Opinión Internacional

Honduras, entre el hecho histórico y la realidad

El día que ocurrió el golpe de estado en Honduras, escribí un artículo en el que concluí, sin duda alguna, que lo ocurrido en Honduras hace más de un mes tenía que ser calificado como una violación constitucional, un golpe de estado. Me motivó en aquel momento afirmar, entre otras cosas, que no se puede actuar argumentando la violación de la Constitución por parte de Zelaya, con un acto de barbarie y de igual violación constitucional, como es sacar por fuerza a un Presidente de su país sin debido proceso y sin espacio de negociación previo dentro del cuadro democrático. Cuando las máximas cartas de una sociedad sirven para interpretaciones discrecionales, se deterioran los pactos sociales que éstas originan; entonces pasamos de sociedades estables a coexistencias violentas.

Tuve una percepción errónea en mi artículo anterior, pensando que en pocos días el Presidente Zelaya sería restituido. Sin embargo, tal como se han desarrollado los acontecimientos y luego de innumerables escritos sobre el tema coincido al igual que en mi primera nota, el Presidente regresará y deberá culminar su periodo constitucional.

Existe un hecho real: esa actuación de la historia reciente Hondureña fue un golpe de estado. A su vez, existe por otra parte una realidad y son las circunstancias que mantienen una visión contraría al regreso del Presidente de parte de quienes ostenta en el poder en los actuales momentos. Entonces, para que se logre la primera premisa, aunque exista ilegalidad, se requiere, en mi opinión, que se aproxime entre el hecho histórico y la realidad descrita. Esta posible convergencia se logra solamente sobre la base de la negociación, porque hay un elemento que la configura y es el concepto de la realidad. En otras palabras, el hecho histórico al que nos referimos al principio de este artículo, generó una nueva realidad que también cuenta con seres humanos y no solo con circunstancias. No es suficiente que se aborte la ilegalidad y se reponga al presidente, sino que se evite a como dé lugar un derramamiento de sangre.

De allí, la realidad impone que la ruta de la negociación entre las partes se mantenga y la propuesta de Arias pareciera ser la más lógica para lograr el primer objetivo que es la reinstauración en el cargo del Presidente Zelaya. La propuesta debe reconocer la realidad que surgió aunque fuese por la vía de la fuerza. Que se evite un fratricidio que puede ser la consecuencia de esa realidad y de ese hecho histórico es un objetivo central.

Mi experiencia y lo que algunos lectores entenderán como mi deformación profesional como diplomático, me colocarán siempre en lado de la búsqueda pacífica de las controversias, sean éstas de origen legítimo o producto de nuevas realidades, que generan, precisamente hechos históricos violentos que no fueron abortados a tiempo por quienes tiene la obligación de prevenir con acciones en el transcurso cotidiano del ejercicio del poder, las lamentables consecuencias que puede acarrear la falta permanente del diálogo en la sociedad, la ausencia de balances y evaluación de desempeño de gestión al que se debe tener acceso en cualquier sociedad verdaderamente plural y democrática.

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