Opinión Internacional

Hombres sin nombres, pero con historia

Auspiciado por el Proyecto Color Cubano, de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba y con el apoyo y colaboración del Instituto de Historia del Partido Comunista, por primera vez se conmemora en acto público la «Rebelión de los Lukumí», la cual tuvo lugar el 9 de agosto de 1841, cuando cincuenta yorubas esclavizados que participaban en la construcción del Palacio de Aldama, donde radica hoy dicho Instituto, ante los abusos y maltratos, se sublevaron y blandiendo sus instrumentos de trabajo como armas, dieron muerte a capataces y mayorales y se batieron después en desigual combate contra los lanceros del Rey enviados a reprimirlos, cayendo los últimos acribillados a tiros y a bayonetazos en la esquina de Monte y Ángeles, en La Habana.

En el acto también fueron recordados los Aniversarios 41 del asesinato del Che, el 8 de Octubre, y 140 del inicio de nuestras Guerras de Independencia, el 10 de Octubre.

En la evocación, que se inició en la sala Mendoza del Instituto, el compañero Rolado Julio Repsoli, vicepresidente del Instituto, hizo un recordatorio sobre los acontecimientos ocurridos en aquel mismo lugar, acaecidos hace 167 años y también rememoró las muchas conspiraciones y sublevaciones que por su libertad protagonizaron los combatientes contra la esclavitud en Cuba, insurrecciones que en algunos casos llegaron a poseer altos niveles de organización y a extenderse por buena parte de todo el territorio nacional, cuya represión brutal compartían españoles y criollos esclavistas.

Nunca se sabrán los nombres de aquellos bravos, muestras fehacientes de cimarronismo urbano y muy poco se ha escrito y divulgado sobre tales acontecimientos, pero la historia humana existe, aunque no esté escrita ni investigada y más tarde o más temprano se irá conociendo toda. Aquellos rebeldes anónimos, con su sudor, su sangre y sus vidas fueron regando el suelo fecundo de la revolución libertaria cubana y son parte de nuestras tradiciones, que nos enseñan que es preferible morir luchando a vivir como esclavo.

Luego, ya en el fastuoso patio central del otrora Palacio de Aldama, el conocido intelectual revolucionario Tato Quiñones dio lectura a unas páginas llenas de angustia y dolor negro y mestizo y blanco también, cubano todo, por la omisión, olvido o desconocimiento de que es objeto sistemáticamente la lucha que por no ser esclavos desarrollaron, desde su llegada a Cuba, los negros traídos de África desde principios del mismo Siglo XVI.

La libertad, que para muchos criollos siempre fue y nada más la independencia de la isla de la metrópoli, para los negros era también –asunto de vida- la libertad de la esclavitud, como para el obrero moderno, el trabajador, es la libertad respecto al sistema capitalista asalariado de explotación, la esclavitud moderna.

Se duele Tato de que en el último número de la Gaceta de Cuba, el periódico artístico y literario de la UNEAC, aparezca una reseña del arquitecto Mario Coyula sobre un reciente libro publicado por la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, del investigador Pedro Herrera, sobre el Palacio de Aldama, sin que la reseña ni el libro hagan alusión alguna a aquellos sucesos escenificados precisamente allí, por los trabajadores que hicieron posible aquella maravilla arquitectónica cubana; y agrega y cito textualmente:

“Me atrevo a afirmar que no es una omisión deliberada. Sencillamente no tenían noticias de aquellos hechos que protagonizaron los lukumi que construyeron esta joya del neoclásico habanero que es el Palacio de Aldama, que se rebelaron esgrimiendo las herramientas de labor contra la humillación, la indignidad y la explotación bestial de la esclavitud, 27 años antes de que Carlos Manuel de Céspedes se levantara en armas contra el poder colonial español.”

“Estamos una vez más, dijo, frente a uno de los puntos problémicos heredado por una de las revoluciones –la de 1959- que más lejos llevó en América a demolición social del capitalismo neocolonizador y dependiente y que, sin embargo, hasta hoy no ha podido independizarse de un canon patriótico euro céntrico, en que solo los antiguos liberticidas, los señores de la propiedad y la riqueza o los entendidos en los valores librescos europeos pueden ser recordados como protagonistas de los actos libertarios y de la dignidad cívica.”
Al respecto lee fragmentos de un preclaro ensayo, del joven historiador cubano Mario Castillo:

“Una memoria histórica concebida sobre la base de al menos tres operaciones moduladoras:

– la transferencia del protagonismo de las oligarquías esclavistas criollas en el orden colonial
hacia las luchas antiesclavistas y anticoloniales.

– la descontextualización del auge plantacionista cubano y de las formas de resistencia a este
régimen respecto al ciclo internacional de revoluciones sociales, que justamente tiene en el
período 1789-1871 el momento más intenso.

– el silenciamiento de las prácticas autónomas y de los saberes políticos del sector de los negros
y mestizos libres y de la población esclava en la historia sociopolítica de la isla.

La puesta en escena de estos procedimientos reguladores de la construcción de la memoria histórica y patriótica cubana ha producido unos efectos de “verdad” que han permitido:

– vaciar de contenido emancipatorio de naturaleza moderna a las conspiraciones organizadas
por los sectores negros y mestizos de la isla en la época esclavista, situándolas en el horizonte
de los levantamientos espontáneos e inorgánicos contra la brutalidad sistémica.

– Convertir los sucesos iniciados en 1868, en el momento fundacional único de la lucha por la
libertad de Cuba, pasando por alto una densa serie de sucesos y experiencias de luchas
anteriores de los sectores subalternos en el seno del orden colonial de la isla.”

Añade Tato que estamos realizando, en consecuencia, un acto emancipador, descolonizador, libertario y, sobre todo, de justicia y reivindicación histórica, agradece la infatigable labor del Maestro inolvidable Pedro Deschamps Chapeaux, a quien debemos hoy el conocimiento sobre aquella insurrección lukumí y termina su intervención con Odu Pué, que en voz de nuestros ancestros yorubas quiere decir Muchas gracias.

La conmemoración siguió con algunas estrofas del poema de Nicolás Guillén “Vine en un barco negrero”, emotivamente declamadas por Alden Night y terminó con un estremecedor tambor Aberikulá para Eggun (los antepasados). En esta tarde del 9 de octubre de 2008, en el majestuoso patio del Palacio de Aldama, la libertad por la que murieron aquellos cincuenta lukumi se paseó, cantó, bailó y pidió a ritmo de los ancestrales batá del grupo Obá Ilú (rey del tambor) y muchos de los presentes nos fuimos… pensando.

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