¿Grandes éxitos diplomáticos?
El Canciller de la V República, sin mayores miramientos, de acuerdo con un boletín de prensa emitido por la Dirección General de Información y Opinión del Ministerio de Relaciones Exteriores, trasladó el tema de los “escuálidos” del escenario doméstico al de la política exterior, no tomando en cuenta que la palabreja aplicada internamente a los sectores de oposición al régimen (Sucio, repugnante, según Larousse) usada en la esfera internacional acarrea consecuencias de diferente orden que pueden afectar las relaciones diplomáticas del país.
Posiblemente seducido por el deseo de tratar de emular y superar a su maestro, el titular de la diplomacia venezolana insertó la referencia al dar cuenta, en términos ditirámbicos, de la actuación de la delegación venezolana en la recién finalizada asamblea general de la OEA. Eso de los “grandes éxitos diplomáticos” por la circunstancia de que el proyecto de Carta Democrática no fue adoptado en esta ocasión para ser trasladado a una asamblea extraordinaria más adelante, no es nada fuera de lo común. Las iniciativas de carácter político, sobre todo en el área multilateral, son objeto de continuas negociaciones que sólo culminan hasta tanto se obtiene el debido acuerdo entre las partes. Así, la propuesta original de Carta Democrática, por su misma naturaleza, debe ser objeto y sujeto de los análisis y estudios que sean del caso por tratarse de una cuestión de la mayor trascendencia para el sistema interamericano. Pero exhibir como una “gran victoria diplomática” el aplazamiento del asunto luce desproporcionado y exagerado, por decir lo menos, tanto más que el lenguaje usado para comentar la actuación de nuestra delegación dista bastante de lo que las normas diplomáticas indican, por lo que pudiera entenderse que la alusión a los “escuálidos”, por parte del Canciller, nada de extraño tiene que se extienda a las delegaciones de los países que no coincidieron con la postura venezolana. De ser así, cabe preguntarse, si para nuestra diplomacia quintarrepublicana son “escuálidas” las delegaciones de Argentina, Brasil, Chile o México, además de las de Canadá, Colombia, Estados Unidos y Perú, por ejemplo, cuya posición favorable a la propuesta de que se trata es por demás conocida.
Las otras “victorias” que cita el aludido boletín de prensa, no son tales. No será la primera vez que el doctor Luis Herrera Marcano, ilustre jurista e internacionalista, haya sido electo con la mayor votación para integrar el Comité Jurídico Interamericano. En tiempos de la denostada IV República ese eminente compatriota no solamente formó parte de ese organismo interamericano, siempre elegido por una votación sustancial, sino que incluso desempeñó su Presidencia. Y eso de que se presentó la ocasión para consignar la mención a la democracia participativa, no puede catalogarse de un triunfo, pues las asambleas son precisamente para que las delegaciones asomen en la oportunidad debida sus puntos de vista sobre las materias en debate. Tanto más cuanto que la polémica alrededor del tema ha evolucionado, conforme a lo expresado por el representante permanente de nuestro país ante la OEA, en el sentido de que para el gobierno venezolano “la democracia participativa no debe entenderse como un concepto opuesto al de democracia representativa, ni una alternativa a la misma”.
De no ser por la naturaleza de la cuestión, tal como se presenta en el boletín de prensa al que se ha hecho alusión, resulta inexplicable el tratamiento que, en términos conceptuales, se le ha concedido a este asunto por parte del titular de la diplomacia venezolana. A menos que, efectivamente, exista la deliberada intención de registrarlo así, con lo cual no queda otra ocurrencia que convertirlo en algo ininteligible digno de Ripley.