho a algunos de quienes estuvieron en ese encuentro, sé que se comenzó a pensar en cómo y qué hacer si el plazo constitucional del 2015 adelantara, como muchos creen, su vencimiento.

La Argentina, como dicen los chicos, está “del tomate” desde hace mucho tiempo, pero el mal se ha agravado y ahora alcanzó al máximo nivel ejecutivo nacional. Los próximos sesenta días serán definitorios; la sociedad, ya alerta, está reclamando consensos frente a lo que viene, pero los opositores siguen mirando para otro lado y, ante la pregunta, responden: “¿yo?, ¡argentino!”.

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