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La frase que antecede fue pronunciada por el ex Presidente del Banco Central en la conferencia de prensa que brindó el viernes 29 de enero, al presentar su renuncia al cargo. Por supuesto, y más allá de cualquier ideología, responde a la más estricta lógica.
Sin embargo, el Gobierno parece haber obtenido, de los asfixiados gobernadores de varias provincias, la conformidad para reformar, con el voto de sus legisladores, la Carta Orgánica del Banco Central de la República Argentina, precisamente para convertir a la entidad en un apéndice del Poder Ejecutivo nacional.
A esta altura del partido o, más bien, del período kirchnerista, parece mentira que los mandatarios provinciales continúen entregando al tirano de Olivos los medios para mantenerlos sojuzgados. Resulta increíble que, en seis años, no hayan descubierto que, cada vez que han concedido a don Néstor alguna facultad, tal como los superpoderes o un reparto inequitativo de la recaudación fiscal o la ley que permitió apropiarse de los ahorros de los particulares en las AFJP’s, éste los ha usado para domesticarlos y obligarlos a ceder en la siguiente cuestión que les plantee.
Por otra parte, tampoco parece que los diputados hayan leído el memorable artículo escrito por José Enrique Miguens, «Darse Cuenta» [i], en el que relata brevemente el fin de la República de Weimar, cuando los miembros del Reichstag aprobaban, con una actitud política totalmente infantil, las iniciativas que enviaba la Cancillería alemana, en manos de Hitler; cuando, finalmente, tomaron conciencia de lo que habían hecho, el horror se había adueñado del poder absoluto y ya resultaba imparable.
Esa comparación histórica resultará imprescindible a la hora de juzgar, en el futuro, las actitudes que adopten los legisladores que representan a Proyecto Sur, de Pino Solanas, a SI, de Macaluse, a Libres del Sur, de la señorita Donda, al socialismo y al propio radicalismo. Si éstos, en nombre de ideologías trasnochadas, permiten a don Néstor entrar a saco en el Banco Central y acceder a las reservas nacionales para gastarlas como le plazca, serán los responsables concretos de la decadencia terminal de la República.
Y lo mismo ocurrirá con los gobernadores que, una vez más, habrán privilegiado el super cortoplacismo y sacrificado a éste el futuro del país y de sus propias provincias, que harán que sus diputados y senadores se sumen al carro triunfal de don Néstor, para seguir siendo expoliados para sostener el gasto clientelista de los Kirchner, que premian a los obsecuentes o castigan a los díscolos a golpes, precisamente, de la caja que todos le han entregado y que se proponen engrosar ad infinitum.
Ninguno de esos gobernadores, por ejemplo, parece haber reparado en que, cuando ceden puntos de la coparticipación federal o la totalidad de la recaudación proveniente del «impuesto al cheque», están sometiendo a sus jurisdicciones a un doble saqueo. Esto así porque los impuestos los pagan los ciudadanos que viven en sus provincias, con lo cual se restan del consumo y de la inversión locales, por una parte, mientras son estafados al momento de devolver, vía porcentajes participados, ese dinero a las mismas provincias en las cuales se recauda, por la otra.
Recuerden esos mismos mandatarios provinciales que, cuando les fueron traspasadas las escuelas y, con ellas, los sueldos de los maestros, esa modificación no fue acompañada de los ingentes recursos que los salarios insumen y que hoy son la causa, precisamente, de los grandes déficits locales.
Hoy parece que los Kirchner conseguirán los votos necesarios en el Senado para contar con una mayoría, circunstancial pero útil para interceptar cualquier iniciativa que la Cámara de Diputados impulse. Es decir, conseguirán que no sea sancionada ninguna ley que pueda perturbarlos; léase, reforma del Consejo de la Magistratura, renovación de superpoderes o modificación del régimen de coparticipación fiscal.
Controlando de ese modo al Congreso, podrán prescindir del autogolpe que tanto he pronosticado, y continuar gobernando por decreto ya que, lo aseguro, no habrá reacción alguna por parte de la ciudadanía.
El panorama futuro no podría ser más triste, puesto que no se ve, al menos por el momento, a ninguna figura política capaz de asumir el poder, hablar claro a la sociedad, trabajar con honestidad y pericia, y desmantelar esta maraña infernal de subsidios cruzados y de gasto público desbocado y absolutamente ineficiente y clientelístico que han creado los Kirchner.
Si sumamos a ello que, si todo sigue igual, como parece que será, y quien los suceda deberá enfrentarse a una inflación galopante, a una total marginación de los mercados voluntarios de crédito, a una presión impositiva como nunca había existido, a la inmersión de nuestro país en las peores características relacionadas con la inseguridad, estaremos necesitando de condiciones muy escasas, por cierto, en el mundo de nuestros políticos de cualquier signo.
Llamo a todos los legisladores a la reflexión y apelo, sobre todo, a la memoria de los mismos. Don Néstor ha dado pruebas cabales, durante los últimos seis años y medio, de qué piensa de las instituciones, de las leyes, de la corrupción y de los límites constitucionales a las facultades del Poder Ejecutivo nacional.
Si no fueron capaces en 2003 de mirar con atención qué hizo mientras fue Gobernador de Santa Cruz, los recuerdos que hoy les pido son más cercanos en el tiempo y en el espacio, y ya no podrán decir, como tantos que han dejado el Gobierno, que fueron engañados por Kirchner o por la nueva terapeuta sexual, doña Cristina.
Eso ya no servirá de excusa, ni podrá ser invocado frente a la Historia para justificar nuevos desmanes, pues bastará con que la sociedad relea los diarios recientes para que los condene -por miserables, cobardes y codiciosos- como infames traidores a la Patria.