Guayana Esequiba: ¿El fin de la reclamación?
Hace unos días, el Presidente Chávez afirmó que la reactivación de la reclamación venezolana sobre el territorio Esequibo en 1962, por parte del Gobierno de Rómulo Betancourt, fue producto de la presión de los Estados Unidos, supuestamente interesados en desestabilizar el gobierno autónomo (pero todavía no independiente) del Primer Ministro de la entonces Guayana Británica, Cheddi Jagan, quien era un marxista –leninista confeso, que había proclamado su admiración por Stalin y Mao. Al parecer, el Presidente Chávez repitió una declaración similar del embajador guyanés en Caracas, Odeen Ismael, a un periódico de su país. El mismo embajador, en una entrevista concedida a El Nacional del 4 de febrero, sustentándose, en esa declaración presidencial y en la supuesta hermandad entre los dos gobiernos “socialistas y antiimperialistas”, afirma que el Presidente Chávez debería “dar un paso al frente para retirar el reclamo venezolano”, quizás aprovechando el encuentro previsto para el próximo mes de marzo entre Chávez y el Presidente de Guyana, Jharrat Bagdeo .El Embajador Ishmael es un académico con un Phd en Educación y una excelente formación histórica y , en efecto, su afirmación de que los EEUU presionaron a Venezuela para que reactivara su reclamación territorial, aunque incierta, tiene credibilidad histórica. Recordemos que en 1961, en plena “Guerra Fría”, la Cuba castrista se pasó al bloque de la Unión Soviética y en abril de ese año se dio la fracasada invasión de Bahía de Cochinos. En el gobierno de EEUU, se desarrolló la llamada “no second Cuba policy”, que se convirtió en el eje central de la política exterior norteamericana hacia la América Latina y el Caribe, durante la mayor parte de la década de los ’60. En ese contexto, una Guyana independiente, con Jagan al poder, tenía, a los ojos de Washington, todas las características de una potencial “segunda Cuba”. Por su parte, el Gobierno de Betancourt se enfrentaba, en los primeros años de la década del ’60, a un movimiento insurreccional, que era inspirado y financiado por Cuba, dentro de la tesis guevarista de la “exportación de la revolución”. En 1962, Betancourt, tuvo que sofocar dos sangrientos conatos de golpe de Estado, conocidos como el “Carupanazo” y el “Porteñazo”, provocados por la infiltración de elementos “castristas” en la Fuerzas Armadas. La coincidencia de intereses entre Betancourt y el Presidente Kennedy es evidente. Betancourt necesitaba el apoyo norteamericano para enfrentar tanto la insurrección izquierdista, como las conspiraciones de la derecha, auspiciadas hasta su muerte, en mayo de 1961, por el dictador dominicano “el Chivo” Rafael Leonidas Trujillo. También, a nivel económico, Betancourt requería del apoyo norteamericano por la grave crisis, que se desató por una caída de los precios del petróleo. Para Kennedy, la democracia representativa venezolana era el modelo alternativo a la Cuba castrista en América Latina. Un modelo para ser atractivo debe ser exitoso, por tanto gran parte de la política de Kennedy hacia la América Latina pasaba por el éxito del experimento democrático venezolano. En el marco de esta “special relationship”, entre Kennedy y Betancourt, reafirmada en lo personal durante la visita de Kennedy a Caracas, a fines de 1961, no es inconcebible la hipótesis de un acuerdo Betancourt-Kennedy de utilizar la reclamación venezolana para impedir el surgimiento de una “segunda Cuba”en el hemisferio. Para Venezuela no se trataba solamente de aprovechar una coyuntura histórica única, para recuperar el territorio perdido con el injusto Laudo Arbitral de 1899, sino de evitar el establecimiento de un régimen que, podría convertirse en una base de apoyo para un potencial foco guerrillero en el oriente del país. Ahora bien, un acontecimiento, que tiene credibilidad histórica, no necesariamente es verdadero. En efecto, como lo ha detallado mi amigo y colega el embajador Adolfo Taylhardat, en este mismo diario, el miércoles 7 de febrero, la reactivación de la reclamación venezolana, en febrero de 1962, fue un proceso absolutamente autónomo dentro del gobierno venezolano, provocado por la aparente inminencia de la independencia de Guyana. Obviamente, el gobierno de Betancourt buscó y logró el apoyo de la administración Kennedy, por la mencionada coincidencia coyuntural de sus intereses, al respecto. Coincidencia, por cierto, que se terminó, después de la muerte de Kennedy, con la llegada al poder en 1964 del rival de Jagan. Linden Forbes Sampson Burnham. Burnham, líder del partido PNC, una escisión del PPP de Jagan, en esos años, enfatizaba, hábilmente, su anticomunismo, para obtener el apoyo de los EEUU y de la Gran Bretaña, para sus aspiraciones. En efecto, con Burnham al poder, los EEUU dejaron de apoyar nuestra reclamación. Por cierto, Burnham, quien gobernó a Guyana desde 1964 hasta su muerte en 1985, en la mitad de la década de los 70 dio un relevante “giro a la izquierda” tanto en su política interna como exterior, acercándose a la Cuba castrista. Lo paradójico del caso es que Cheddi Jagan, en cambio, al regresar al poder en 1992, presidió un gobierno que mantuvo una política económica mucho más liberal que su adversario. Política que han seguido sus sucesores, incluyendo su pupilo Jharrat Bagdeo. En efecto, la Guyana de hoy tiene muy poco de socialista.
Ahora bien, es interesante analizar la evolución de las posiciones del Presidente Chávez sobre la reclamación. El 19 de marzo y el 1 de abril del 2000, Chávez expresó, su enérgica oposición al otorgamiento de una concesión a la empresa estadounidense Beal Aerospace Technologies, para construir una plataforma de lanzamiento de satélites en el Esequibo. En cambio, en marzo del 2004, Chávez declara que Venezuela no se opone a que Guyana otorgue unilateralmente concesiones y contratos a compañías multinacionales en el Esequibo, con lo cual acabó con 40 años de diplomacia venezolana y entregó unilateralmente y, a cambio de nada, una de nuestras pocas armas de negociación. En efecto, la posibilidad de desestimular los proyectos de inversión foránea en el Esequibo era una de las escasas herramientas que Venezuela tenía, para deteriorar las ventajas que la posesión del territorio le concede a Guyana. Desde entonces, Guyana tiene una poderosa razón más para no negociar. Ahora, con la reciente declaración, “cuasi conjunta”, del Presidente Chávez y el embajador Ishmael, se deslegitima la reclamación en sí, dado que, según los declarantes, fue sólo un espurio instrumento de la Guerra Fría. El resultado es el abandono unilateral de la reclamación, venezolana, implícito, por ahora, y quizás explícito en el futuro. Sin ningún tipo de reparación para Venezuela, la parte agraviada, no se cierra sanamente la controversia. Habrá muchos venezolanos, en esta y en las próximas generaciones, que considerarán ilegítima y no equitativa esta “solución” del diferendo.