Imperialistas de izquierda
Servir a su pueblo es lo que hace Evo Morales cuando nacionaliza la industria de hidrocarburos en Bolivia. El nuevo presidente aspira que su país ponga las condiciones para la explotación de las riquezas que les pertenecen. Consciente de que los argentinos y los brasileños pagan por el gas natural boliviano la cuarta parte del precio por el cual ese bien se cotiza en Europa y en Norteamérica, Morales reclama un precio justo por su materia prima, al igual que condiciona la permanencia de las multinacionales, que en este caso no son norteamericanas, sino brasileñas, argentinas, españolas y en menor grado francesas y británicas, a que se asocien en condiciones minoritarias con el Estado boliviano, que pasará a devengar el 82 % de las ganancias de esa sociedad.
Ya en Bolivia comenzó un intenso debate sobre si tales medidas y la forma abrupta como a ellas se llegó, ahuyentan inversiones y recursos tecnológicos y humanos que son necesarios para fortalecer al país como una referencia energética que les permita convertir los ingresos provenientes de esas actividades en palancas del desarrollo. Por otra parte, al no haber diversificado su mercado, el éxito de sus operaciones está en manos de los países más afectados por la nacionalización, cual es el caso de Argentina y Brasil, que consumen las tres cuartas partes de la producción de gas boliviano. Brasil controla, además, dos importantes refinerías y opera el gasducto que transporta el gas boliviano que ellos mismos compran.
Los bolivianos, en plena campaña electoral por la Asamblea Constituyente, resolverán cómo quieren manejar su industria y cuáles serán las mejores maneras de defender sus intereses. Por lo pronto, el gobierno de turno se ha comprometido a ponerle un freno al saqueo de sus recursos naturales, en advertencia que alude a países que hoy están bajo la conducción de Lula y de Kirchner, quienes han apoyado a Morales en sus campañas y a quien consideran un aliado en la izquierda latinoamericana.
Sin embargo, el “interés nacional” que Lula ha jurado defender, pasa por el respaldo a Petrobras, la cual ha invertido más de 1.500 millones de dólares en los últimos años en Bolivia, lo que equivale al 20% de las inversiones extranjeras en ese país. A eso se agrega que la mitad de los requerimientos de gas de Brasil provienen de Bolivia, razón por la cual han invertido fortunas en el gasducto y en las dos refinerías arriba anotadas. Sería contrario a su deber presidencial, permitir que los activos brasileños en el exterior se disminuyan, que se ponga en jaque el suministro energético a su país y que los costes de producción de la industria brasileña aumenten como consecuencia de los ajustes de precio que Morales ha anunciado.
Ya Lula ha dado autonomía a Petrobras para que anuncie que da 45 días de plazo a Bolivia para que defina las nuevas condiciones, so pena de acudir al arbitraje internacional.
Kirchner, por su parte, está obligado a defender la empresa Repsol, que ha invertido 900 millones de euros en los últimos ocho años y tiene prevista una cantidad similar para el plan operativo 2005-2009 en Bolivia, inversiones que abandonaron en Argentina por las ventajas que obtenían de hacerlo en Bolivia.
Para Lula y Kirchner sus empresarios forman parte del “interés nacional”, por lo que difícilmente la cacareada retórica anti-imperialista les será útil para resolver un conflicto en el que el imperio son ellos. Ahora no tienen a quien echarle las culpas.