¿Inoperantes o inoperables?
Hemos presenciado el desfile anual de mandatarios y mandamases del mundo que en la asamblea general de la ONU predican grandes proyectos para resolver el hambre, la pobreza, el Sida, el terrorismo y otros males del planeta, como si cada uno de ellos los hubiese, medianamente, resuelto en su propia casa.
El genial Quino calificó a la ONU como “simpáticos inoperantes” en Mafalda décadas antes de que otro personaje latinoamericano de historieta bramara que el organismo no sirve para nada. Esta crisis se evidencia en las declaraciones del secretario general, Kofi Anann, quien ha reconocido que no se logró un acuerdo para reformar al Consejo de Seguridad, firmar un tratado de no proliferación de armas nucleares y ni siquiera, para garantizar que se concreten los más elementales proyectos de seguridad y atención humanitaria.
La ONU está en terapia intensiva en tiempos de una generación escasa de estadistas, pero también, por una burocracia que la atrofia y escándalos de corrupción como el del Programa de Petróleo por Alimentos con Irak, que comprometen a varios de sus funcionarios. Durante años, en nombre de una “ayuda humanitaria”, algunos de sus funcionarios favorecieron a empresas, entre ellas rusas y francesas, que otorgaron a Saddam Husein millones de dólares a cambió de oro negro. Si bien estas revelaciones no justifican la invasión a Irak, sí cuestionan las razones de líderes como Chirac, Putin y el mismo Annan, para oponerse a un ultimátum al dictador iraquí luego de la Guerra del Golfo.
Nada más emblemático de un mundo enfermo que los apasionados discursos de muchos de los que sermonearon desde el podium de la ONU, mientras que en nombre de guerras justas y revoluciones nos hunden en una pantanosa realidad color petróleo. ¿Habrán dejado de ser simpáticos la mayoría de los inoperantes? Mafalda y sus amigos tienen razones para acongojarse.