Opinión Internacional

Guyana y Venezuela

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El Canciller de Guyana Rudolf Insanally, en unas recientes declaraciones, afirma que hay, de parte venezolana, la disposición política para resolver definitivamente el “contencioso” de la reclamación venezolana sobre el territorio Esequibo. Insanally reitera la incierta tesis guyanesa, aceptada por Chávez, de que la reactivación, en 1962, de la reclamación fue sólo el producto de la presión norteamericana para desestabilizar el gobierno del Primer Ministro Cheddi Jagan, en ese entonces, comunista confeso. Recordemos que, en febrero de este año, el Embajador guyanés en Caracas Odeen Ismael dijo, en una entrevista, que el Presidente Chávez “debería dar un paso al frente para retirar el reclamo venezolano.” La inteligente estrategia guyanesa es evidente. Se han percatado perfectamente que la megalomanía ilimitada de nuestro caudillo puede ser aprovechada para incentivar su extremada “generosidad”, con los recursos de los venezolanos. En efecto, una de las características más peligrosas del Presidente Chávez es creer realmente que somos una gran potencia y no un país subdesarrollado, con una coyuntural y relativa abundancia de recursos económicos, derivante de una sola y única fuente, potencialmente muy volátil: el petróleo. Además, el gobierno guyanés enfatiza hábilmente la supuesta fraternidad ideológica “socialista” entre los dos gobiernos. En realidad, el actual gobierno de Bharrat Jagdeo adelanta una política económica mucho más liberal que la del gobierno de Forbes Burnham en los ‘70 y ’80. La reclamación venezolana, para terminarse sanamente y no dejar heridas entre dos pueblos vecinos, “condenados” a convivir por la eternidad, “debe ser amistosamente resuelta en forma que resulte aceptable para ambas partes” como reza el Acuerdo de Ginebra de 1966. Un gobierno venezolano democrático y sensato debería buscar un gran consenso nacional, a través de la consulta y el diálogo con los diversos actores nacionales, para negociar una “solución satisfactoria para el arreglo práctico de la controversia” según lo acordado en Ginebra. Es posible que, a corto plazo, la estrategia guyanesa de aprovechar la megalomanía y el poder casi sin límites que “por ahora”, disfrutar el caudillo, logre el objetivo de una renuncia unilateral venezolana a la reclamación. Sin embargo, una solución impuesta por la voluntad de un hombre, que no sea el fruto de una transparente negociación y que no prevea una compensación para Venezuela, la parte históricamente agraviada, no será nunca una solución permanente.

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